Si alguien disfruta o merece hacerlo como nadie de este momento del Real Zaragoza son Francés, Francho y Azón, los que sólo han vivido el infierno más profundo del equipo, futbolistas que se estrenaron en la profesionalidad para salvar al club y hoy son titulares
Todos se merecen disfrutar de este momento, de una atmósfera empapada por la ilusión que brota del manantial imperecedero de la afición y de un contexto ideal, dos partidos ganados en el estreno de la competición que se traducen en nada menos que en un liderato pendiente de confirmar al final de la jornada. Acaba de estrenarse la temporada y es demasiado temprano para garantizar un final feliz, pero la esperanza que había cogido alas en este verano desde el despacho de Juan Carlos Cordero está tomando además cuerpo con un equipo corajudo y hambriento, no exento de calidad, vertebrado para competir de verdad contra cualquiera. El vestuario es una fiesta, por lo menos hasta el próximo compromiso en Tenerife, pero en absoluto un guateque por un buen triunfo. En la plantilla late un gen ganador administrado por un entrenador congruente, dos valores imprescindibles para saber interpretar como corresponde los días de rosas y los de espinas, que los habrá. Por fin hay una línea recta sobre la que discurrir con respeto propio y ajeno pero sin las angustias de los últimos tiempos.
Con montañas y valles de por medio todavía, si alguien merece exteriorizar o interiorizar la alegría hoy son tres futbolistas de la casa, tres jugadores que fueron reclutados en edad juvenil para sumergirse en un infierno irrespirable. Por cualificación, y también por demanda de una economía empobrecida, Francés, Francho y Azón se hicieron un lugar y se erigieron en tres piezas clave para la supervivencia de la institución a todos los niveles. Cada uno a su manera, con el sello del orgullo de jugar con los mayores, fueron adquiriendo más madurez que ninguno precisamente por ese plus de responsabilidad y pertenencia frente a amenazas constantes de descensos, de situaciones muy comprometidas e incluso esquivando las dudas de sus técnicos, que al final tuvieron que reconocer la influencia de sus corazones zaragocistas en un estado constante de alarma. Esa es la cuarta temporada, todos ya con sus contratos profesionales bajo el brazo bajo el amparo de la nueva propiedad y con la piel curtida por las lesiones , con plaza fija en el Real Zaragoza y los tres han sido titulares frente a Villarreal B y Valladolid. El escenario ha cambio. Antes que tenían que luchar en una tropa diezmada de recursos y ahora por conservar su puesto de privilegio en una comunidad con más competidores. No paran de moverse sin embargo estos maños hasta la médula.