El Real Zaragoza, que se había repuesto al gol de Viti con un tanto majestuoso de Bermejo y dominaba el encuentro, regresa a la derrota por la ternura de sus centrales en el último minuto
En el día de la madre, el Real Zaragoza lo fue más que ninguna regalando toda la ternura del mundo en el último minuto por la mansedumbre de Lluís López y Jair, que se sincronizaron para dejar que Sequerira se llevara el balón a trompicones y Masca lo clavara en la portería de Ratón. Los centrales, que habían tenido una actuación distinguida hasta ese terrible apagón compartido, pecaron de un consentimiento intolerable en su zona de control para que el Real Zaragoza regresara a la derrota tras su larga racha sin perder, cuando todo estaba controlado, después de haber dispuesto de dos magníficas ocasiones en los pies de Pau Sans y en la cabeza de Bermejo, con el Oviedo sin aparentes recursos para conseguir más de un punto. Pero este equipo capaz de reponerse a golpes secos en el pecho como el gol de Viti en la primera parte con un picotazo maravilloso de Bermejo en un segunda mitad que gobernó, deja siempre expuesta su mandíbula de cristal unos días en ataque y otros en defensa. Carece de las llaves adecuadas para cerrar los partidos, y esta vez dejó entreabierta la puerta que suele blindar para que se le escapara la permanencia matemática que le otorgaba el punto.
En un encuentro áspero, los asturianos llevaron a su terreno por los márgenes del campo, pero sobre todo con una mayor predisposición para ganar los balones divididos, para incendiar cada pelea en cualquier territorio y salir en transiciones con un lanzallamas entre los dientes. Ni Bebé, ni Puche, ni un Azón que arrastra todavía el lastre de su larga inactividad conseguían desprenderse de la presión y de la persecución. Bermejo tampoco, y en uno de sus caracoleos perdió la pelota en campo contrario y activó al joven Moro, quien desató sus piernas para conducir toda la jugada y asistir a Viti en un segundo palo desprotegido. Era la primera vez que uno de los dos equipos disparaba a puerta, con 38 minutos de fútbol cobarde por horizontal del Real Zaragoza y demasiado ansioso y precipitado de los locales. A la vuelta de los vestuarios, el conjunto aragonés dio un pase hacia adelante y liberó para movilizarse por dentro a Bermejo y Bebé, desmedido en ocasiones pero casi única arma de garantías para provocar una reacción. El portugués se puso a hacer de todo y a disparar a todo, gestión agitadora que transmitió confianza y fe a sus compañeros. Bermejo descubrió pasillos, y por ellos su zurda adquirió brillo y un protagonismo determinante para igualar el choque: tomó el esférico en mitad de cancha, sorteó a dos rivales con una ligera rotación de cintura y golpeó en carrera y con comba para batir a Tomeu Nadal desde fuera del área. Si alguien sueña un gol, es ese.
El Oviedo se había desconectado. Flaqueba donde antes era todo músculo y decisión, con el elegante Camarasa y el servicial Luismi sin tanta presencia y con Manu Vallejo y Sergi Enrich maniatados. Escribá y Cervera acudieron a los cambios para afianzar sus propósitos, en el caso del técnico del Real Zaragoza, como siempre, para minimizar la caída física que acostumbra a sufrir el conjunto aragonés. Azón y Puche dejaron sus lugares a Pau Sans y Vada, Gámez se lesionó y entró Larrrazabal y Zapater relevó a Grau. En esta oportunidad, con el dibujo cambiado y un solo atacante, el Real Zaragoza no acusó la flojera cuando recurre a los reservistas. Al contrario, tuvo el triunfo en un gesto técnico estupendo de Pau Sans en la orientación que equivocó en la finalización con un disparo alto y Tomeu Nadal vendido. Un centro calibrado de Nieto fue ganado por Bermejo, quien se anticipó de cabeza y no ajustó bien su vuelo en plancha. Una vez más, se mantenía la compostura y se tuteaba a un adversario que llegaba muy inspirado. Pero el Real Zaragoza no es un equipo fiable ni en sus peores ni en sus mejores momentos. Le faltan tablas y jugadores rotundos. Quién iba a pensar que Lluís López y sobre todo Jair se fueran a derretir como bombones con el partido a un minuto de su clausura. El Oviedo recogió el regalo en el día de la madre… defensiva.
2– Real Oviedo: Tomeu Nadal; Lucas, Costas, Oier Luengo, Abel Bretones; Viti, Luismi (Mangel, m. 85), Camarasa (Yayo, m. 86), Raúl Moro (Hugo Rama, m. 68); Manu Vallejo (Leo Sequeira, m. 76) y Sergi Enrich (Mascarenhas, m. 77).
La ternura de López. No de Jair. De López. Y van muchas ya.
Lo primero, decir que hoy se ha perdido incomprensiblemente un partido que estaba ganado, y sin embargo se lo ha llevado un equipo mediocre que en dos ocasiones ha llegado con peligro para marcar dos goles, el segundo muy evitable. Por otro lado, me pregunto en que profundidades estaríamos si no hubiéramos tenido al Cholito. Azón está muy lejos de ser el que era antes de sus lesiones y Pau siento decir que hoy por hoy no lo veo para el primer equipo. Que acabe la liga cuanto antes.