Cinco equipos en descenso, uno de colista, le ganan en La Romareda, uno le derrota en inferioridad numérica también en casa, seis le marcan a partir del minuto 86 y tres lo hacen antes del 10
El Burgos llamó a la puerta de La Romareda con la preocupación y el respeto que siempre impone este campo por historia y afición. Además, fuera de casa era el segundo peor de la categoría y el más goleado, pero en sus informes también traía un dato para ilusionarse con sus opciones de seguir peleando por el playoff: el Municipal ya había sido asaltado por siete conjuntos esta temporada. El Real Zaragoza se descompuso una vez más y sumó su 14ª derrota en este curso con el mayor revolcón ante su gente (1-3), una constante perdedora que explica bastante bien qué tipo de equipo es. La inconstancia, la falta de concentración en momentos puntuales y los múltiples defectos de fábrica de la plantilla se han ido revelando a lo largo del curso, pero sobre todo en los partidos que ha dejado irse sin sumar un solo punto. Todo tipo de clubes, desde aspirantes al ascenso directo hasta un colista han encontrado la fórmula para ganarle con herramientas en nada sofisticadas, por lo general alentados por la sobredosis de fragilidad de un rival anémico.
En cinco ocasiones recibió a adversarios en zona de descenso, y en todas, de una manera u otra, se vio superado. El primero fue el Mirandés, que contó con la ventaja de disputar toda la segunda parte con un futbolista más por la expulsión de Sergi Enrich al borde del descanso. Resistió hasta el minuto 88, cuando los burgaleses trenzaron una triangulación por el mal cubierto flanco izquierdo (algo muy común en el futuro) que Jair, en el intento de despeje, introdujo dentro de la portería de Cristian. Dos semanas después el Alcorcón llegó con el agua por encima del cuello, en la penúltima posición, con un solo triunfo en la mochila y la tarjeta del más goleado. Juanma Bravo y Etaki firmaron un 0-2 que hizo entrar en combustión la primera gran crisis, la que se llevaría por delante a Fran Escribá. El Huesca, que figuraba entre el cuarteto de los peores en ese momento y había logrado tan sólo nueve tantos, la cantidad más baja de Segunda, confirmó la decadencia del Real Zaragoza con dianas de Obeng y Juanjo Nieto (0-2). Si hiriente fue ese golpe frente al vecino oscense, la catástrofe contra el Amorebieta, de nuevo en La Romareda, fue aún más dolorosa: el colista, que no conocía la victoria en sus desplazamientos y con la peor puntería del campeonato, fulminó a los blanquillos en el minuto 97 con una falta directa de Morcillo (0-1).
Su espíritu samaritano con los más necesitados podría competir por el premio Nobel de la Paz. Sin embargo, el Real Zaragoza también se ha distinguido por fomentar sus derrotas cuando se exige la máxima atención, al principio y al final de los partidos. En tres ocasiones le han marcado antes el minuto 10 y en seis, más allá del 86. En Ipurúa, Bautista puso el 1-0, ya inamovible, en el 7, el mismo tiempo que necesitó Puado en el Municipal que entregarle el tesoro completo al Espanyol en el estreno de Víctor Fernández(0-1). Una jornada después, Brugué, a los 180 segundos, adelantó al Levante en el Ciutat de Valencia. Con el tiempo consumiéndose encajó goles siempre para perder de Mirandés (88, 0-1), Éibar (87, 2-3), Albacete (90, 1-0), Cartagena (1-2, 89 para humillarle con un jugador menos por roja a Jairo en la primera mitad) Levante (86, 2-1 con el obús de Dela) y Valladolid (2-0). ¿El colmo? Un ex, Álvaro Giménez, le tumbó de cabeza en A Malata (1-0) en una acción generada por donde fabricó los tres tantos el Burgos, zona explotada antes por Mirandés, Huesca, Eibar, Cartagena, Elche, Valladolid… No hay nada casual en un Real Zaragoza prisionero de su mala salud competidora.
Nos acercamos en números, a aquella temporada en que nos salvamos en el último partido y de aquella manera frente al Gerona.
Peor imposible. Habremos tocado fondo?