Recuerdo que, a finales de los años 80 del siglo pasado, decidimos mi mujer y yo acudir todos los viernes al cine y disfrutar del estreno de la semana. Una costumbre que durante décadas mantuvimos incluyendo a nuestro hijo cuando tuvo la edad para gozar de este espectáculo. Desde la pandemia perdimos, por motivos obvios, esta maravillosa rutina. Y como ya hice desde casa «Tiempo Extra» con un equipo transmisor hasta el año pasado, me he acostumbrado a salir muy poco. El podcast de twitter «Minuto 32» también lo realizo desde mi museo de la radio, como los audios o las crónicas del Real Zaragoza en YouTube. Desde que dejé de radiar los partidos del Real Zaragoza en 2019 por decisión propia, no he vuelto a la Romareda porque con lo que he disfrutado durante más de cuatro décadas ha sido con las transmisiones de los partidos y los operativos especiales.
Volviendo al cine, ayer volví con mi familia a ver una película, Oppenheimer, dirigida por Cristopher Nolan y que me pareció una obra maestra a la vez que un relato terrible sobre el poder. Y llegué a la conclusión que los dirigentes de ahora, ridículos y mentirosos, no les llegan a la suela de los zapatos a los políticos norteamericanos de la «Guerra fría» con presidentes como Truman o jefes del FBI como Hoover y su persecución de activistas, políticos y estrellas del espectáculo.
En cuanto al Real Zaragoza disfruto del momento de emoción e ilusión de la afición con los más de veinticinco mil abonados que se se unen a la quita prevista de la deuda con una inversión de 20,2 millones de euros de la propiedad, la decisión del TSJA que permite la licitación del proyecto de la nueva Romareda y la consecución de fichajes, que no cesiones, por parte de un Juan Carlos Cordero que se ha convertido en un referente para la afición blanquilla que seguirá unida levantando y exigiendo al club el regreso a la Historia, con mayúscula.