Zapater en su montaña

No seré yo quien juzgue la decisión del club de dar por cerrada la relación profesional con Alberto Zapater ni valore la calidad del futbolista antes y durante. Tampoco me apetece extenderme en su biografía o sus biografías. Me seduce bastante más interiorizar en su significado, en lo que ha representado y debería representar un tipo de jugador en extinción en este fútbol narcisista que va perdiendo el valor de pertenencia en su versión más auténtica. El sueño que ha cumplido, no tanto ser historia como jugar en el Real Zaragoza, es la quintaesencia del niño que corre detrás de un balón para alcanzar algún día la ilusión de lucir el escudo de su equipo. Que vive para ello y por ello desconocedor de las colosales dificultades que entraña, de los miles y miles de corazones que como el suyo persiguen ese emocionante objetivo infantil y se quedan en un camino asfaltado de realidades o desengaños. Su tenacidad y, por supuesto, su capacidad para este deporte, hicieron posible que se le abrieran las puertas de la Ciudad Deportiva y, muy joven, las de la primera plantilla. Desde entonces y hasta el anuncio de su retirada, con un exilio casi forzado por Italia, Portugal y Rusia y varios calvarios físicos que han ido erosionando su cuerpo pero jamás su espíritu de superación para ser útil e importante por el valle de la sombras de Segunda, su figura ha conservado la esencia del deporte más genuino, la que describe el círculo cerrado y entrañable de disfrutar de lo tuyo junto a los tuyos. En su legítimo anhelo por continuar, quizás sí se haya equivocado en no ser él quien elija su destino una vez que se veía con nitidez que ya no contaban con renovarle.

La gente le ha querido y le quiere precisamente por su cercanía; por la ausencia de hipérboles en sus conversaciones y explicaciones, siempre directas y, en ocasiones, edulcoradas a conciencia para no hurgar más en los cientos de heridas de este club en la última década. En este tramo final también ha tenido que escuchar ácidas críticas relacionadas con su edad y su rendimiento, peaje que ha pagado dolido pero sin rechistar. Más que un líder natural ha sido una referencia de sentimientos entroncados con su profundo sentido de lo familiar, un chico de pueblo y para el pueblo a mucha honra, para honrar y agradecer hasta donde le ha sido posible la oportunidad de vestir cada fin de semana la camiseta del Real Zaragoza, de inhalar el aliento de una afición de la que siempre ha sido y será un miembro más. Cuando un jugador de su tamaño se va del campo sin billete de vuelta, suelen presentarse como una avalancha las alabanzas funerarias, muchas sinceras y ciertas, otra gran parte sobredimensionadas sobre sus bondades. Para mí, Zapater no puede quedarse en palabras ni en homenajes; mucho menos en el cajón de los recuerdos. Si la nueva propiedad pretende transmitir de verdad el calor que todavía no ha logrado, debería respetar su lugar y conservar su imagen en el organigrama del club el mismo día que decida colgar las botas, algo que aún está por ver. La del último campeón, pero, sobre todas las cosas, de eterno enamorado del Real Zaragoza que mientras, por ejemplo, enseñe a un niño a chutar estará sembrando en su pequeño corazón la inmensidad de hacerlo aquí. La de una montaña de afectividad dispuesta a dejarse escalar para, desde su cumbre de experiencias, explicar al que llegue que no hay vistas mejores, ni una razón para sentirse más orgulloso.

One comment on “Zapater en su montaña

  • José Rodríguez Benítez , Direct link to comment

    ALBERTICO ZAPATER, es ha sido y será SANTO y SEÑA del REAL ZARAGOZA, el eterno CAPITAN y un GRAN CAPITAN , no se le da valor por es de aquí y CANTERANO.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *