Primera victoria grande del Real Zaragoza

El equipo de Fran Escribá suprime al Granada (1-0) tras un perfecto ejercicio defensivo y gana por fin a un rival ilustre con un gol fastuoso de Gámez

Todos los delanteros en el campo y la victoria la firma Fran Gámez con un toque de clase superior, acariciando con el exterior una asistencia de tacón de Bermejo. La asociación entre ambos y la ejecución del lateral merecería ser exhibida en un museo. El tanto personificó la conjunción de un Real Zaragoza que sumó lo mejor de sí mismo para conseguir con autoridad y un elevadísimo criterio defensivo su primer triunfo grande de la temporada, tres puntos que le sitúan a un pequeño paso de la permanencia. Suprimió de principio a fin al Granada, cuyo bagaje ofensivo se redujo a un lanzamiento de Quini al larguero, y ocupó el campo con un jerarquía intachable para que todo sucediera como lo tenía previsto. Como lo decidieron Bermejo, que aparcó su ciclotimia para ofrecer un recital, y Francho, colosal en un centro del campo al que puso su nombre.

Con Azón, Giuliano, Bebé y Bermejo, Escribá coloreó la mejor formación atacante en estos momentos. Pero ese Real Zaragoza de apariencia presumida incluía un programa antivirus que desconfiguró los sistemas individuales y colectivos del Granada, incapaz de dar con la tecla pese a que Paco López movió el banquillo en todas las direcciones, con Uzuni y Weissman primero y con Callejón y Bryan Zaragoza después, desencajado el técnico y sus jugadores sobre un tablero donde sólo pudieron desplazarse en horizontal. Fue uno de esos partidos que desde el arranque anuncian al ganador, el spoiler de un final feliz que el equipo aragonés mostró con el descaro de quien se siente muy superior. Tuvo varias oportunidades de sentenciar el encuentro antes de irse al descanso, pero Azón, bajo de ritmo y de puntería, desperdició un pase de Giuliano y otro de Bermejo en el que se le anudaron los pies a portería vacía. El ariete, plomizo, tampoco acertó en un par de decisiones claras que se le presentaron después.

Hasta que se personó Gámez en el área y se marcó un Modric. La maquinaria jamás había estado tan bien engrasada este curso, y gran parte de esa elocuencia estuvo en las botas de Bermejo, generador de un fútbol fluido, combinativo y alegre; también sacrificado. Una pena que componga éxitos tan espaciados en el tiempo, que su irregularidad fagocite su exquisitez. Esta vez se desprendió de esa discontinuidad innata para conducir al Real Zaragoza como un caudillo. Francho y Grau le secundaron en un papel menos vistoso pero de similar valía, el primero ocupado de arrebatar balones y parcelas con una estupenda lectura en sus intervenciones, con un portentoso desgaste físico, y el segundo aportando equilibrio en la contención y salida fresca de la pelota.

Semejante esfuerzo para vulgarizar al Granada fue pasando factura en piernas y pulmones, erosión que obligó a Escribá a revitalizar a su equipo con cambios que se sumaron a la causa no sin que antes Lluís López tuviera el segundo gol de cabeza en un córner y Giuliano estrellara un disparo en los pies de Raúl Fernández. Azón, Giuliano, Bebé… Fundidos dejaron paso a Puche, Gueye, Zapater, Eugeni y Francés de tercer central para redoblar una retaguardia de nuevo íntegra, inabordable bajo la sombra impetuosa de Jair y los mejores versiones de Lluís López y Nieto. Y con Gámez de goleador sublime la tarde de los delanteros. El Real Zaragoza fue un equipo.