El técnico, cuya principal misión está enfocada en la próxima temporada, debe reactivar a Jair, Aguado, Moya, Bakis y Vallejo para ofrecer algo diferente a sus antecesores y quitar el susto del cuerpo al equipo
El Real Zaragoza va jugar de otra forma con Víctor Fernández. No cabe la mejor duda por la distancia conceptual que le separa de sus antecesores. El técnico aragonés, por estilo y principios, también por placer personal, no entiende este deporte sin ser protagonista. Lo va a intentar en su debut contra el Espanyol, un rival de máxima exigencia y, suceda lo que suceda, insistirá en transmitir al grupo sus mandamientos innegociables más allá de este encuentro. Tiene el mismo problema que Fran Escriba y que Julio Velázquez, una plantilla de perfil bajo y acongojada por la reducción colectiva e individual de rendimiento que ha provocado una racha terrible de resultados. Para desmarcarse lo antes posible de esa aproximación al peligro tiene un trabajo colosal aunque sin urgencias porque la permanencia no va a reclamar más de tres victorias en 12 jornadas.
De este Real Zaragoza se ha visto todo y poco bueno. En algunos casos, la productividad ha resultado decepcionante, impropia de futbolistas que nunca habían ofrecido peor imagen. Para presentar y sobre todo conseguir ese cambio táctico y emocional que tiene la confianza, más que una tarea psicológica se necesita la complicidad y la responsabilidad de jugadores con perfiles diferenciales que hasta la fecha se han dejado llevar por la fatalidad, la depresión o un bajón de prestaciones propiciado por la incomprensión de los mensajes de los entrenadores y por si propio desenganche. Víctor Fernández atenderá el problema global, pero esa corrección le pide la ineludible aportación de cinco piezas clave para conseguirlo: Jair. Aguado, Moya, Vallejo y Bakis.
En defensa, los costados han sido un dolor de cabeza por la lesión de Nieto, la poca chicha de Lecoeuche y Zedadka, la negativa a fichar un lateral izquierdo y el repentino eclipse de Gámez. La portería sufrió un grave colapso con la baja de Cristian, pero con Badía la situación se ha solventado con ciertas garantías. En esta linea protectora, sin embargo, el daño se localiza en el eje, por el incomprensible traslado de Francés a un espacio lateralizado que le ha perjudicado y por el desplome de Jair. El portugués, de una extraordinaria regularidad, no es un central a las finas hierbas, pero en esta categoría, su rotundidad aérea y su lectura el la anticipación y el corte cotiza bastante más que el ligero perfume de Lluís López o las buenas pero aún tiernas vibraciones que transmite Mouriño. Convendría que Gámez espabilara a la par de Jair, porque en la izquierda el margen de mejora es una incógnita.
En la medular, Francho, Mollejo y Valera pese al caos al que han sido sometidos estos dos últimos como carrileros, están activados. No ocurre lo mismo con Moya y Aguado, que han compartido minutos sin llegar a sintonizar jamás. El canterano comenzó como un tiro, liderando el rombo de Escriba, para entrar poco a poco en un estado de rehén posicional, con pocas soluciones con la pelota salvo la obviedad del pase de seguridad. Aguado es mucho más, si bien necesita un escenario más dinámico en su horizonte, no la actitud estática de sus compañeros sea por orden externa o por movimientos demasiado previsibles. Toni Moya ha compartido las sombras de ese apagado centro del campo, y lo ha hecho con cierto desdén. Es quien mejor, por no decir el único, que sabe interpretar el último pase sobre la línea de tres cuartos, y dispone de la pierna con más potencia para el disparo de media distancia, una virtud que apenas ha mostrado ni siquiera en las faltas. La recuperación pasa en gran parte por ellos, a quienes Guti había iluminado bastante en el único partido que pudo participar.
Las combinaciones ofensivas han sido un desastre. Los ocho goles de Mesa no han maquillado un ataque de delanteros o agitadores sin gol, soluciones personalizadas ni acierto finalizador. Azón, al menos está temporada, ya dicho todo lo que tenía que decir, sufriendo un retroceso considerable en su proyección, y Enrich ha resultado un fiasco como revulsivo. Lo más inadmisible es la pereza de Manu Vallejo, quien debería haber sido, por cualidades y experiencia en la élite, un habitual en las alineaciones y en las acciones ofensivas y se ha quedado viendo marcharse el tren con desidia. Víctor no pasará por alto que Vallejo es fundamental para sus planes. Como también lo es Bakis. El turco se fue a la enfermería sin marcar un solo tanto, y apunta a reaparecer en cualquier momento, posiblemente en Anduva. Es el 9 y tiene que responder como tal. Si el técnico quiere un salto cualitativo, reclamará a todos, pero a en especial a estos cinco. Sí o sí.