Lo he comentado con tono irónico y divertido otras veces con la provocadora manera de ser que quiero que me caracterice: «Ocurra lo que ocurra, jamás digas después de una serie de tragedias consecutivas, ¡qué más me puede pasar!». Excepto la muerte como final de la existencia, estamos abocados a experimentar incontables desastres que puedan desollarnos y quedarnos sin voz para gritar de dolor. En la misma línea siempre digo con la experiencia de una vida amplia e intensa que «todo es susceptible de empeorar». Esta reflexión en voz alta que procuro trasladar a mi círculo más cercano coincide con mi apreciación del sentimiento zaragocista. Con una victoria se cree en la posibilidad del ascenso y con una derrota hasta los cincuenta puntos están muy lejanos. Y ni te cuento si le ganas al Sporting de Gijón en la Romareda pero pierdes por una grave lesión a Guti, el espartano que iba a levantar su espada y unir al equipo en pos del deseo colectivo de regresar a Primera División.
He luchado por conseguir gestionar mis emociones hasta parecer no sentirlas y que mi respiración y pulsaciones sean lentas mientras asimilo un contratiempo. Además de no perder nunca la razón por actuar de manera beligerante, sorprendes al provocador porque no está preparado para ello. En consecuencia no me planteo el ascenso esta temporada de la misma forma que no creo en que se puedan tener problemas de permanencia, mientras dejo la puerta abierta a la posibilidad de conseguir un puesto en la promoción y luchar con valentía para ello. Todo esto con la exigencia a los jugadores, cuerpo técnico, director deportivo, director general y quien le traslade a Sanllehí las órdenes oportunas en nombre de la propiedad. Falta una persona reconocida y con la suficiente historia para desempeñar el papel de interlocutor entre la afición y el consejo de administración y entre éste y el zaragocismo.
El fútbol español está enfermo y su calidad media ha descendido de tal manera que en los próximos años estaremos al borde del precipicio. Por eso es fundamental crear una vía de combate que, desde la soledad más absoluta, una a la plantilla y a la afición para elevar el nivel de intensidad y combatividad. Lograr la inmortalidad sin temer la pérdida de la vida en el intento.
Falta una persona reconocida y con la suficiente historia para desempeñar el papel de interlocutor entre la afición y el consejo de administración y entre éste y el zaragocismo.
Excelente reflexión Paco, el zaragocismo demanda alguien que le hable y que le haga sentir como algo suyo lo que ocurre dentro del club, lo peor de la era Agapito no fue el desastre económico, el naufragio deportivo las salvaciones contra Getafe y Levante no gustaron al zaragocista de corazón, e institucional, nos robó la identidad y eso construido en décadas cuesta recuperarlo mucho tiempo, ser un club señor respetado en toda España, los jugadores no dudaban en venir a nuestro Real Zaragoza, las canteras prolíficas de los grandes clubs que no pueden dar cabida a todos los jugadores elegian Zaragoza para observar el salto cualitativo de sus jugadores, nuestros entrenadores ejemplo, Victor Muñoz/Victor Fernandez, desarrollaban ruedas de prensa en las que nos hablaban de fútbol y no justificaban malos resultados por jugar en campos pequeños o grandes, no invadian el césped al término de los partidos señalar que el césped es de los jugadores y contaban con el respeto de rivales y medios de comunicación nacionales, no como el actual Julillo el del staff que acabara de comentarista en DAZN explicando con expresiones rebuscadas el fútbol .
Todo lo anteriormente expuesto es lo que nos robó Agapito, el fútbol no son solo resultados, pertenecer al Real Zaragoza como dirigente, director deportivo, entrenador, jugador, aficionado es una manera de ser y de circular por la vida ye en esto deberían estar los que llevan las riendas de nuestro club, el Real Zaragoza.