2.500 aficionados contra la propuesta de Velázquez

El Real Zaragoza visita Villarreal para lograr una victoria fuera que desconoce con el actual técnico en sus seis últimos desplazamientos y arropado por una hinchada que reclama el placer de ganar y disfrutar, no de atosigar al rival

Julio Velázquez ya tiene color de entrenador con clara fecha de caducidad, y el Real Zaragoza, un pálido tono de equipo intermedio a la espera del cierre del campeonato sin sobresalto alguno. Con el playoff y los puestos de descenso a una distancia parecida, ambos van de la mano camino de otra temporada tirada a la basura, sin más emoción que, como este sábado en La Cerámica (18.30), deleitarse con una afición ejemplar en su compromiso aun consciente de la situación real del equipo. La hinchada, que estará representada en Villarreal por unas 2.500 personas, apurará hasta el último sorbo su ilusión porque es su legítimo derecho, pero para alimentar cualquier sueño sin explicarle que la gestión deportiva ha sido un descalabro, necesita triunfos, no palabras huecas de Velázquez, siempre tan correcto como inocuo. El técnico considera que el equipo propone cosas, que es atrevido y que ante el Cartagena se demostró en los primeros minutos o en la segunda parte de Eibar. Eso se denomina atosigar, incordiar con un plan que incide mucho más en el aplastamiento sin orden ni concierto o en el error ajeno que en el propio talento colectivo, individual y táctico.

Cuando se le cuestionó cuál es la posición de Mollejo, futbolista obligado a la trashumancia, el técnico no lo dudó: atacante. Después entró a valorar la polivalencia y todo lo bueno que aporta a la comunidad desde posiciones alejadas del área. Se contradijo entre lo que piensa y lo que hace, que no es otra cosa que transformar, como está ocurriendo con Valera, las virtudes en números de contable. Si el Real Zaragoza ya está escaso de calidad y sobre todo de gol, prescindir armamento diferencial en el lugar que corresponde supone empeorar el producto. Cordero lo ha hecho muy mal en las dos ventanas de fichajes, si bien Velázquez, al igual que antes Escribá, tampoco ha sabido dar una pincelada personal que no sea el dibujo sostenido sobre tres centrales y el negociado de los cuatro porteros, un tema que no hay por dónde cogerlo. Con 15 jornadas por delante, ya sólo tiene sentido la mayor valentía posible, un giro hacia la libertad de los futbolistas para expresarse lo mejor que puedan o sepan, con coherencia y sin el pánico que le hace empalidecer al mínimo contratiempo y cuando juega lejos de La Romareda.

Es muy probable que Velázquez no cambie de sistema y de nombres contra un Villarreal B que por su lectura del rival podría ser perfectamente el A. Si se aferra a sus ideas y las de su staff, los maravillosos chicos a los que entrena competirán, verbo que se aproxima cada vez más al de bostezar, sin intentar establecer de principio las diferencias establecidas con un filial en posición de descenso. En los seis desplazamientos que lleva desde que sentó en el banquillo, el conjunto aragonés no ha ganado nunca. Cuatro empates y dos derrotas en encuentros presidios por la orden de no cometer errores, por la ausencia de una sincera apuesta por el control global de la situación. «Este es un partido más. No me vuelvo muy loco con las cuentas de la lechera. Esta competición te enseña que hay que vivirla semana a semana, y llegar fuerte a los ocho jornadas para luchar por todo». La lucha, perdida la guerra, se ciñe a dar una alegría a los 2.500 desplazados en representación de un club de Primera que sigue en manos de tripulantes de segunda.

Foto Real Zaragoza

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