Sí, se consiguió un punto frente a un enemigo temible, pero ceder La Romareda para que otro equipo celebre su fiesta duele por mucho aunque te regalen algo del ajuar. No se puede mirar para otra parte, ni correr ese tupido velo que la Fundación 2032 ha elevado como un muro en honor de la mayor de las incompetencias deportivas en la historia de las instituciones de este calibre. Ver al Espanyol sonreír y abrazarse al final del partido; encontrar ese tuit en la cuenta del Real Zaragoza felicitando a los pericos por su ascenso (un gesto elegante y obligado) produce una tremenda impotencia. Todavía restan tres o cuatro puntos para ratificar la permanencia después de cuatro jornadas consecutivas sin ganar y no queda más remedido que aceptar el empate como un resultado magnífico en el contexto que corresponde. En el doble fondo de este triunfo artificial reside sin embargo el mantenimiento de una mentira que por repetida se quiere presentar como una verdad incuestionable: el de la ruina heredada como argumento para justificar la torpeza financiera. El Espanyol ha subido en diez meses con un presupuesto estratosférico comparado al aragonés, pero el Elche lo hizo la pasada temporada con bastante menos… La capacidad económica condiciona mucho pero no lo explica todo. El plan de futuro que tienen los salvadores es afianzarse en esta categoría con la venta de jugadores y con concesiones de capital público. Hasta ahí llegan sus recursos, su imaginación, sus dotes gestoras para diseñar un proyecto visible, no como hasta ahora, bosquejos de la improvisación, del desarraigo, del monopolio inmovilista y anacrónico que les define como marca obsoleta. El club necesita un cambio de propiedad. Existe interés externo, pero nadie ha puesto una oferta concreta sobre la mesa seguramente porque muchas de sus patas cojean. El Espanyol hizo del Municipal su salón de festejos, ese museo al fútbol como arte y que hoy en día se reserva para bodas y bautizos. Para un empate que seguramente ayudará a la salvación del equipo, no de una directiva sin categoría suficiente para impulsar a este club, a esta ciudad, donde han llegado en sus propios negocios.