Sanllehí y Cordero, a la estela de las últimas palabras de Jorge Mas, suben el tono de la ambición y hablan ahora de ascenso, cuando más complicado está para un equipo con considerables vacíos en el juego y en la plantilla
Jorge Mas insinuó en su última visita a Zaragoza, porque el final estas cosas son asuntos de estrategia muy bien calibrados, que el Real Zaragoza debería ascender esta misma temporada. El fondo de inversión al que representa sabe perfectamente que esa opción es remota y no le coge de sorpresa, pero las fiestas navideñas, este año más golosas que nunca por lo extenso del parón, la salida de curva sobre el proyecto de verano y el estancamiento deportivo en zona de nadie recomendaban un mensaje más optimista de lo habitual. Todo es posible ha sido el villancico, entonado además como formal coro infantil por la mayoría de los medios de comunicación, unos por su alianza con el poder y otros por su pura ingenuidad. Claro que el Real Zaragoza está a tiempo de subir a Primera, incluso como campeón de Segunda, pero la realidad es uno de los aspectos de la vida más complicados de enmascarar por mucho empeño logístico que se emplee.
Raúl Sanllehí, cuya labor de director general no transmite mucha confianza futbolística en contraste con su instruida función de servil eslabón institucional, y Juan Carlos Cordero, a quien se le ha desmontado un plan al que todos pusimos a volar antes de despegar, han seguido la estela del presidente para subir el tono de la ambición. Este triángulo sigue defendiendo que lo fundamental es crear una estructura de futuro, pero este deporte y sobre todo este club con once temporadas de plagas consecutivas a sus espaldas entienden que la fecha de caducidad de la paciencia fue ayer. La estupenda gestión económica, con una deuda aún de gruesas exigencias que todo lo condiciona, suele exponerse como argumento de un viaje prometedor, pero nadie concreta por cuánto tiempo el equipo rodará por esta vía estrecha. «Roma no se hizo un un día», apuntó Sanllehí en una edulcorada entrevista televisiva a la medida, para después animar a patricios y esclavos con un «por supuesto que el ascenso es posible. Estamos a cinco puntos del playoff y tenemos un equipo muy competitivo». Cordero, por su parte, comentó en la presentación de Edgar Badía estar «encantado» con la plantilla que confeccionó en la ventana estival y que los que lleguen, que seguramente no serán más de dos incluido el portero, lo harán para «complementar y mejorar» lo que hay. La prudencia y la manipulación se la dan la mano en una extraña sociedad, muy propia de la desorientación, la ambigüedad y la orden subliminal de la jefatura de vender humo a la espera de imprevisibles designios del destino.
El Real Zaragoza no está a cinco puntos de la promoción, sino a 38 para sumar 64 al final del campeonato, la cifra tipo para poder alcanzar la sexta plaza. Se evita recordar que se encuentra a seis del descenso porque, efectivamente, tampoco es cierto. 14º en la clasificación, por el momento sin su portero titular, Cristian, ni su delantero referencial, Bakis, mientras se busca un lateral izquierdo y aparece un fantasmal parte médico que acelera las recuperaciones del argentino y del turco. Con muy poco gol y con la peor tarjeta de asistencias de la categoría, el conjunto aragonés está en una delicada situación con considerables vacíos en su juego, fichajes que no rulan y una plantilla de la que sólo saldrá Poussin. No hay nada de fabuloso en este contexto de descalabro que se trata con una condescendencia insolente. Julio Velázquez deberá administrar un milagro para el que sus superiores gastan más palabras huecas que dinero, un ascenso o playoffs matemáticamente posibles si Dios quiere. La estructura del cielo va cogiendo forma, pero el Real Zaragoza sigue en el limbo deportivo, que es el infierno que gobiernan los optimistas a sueldo.
Excelente retrato de nuestro Real Zaragoza. Lo demás, es humo, mucho humo. O como Sabina: «ruido, mucho ruido «. Y seguimos en Segunda. Y por cierto, la figura que representa este Jorge Más, es bastante lamentable. Quiénes sean los dueños del Club deberían tenerlo en cuenta. ¿O es mucho pedir?
Alfonso tu que tienes acceso directo a los mandos del Club, te lanzo una idea, el minuto de silencio que debe guardarse por Don César Alierta se relice con un minuto de ininterrumpidos aplausos en vez de con silencio, a él le debemos todos los zaragocistas que nuestro club no desapareciese, directa e indirectamente siempre siempre estuvo para salvar a nuestro Real Zaragoza.