El tiempo de las profecías

El Real Zaragoza que no pierde pero tampoco gana demasiado se ha instalado en la presunción de un futuro fantástico sin acabar una temporada irregular que este domingo le mide al Real Oviedo en el Carlos Tartiere

Sin nada deportivo en juego ya que la permanencia caerá por su propio peso y por un notable rendimiento en la suma de puntos en las diez últimas jornadas, el Real Zaragoza visita este domingo al Real Oviedo en el Carlos Tartiere (18.30) columpiándose en la complacencia y balanceándose hacia un presunto futuro de equipo ascensor. Se respira en la plantilla esa hipotética esencia paradisiaca de que lo mejor está por venir y se halla a la vuelta de la esquina, y el entrenador, muy prudente por lo general, no se ha resistido a la tentación de enviar un mensaje del «proyecto ambicioso» que se está gestando para el próximo curso. A cuatro encuentros para el final, en este sin sus dos mejores jugadores, Cristian y Giuliano, está por cerrar la puerta de un año que se puede salvar con cierta dignidad o con una clasificación vulgar, con el correspondiente premio económico que corresponda al puesto que se ocupe. Escribá quería los 15 puntos antes del partido ante el Las Palmas y ahora que no es posible pide los 12 que restan por disputarse. Es una pose profesional pero de una ejecución poco probable. Mientras tanto, suenan las horas del tiempo de la profecía, con esa corriente de positivismo y buenas vibraciones que transmite la dirección deportiva, un acto de fe por ahora.

En las diez ocasiones anteriores en Segunda, la campaña del optimismo solía arrancar en la pretemporada. Por historia y por responsabilidad, el regreso a Primera siempre ha sido el objetivo. Por inversión, uno de los grande motores para que pueda salir adelante cualquier empresa de envergadura, el Real Zaragoza se ha movido por mitad de la tabla de recursos al margen de si ha luchado por la salvación o por el playoff. Esta vez se han adelantado las agujas del reloj a la primavera. La decena de encuentros sin perder y el hallazgo de una alineación capaz de combatir con quien se ponga enfrente ha animado al personal a arengar a las masas con más o menos entusiasmo. Y, además, se ha subrayado con este espíritu invencible se están asentando las bases de lo que debe de ser ese equipo que Juan Carlos Cordero está preparando entre bastidores. Como todos son protagonistas presentes y algunos con contrato, dan por hecho que van a formar parte de esa revolución, pero si es cierto que existe ese talante de construcción de un cohete para alcanzar las alturas, la mayoría de esos futbolistas no pueden tener escafandra titular. Algunos ni billete.

Desde la jornada 29, el Real Zaragoza no pierde. ¿Pero cuánto gana? Tres partidos. Tiene mérito que los grandes hayan sudado tinta china frente al conjunto aragonés, con más cuerpo ofensivo y defensivo desde que Azón volvió al once, pero a esa mejoría le acompaña una inmadurez innata para controlar los partidos a favor sean en el marcador o con superioridad numérica, y un profundo vacío en el banquillo a la hora de los relevos para oxigenar el equipo. El oro que reluce a simple vista es más bien un baño de plata. Si se engloba toda la temporada, tiene en su haber 11 triunfos, un potencial vencedor sólo superior al del Huesca y los cuatro últimos de Segunda. Necesita ocho puntos de los 12 que pide Escribá para mejorar los 56 que logró la escuadra de Juan Ignacio Martínez el año pasado. Organizar fiestas florales, por lo tanto, carece de sentido alguno. Alimentar la ilusión de los aficionados a estas alturas, sin información alguna sobre la nueva materia y las opciones que hay de disponer de ella, resulta de una imprudencia considerable, recordando a lo de siempre, a maniobras de distracción para intentar suavizar la extensa colección de errores que se han cometido.

Para seguir lavando la cara de otro ejercicio mediocre aun dorado por varias ficciones, el Real Zaragoza que en estos diez partidos ha ganado menos citas que Granada (5), Cartagena (5), Oviedo (5), Mirandés (5), Racing (5), Eibar (4), Sporting (4), Andorra (4) y Málaga (4) –sin contabilizar esta jornada todavía–, visita el Carlos Tartiere tocado por las ausencias de sus futbolistas bandera, Cristian y Giuliano, su portero milagro y su pichichi. La doble baja ha suscitado un par de dilemas que animan este tramo en cuanto a las decisiones que toma o tomará Escribá para solucionarla. El entrenador tendrá que elegir entre Ratón y Rebollo, con más opciones para el primero y con la polémica de fondo de llevarse al guardameta del filial cuando el equipo de Emilio Larraz se juega la permanencia. En ataque, deberá optar entre Puche, quien apunta al once por jerarquía, Pau Sans, otro que no estará con el Deportivo Aragón y su situación límite, o Gueye, el futbolista que nunca estuvo allí ni lo fue. Por lo demás, la formación inicial no variará más, vertebrada por los que han participado en las últimas cuatro jornadas.

Los asturianos han pegado un arreón de aúpa precisamente a lomos de los triunfos, cuatro consecutivos que le permiten observar el playoff como un milagro más visible que real. Con Álvaro Cervera, relevo de Jon Pérez Bolo, el Oviedo se ha hecho más fuerte con especial incidencia a domicilio y ha sido capaz de superar la lesión de su mejor artillero, Borja Bastón, sobre todo gracias al buen rendimiento de Sergi Enrich y Manu Vallejo. En la ida, el choque finalizó 1-1, uno de los 16 empates que acumula este Real Zaragoza que no pierde y gana poco, que seguramente sería feliz con salir con un punto de este compromiso y presumir que ya son once las jornadas que nadie le tose. Acariciando la bola de cristal que le cuenta a bajo coste de credibilidad lo mágico que se presenta el futuro.

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