Cordero y el coloso en llamas

El ejecutivo, pese a imprimir su proyecto de un tono prudente, apunta a ser el director deportivo más exigido de la historia de un club impaciente con el ascenso y de una afición eufórica tras conocer la cara de la nueva Romareda

Todo el mundo que se adentra en un cargo influyente en el Real Zaragoza desde que descendiera en 2013, afronta el reto de su carrera haya tenido o no experiencias de responsabilidad en otros clubes. También Raúl Sanllehí, el actual director general, por su currículum el profesional con un itinerario más luminoso tras su paso por el Barcelona y el Arsenal, quien ha comprobado en su primer año como máximo administrador de la institución en representación de la multipropiedad el especial tejido de este equipo: un clásico de Primera con la urgencia histórica de subir pero sin los medios económicos suficientes para postularse con fuerza para ese objetivo. Este coloso en continuo estado de combustión deportiva y social ha dejado quemaduras en los nuevos inversores pese a su supuesta formación futbolística y un considerable músculo financiero. Aunque advirtieron desde su llegada que el proyecto de ascenso necesitaría un tiempo prudencial, sus maniobras iniciales han sido dignas de novatos, provocado que el Real Zaragoza haya tenido que luchar por tercer curso consecutivo por la permanencia.

Con dos partidos pendientes para finalizar el campeonato, en realidad en cuanto se intuyó que la salvación era un hecho, casi nadie se ha resistido a reactivar la ilusión de que lo mejor ya no está por venir sino que asoma a la vuelta de la esquina. En ese epicentro de este volcán han estado muchos personajes, directivos, entrenadores y jugadores que en la mayoría de los casos han ardido en la pira de La Romareda. Juan Carlos Cordero, el último en llegar, se ha protegido tras un mensaje ignífugo: hablar del ascenso en julio es una mentira, ha dicho. La cuestión es que ya está en boca de los entusiastas sin finalizar mayo, situación propiciada en gran parte por los últimos buenos resultados de un conjunto que en nada o muy poco se parecerá al de la siguiente campaña. Cualquier presunción de éxito inminente queda por lo tanto en cuarentena, a la espera de comprobar la cualificación del director deportivo primero para reconstruir una plantilla de arriba a abajo, y después para descifrar su acierto con el núcleo duro que, en teoría, debería aspirar a cruzar la línea de meta entre los seis primeros.

Cordero es un soldado curtido en mil batallas y conoce la categoría, además de las limitaciones para buscar el punto intermedio entre el deseo y la realidad. Su hoja de ruta no contempla visitas a fichajes faraónicos, sino una batida por mercados humildes y libres de impuestos en busca de futbolistas que entienda y dominen el lenguaje de Segunda y que le ofrezcan la máxima competitividad del primer al último día del torneo. En principio, a expensas de lo que le dicten desde la cúpula, añadirá algún que otro cedido que además de juventud aporte espíritu de veterano. El cóctel augura un cambio radical hacia un bloque compacto y, sobre todo, intachable en defensa, el primer mandamiento para cualquier equipo con pretensiones en un campeonato sin mucho lustre ofensivo. El puzzle necesita que encajen casi todas sus piezas, sin margen para que ninguna de ellas, como ha ocurrido hasta ahora, sea puramente decorativa.

La presentación del anteproyecto de la nueva Romareda ante la RFEF como requisito para que Zaragoza aspire a ser sede el Mundial 2030, ha tenido un efecto efervescente en el zaragocismo, apasionado por disponer de una vez una casa digna mientras espera que los políticos se pongan de acuerdo para hacerla realidad en cuanto se sepa el resultado de las urnas. Esa fusión entre un hipotético conjunto con miras y una atractiva infrestructura aún en el aire ha modelado la euforia de un futuro de esplendor. Las perspectivas son buenas en ambos casos, también porque peores sería casi imposible imaginarlas, pero esa sobredosis de optimismo oficial que se promociona desde los más diversos y variopintos foros esta adquiriendo en esta ocasión, con la undécima temporada en Segunda al caer, un cariz de imposición sin más prórrogas para medias tintas. Cordero, junto a Escribá, Sanllehí y sus patrones, está en la azotea de un coloso en llamas. Aunque no le apetezca el papel, más que el de director deportivo su cometido será el de un héroe.

Foto: el Periódico de Aragón

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