El portero cedido por el Elche es el tercero menos goleado de Segunda desde que debutara hace 11 partidos, lo que no ha impedido que el Real Zaragoza se desmorone con 10 puntos de 33 fruto de siete pobres tantos a favor
Mire por donde se mire, análisis sobre análisis y reflexión tras reflexión, este Real Zaragoza sin victorias desemboca en su terrorífica producción ofensiva. No ha tenido nunca una defensa brillante con todo tipo de experimentos de por medio y una crisis constante en ambos laterales y por bastante tiempo en la portería, pero cuenta con el mejor cuarto escudo de la categoría después de Leganés, Elche y Huesca. El equipo aragonés ha concedido poco en su área, pero lo suficiente para pagar muy cara su ridícula tarjeta atacante, sólo empeorada por Alcorcón, Amorebieta y Andorra. Ese brutal contraste le ha impedido remontar un único encuentro y empatar tres 1-0 de Racing, Espanyol y Amorebieta: si le marcan primero, es carne de cañón, lo que ha sucedido en once partidos con especial congoja contra un Cartagena con diez jugadores, y para cinco veces que disponía de una suculenta o mínima ventaja, Sporting, Eibar, Levante, Burgos y Eldense le negaron el triunfo o directamente se disparó en los pies con certera puntería. Su delicada situación en la tabla no es producto de la casualidad sino de una delirante inestabilidad competitiva que tiene como epicentro todo lo que se refiere al fútbol en su faceta creativa, desde la medular hasta la delantera.
En este Real Zaragoza perdido entre dos tierras, hay un pieza que nunca desentona y que incluso ha impedido que la suma de derrotas aumente. Se trata de Edgar Badía. La portería fue un tormento hasta que el guardameta catalán apaciguó el caos que se había producido por las lesiones de Cristian, los errores de Poussin y la poca confianza que hay depositada en Dani Rebollo. El Elche, donde Sebastián Beccacece lo había retirado de la competición desde la séptima jornada, accedió a su cesión en el mercado de invierno y Juan Carlos Cordero, sacudido por el decepcionante rendimiento de casi todos sus fichajes, encontró un profesional solvente para cortar la hemorragia en esa posición por la lesión del argentino y las mínimas garantías sus relevos. Badía ha respondido a las expectativas y en las once jornadas que ha jugado se ha convertido en el tercer portero que menos ha encajado de la categoría. Desde su debut frente al Eldense hasta el pasado domingo en Anduva ha acudido a recoger el balón dentro de la red en ocho ocasiones. Mejores números que él en este periodo presentan Álvaro Fernández (4, Huesca) y Dituro (6, Elche), e iguales Diego Conde (8, Leganés) y Jordi Masip (8, Valladolid). Su firmeza, sin duda, ha sido mancillada por sus compañeros, incapaces de compensar su trabajo en el área de enfrente.
Su relación con el Real Zaragoza expira esta misma temporada. Hay una cláusula que le hubiera permitido seguir a coste cero en caso de ascenso, pero esa hipótesis queda descartada, por lo que la dirección deportiva, si desea su continuidad, tendrá que negociar con el club ilicitano, con el que tiene contrato hasta 2025. En estos momentos, con las recaídas de un Cristian al que se le buscó un heredero ante el temor, como así ha ocurrido, que la edad (38 años) pudiera pasarle factura como para soportar un curso entero, y el deseo de Cordero de buscar destino o salida a Poussin y Rebollo pese a que el primero firmó hasta 2026 y el segundo renovó hasta 2025, Badía aparece como una sólida apuesta para el futuro inmediato.
Badía: «Ahora hay que dar un paso adelante a nivel ofensivo, empezando por mí mismo»