Raúl Sanllehí y Juan Carlos Cordero salieron tan campantes de su percepción del mercado de invierno y de la situación del Real Zaragoza en la competición. Al director deportivo no se le puede pedir gran cosa de momento porque acaba de entrar en esta oscura caverna donde se desangra a diario desde hace una década un animal mitológico muy herido, pero en sus palabras se divisó a un curandero sin demasiadas medicinas. El director general, por su parte, intercaló con la habilidad que le caracteriza otra de esas autocríticas perfumadas por la buena intención de sus obras y del mensaje parroquial que promete a los pobres el reino de los cielos si caminan juntos y unidos en su resignación.
La ventana se cerró con los cesiones de Alarcón, un mediocentro corriente, y de Bebé, un extremo que marcará algún gol para Youtube. El Real Zaragoza, mientras tanto, circula a cuatro puntos del descenso, cargando en su extravagante plantilla con futbolistas de mínimo aprovechamiento o utilidad como Vigaray, Igbekeme, Quinteros y Pape Gueye. Si en el pasado reciente otros profesionales en sus mismos cargos hubiesen presentado semejante balance, habrían sido paseados con capirote hasta la hoguera mediática. Pero se ha establecido un pacto de no agresión hacia un grupo de inversión y sus trabajadores en primera línea cuya prioridad, como se ha comprobado, no es el equipo ni siquiera la ciudadanía ávida con lógica y razón de un estadio moderno sino el nexo de unión entre la institución y una nueva Romareda que colmaría su apetito según sus condiciones.
La Fundación argumentó en defensa de su nefasta gestión que habían sido los salvadores y que habían logrado reducir la ingente deuda que heredaron, y la multipropiedad que ha tomado su testigo ramificada de sombras, entre ellas la de antiguos barones de aquella sociedad de empresarios aragoneses que miraban y aún contemplan con glotonería el campo por construir, está utilizando un discurso semejante. El Real Zaragoza, víctima de once años de ignominiosos intereses, se ha convertido en una herramienta de terceros, de figuras tenebrosas que se nutren de la esperanza incombustible de la afición en que, por fin, lo mejor esté por venir. Quién sabe, quizás Gueye, con el cariño de Cordero, llegue a ser Pichichi en el paraíso que está edificando Sanllehí para los mansos.
Foto: Ángel de Castro / el Periódico de Aragón
De verdad lo que está ocurriendo en nuestro REAL ZARAGOZA, es inadmisible , estamos a cuatro puntos del descenso y aquí no pasa nada manda narices, el único que ataca un poco a RAUL, es el periodista de PRINCIPES DE PARIS, Alfonso Hernández y pare usted de contar, si también el periodista de la COPE ya jubilado Eduardo son los únicos que dicen algo contra esta dirección deportiva, que por ahora lo está haciendo muy mal, lo demás callan y son cómplices del señor JORGE MAS y sus seguidores, es como de esto no se puede hablar no toca . Vergüenza entre el periódico voz del dueño, estamos que lo tiramos señoras y señores y el domingo el Andorra, menos mal que el Málaga a perdido en su casa con el Oviedo , y saben ustedes quien ha marcado VALLEJO , otro que decían que iba venir aquí, y aquí no viene ni el TATO, que por cierto si estuvo una temporada creo en nuestro equipo . Y otro fallo del señor RAUL, fue dejar a AGUADO, cedido al ANDORRA y resulta que el chaval es el mejor del equipo, manda narices también, en fin que la cosa como perdamos se complica y está actual dirección técnica solo se preocupa en la temporada 2023-24, pero listillos habrá primero que terminar está y saber en qué posición nos quedamos . Vamos me parece a mi .
No se gana a casi nadie. Después del Villarreal B, en campo propio no se fue capaz de ganar a la Ponferradina y al Mirandes. Rivales directos en la pugna por evitar el descenso. Pero no es lo peor los resultados es el juego que se despliega en el campo. Hay quedan desnudo el equipo individual y colectivamente. Se practica un fútbol lento y anticuado, nadie desborda, se abusa del pase atrás y horizontal etc
No nos engañemos el desastre de nuestro Zaragoza viene por encima de todo del fracaso deportivo. Hemos tenido en más de una década malos gestores, pero sobre todo, es que por aquí han desfilado muy malos jugadores por incompetencia de los responsables técnicos.