El entrenador acalla los tambores de su destitución en caso de derrota en Pucela porque se siente validado por una directiva que sólo contempla un nuevo relevo en caso de máxima proximidad al peligro
No hubo reunión posterior a la derrota frente al Amorebieta para conceder a Julio Velázquez una nueva y última oportunidad en la defensa de su cargo este sábado en Valladolid (18.30). Lo ha dicho el entrenador, y hay que creerle pese a que los resultados y su terrible gestión del equipo hayan abortado alguna remota posibilidad de llegar a tiempo de postularse a la sexta plaza. Hay Velázquez para rato en contra de la opinión popular y posiblemente de la sensatez que aconseja cambiar a un entrenador escudado en justificaciones esperpénticas. Sólo una catástrofe sin supervivientes en Pucela podría situar al técnico a las puertas de un despido que no se contempla porque la directiva considera que no merece la pena acometer el relevo en tierra de nadie. Sanllehí y Cordero, descartada la promoción de ascenso, van a esperar a que se cumpla el expediente sin apuros, a que se logren unos diez o doce puntos más y dar carpetazo a otra temporada gris, la undécima consecutiva en Segunda. Este a muerte con Velázquez con la boca pequeña, sin embargo, supone un riesgo en el caso de perder este encuentro y no vencer el próximo contra el Espanyol. Se llegaría a la visita a Anduva en estado de pánico. La situación global, aunque se presente con calma y naturalidad, resulta de una irresponsabilidad suprema antes de jugar en el José Zorrilla. Ni siquiera el triunfo explicaría el porqué de este inmovilismo.
El técnico salmantino ha perdido todo el crédito, también para sus superiores aunque se agarren a la mínima reacción exigible en las 13 jornadas que restan. Expone que la «injusta» derrota ante el Cartagena ha originado una corriente muy negativa y perjudicial para sus futbolistas en la cita con el Amorebieta, cuando ha sido su intervención en cada encuentro la que ha propiciado el caos absoluto de unos futbolistas incapaces de resolver la confusión por sí mismos. El Real Zaragoza no juega al fútbol ni a nada que se le parezca. Aburre, no sabe qué hacer con el balón salvo colgarlo al área como si fuera un trapo y permite que el rival, al margen de su tamaño, le someta con estrategias básicas, un par de llegadas y una mejor administración del centro del campo. El Valladolid dispone de muchos más argumentos, sobre todo en su estadio, para equilibrar su modestísimo rendimiento de visitante. Si hay algo a lo que agarrarse es la resistencia del conjunto aragonés lejos de La Romareda, donde es el equipo que menos pierde de la competición, un consuelo insuficiente porque por contra gana muy poco, justo lo que se necesita en estos momentos.
Regresa Fran Escribá a la titularidad para enterrar sospechas sobre un castigo por no cerrar su continuidad, y se quedan fuera Francho, Mollejo y Mouriño en una citación con siete futbolistas con ficha del filial. Todo es inseguro, amenazante y nocivo en manos de un entrenador con el pasaporte de continuidad firmado por cabecillas de poca monta en espera de que un día, si se complican las cosas, decidan que la muerte los separe contrarreloj. El Real Zaragoza se tambalea en manos de inconscientes.
La lista de ⚪️ pic.twitter.com/NlZIenSpoO
— Real Zaragoza (@RealZaragoza) March 8, 2024