El Real Zaragoza se enfrenta al Andorra, en descenso pese a ser el equipo con mayor posesión de la Liga, para huir de los demonios que maltratan su inestable personalidad y su ilusión por un ascenso que ya no admite más errores
El Real Zaragoza no es un equipo tan horrible como el que no jugó en Elda pese a estar en el campo. Pero no es un equipo, al menos aún, después de 22 jornadas por las que ha circulado por esta gincana que es Segunda. Tiene futbolistas con nombre y cartel que han dejado pinceladas estupendas como en Gijón y ante el Leganés, y a ráfagas contra Eibar, Espanyol y Levante, cinco de los seis primeros clasificados en este momento. Poca cosa, sin embargo, en contraste con los malsanos encuentros que ofreció frente a Racing, Ferrol, Mirandés, Elche, Huesca, Albacete y Amorebieta. Si está 14º no es por casualidad. No le han funcionado los delanteros ni la mayoría de los fichajes de verano salvo Maikel Mesa, se ha cargado de lesiones y ni Fran Escribá ni Julio Velázquez han conseguido armar en serio un grupo para competir con regularidad. Esa es su realidad, un viaje constante por una noria donde los demonios de su inestable personalidad le tienen con el alma en vilo y muy lejos de objetivos cada jornada más irreales por mucho que se infle el globo del optimismo. Se espera que Juan Carlos Cordero tenga mejor ojo en la ventana de invierno que en la de verano, pero cuando se habla de fichar un punta que eleve el nivel ofensivo, se acude a la recuperación de Bakis como ilusionante remedio a las penurias atacantes. El turco no hizo un gol antes de visitar la enfermería, y si vuelve, necesitará tiempo para entrar en la dinámica del grupo y retomar el ritmo. Algo de tomadura de pelo tiene este escenario que se quiere pintar idílico, con el ascenso en boca de muchos, no del entrenador.
Tomar contacto con la promoción es ya una empresa titánica que implicaría, en primer lugar, sumar victorias una detrás de otra, para lo que sería imprescindible, al margen de la obviedad de que en los días que restan de enero hay que reforzar la plantilla más que con Badía y un lateral izquierdo, que futbolistas como Jair, quien será baja mañana en la visita del Andorra (20.30), Mouriño, Aguado, Toni Moya, Manu Vallejo, Azón y Sergi Enrich, en unos casos más que en otros, aumenten su rendimiento. Mesa lleva siete goles, magnífica cifra, y Mollejo, cuatro. Por números son los mejores, pero no estaría de más que ambos tuvieran continuidad en los partidos. El de mañana, de regreso a la insegura Romareda, será frente el equipo que más posesión tiene del campeonato, el 66% (el 56,3% tienen los blanquillos), lo que esta campaña, al contrario que la pasada, no le ha servido para campar orgulloso por la clasificación. El Andorra de Eder Sarabia se halla en posición de descenso después de ganar tan sólo uno de sus últimos diez partidos aun siendo dominante en todos, con los mismos problemas para ver puerta que un Real Zaragoza en 17 partidos ha vencido en dos. No obstante, el conjunto del Principado conserva los rasgos de una apuesta firme por un estilo valiente, de constante protagonismo, todo lo contrario que este Real Zaragoza que nunca se sabe por dónde va a salir.
Sin Jair, en picado y sancionado, Julio Velázquez no quiere desvelar si seguirá aferrado a la defensa de cinco con la incorporación de Lluís López o, como parece, apostará por un 1-4-4-2 en función también de cómo se encuentre un Quentin Lecoeuche al que no quiere forzar después de los 70 minutos que disputó ante el Eldense tras superar su lesión. De lunes a viernes ha pasado poco tiempo como para que el francés asuma el riesgo de exigir al máximo su frágil tejido muscular. Como el técnico ya ha adelantado que Francho no saldrá de lateral izquierdo, quizás Borge pueda aparecer en la alineación… El entrenador salmantino no suelta prenda en nada, como si le fuera a robar al alguna patente, cuando lo realmente importante es que consiga de una vez que el grupo entienda su mensaje si en el fondo lo hay. El partido del Andorra en La Romareda, donde la afición sólo ha disfrutado de cuatro victorias, tres en septiembre y una en diciembre cuando tumbó al líder Leganés, contiene ese perfume tan reconocible de última oportunidad para no despedirse de una ilusión y de portazo a los sueños en caso de una nueva decepción. Es un exorcismo en toda regla. Luego vendrán otros si esta vez logra sacarse al diablo del cuerpo, que amenaza con la eterna posesión del Andorra.
Tengo todavía en la retina el baño de juego y la superioridad aplastante del Andorra de Bakis y Aguado en su último partido en la Romareda.
Qué este equipo esté en posiciones casi de descenso dice muy poco del fútbol. Llevo viendo los partidos del Andorra y muchas veces he pensado que su estilo de juego y disposición en el campo me gustaría que fuera algún día el del Zaragoza, se disfruta, pese a su clasificación, viéndolos.