La acumulación de bajas, con la medular especialmente damnificada, no es excusa para recurrir a un dramatismo de garrafón para reclamar a la afición frente a un Racing de Ferrol con tejido en gran parte de 1ª RFEF
A casi nadie se le cae la cara de vergüenza en esta vida porque no es consciente de sus limitaciones o porque prefiere maquillarlas. El fútbol no es lugar ajeno a este tipo de mascaradas, y el Real Zaragoza se ha convertido en el rey de un carnaval deplorable. Aún está en juego la confirmación de su permanencia, que se producirá sí o sí en una de las tres jornadas restantes después de una temporada donde cada uno de sus protagonistas, desde los despachos al césped, habría sido duramente recriminado o expulsado de su cargo cuando el socio tenía en su mano el poder. El próximo domingo, el conjunto aragonés dispone de la primera oportunidad de certificar su salvación, y lo tendrá que hacer duramente castigado por las ausencias, con la medular especialmente damnificada. Para este encuentro, importante pero en absoluto clave, Víctor Fernández y el club han prefabricado poco menos que una tragedia griega. Es cierto que Jaume Grau, tras la baja de última hora de Moya y las ya conocidas de Francho y Aguado, es el único jugador de la primera plantilla apto por naturaleza para actuar en esa zona. Cuando ocurren este tipo de incidencias graves, que por lo general afectan a muchos equipos a lo largo de un curso, los entrenadores, en lugar de esparcir lamentos en un constante funeral, se focalizan en hallar soluciones. Lucas Terrer o Vaquero, o ambos, van a tener que asumir la titularidad o minutos, aunque también hay otras opciones como el desplazamiento de futbolistas a esa parcela por desconocida y poco habitual que les resulte. Lo más lógico, sensato y equilibrado es que uno chicos del filial esté en el once, que por otra parte, al margen de este cambio, podría ser el mismo que estuvo a punto de empatar en Oviedo.
Terrer o Vaquero van a estar junto a Grau. ¿Cuál es el problema? ¿Su falta de experiencia? ¿Un cambio de escenario competitivo? El mensaje del cuerpo técnico ha tendido a la alarma. Se comprende su preocupación, pero no ese pico de histeria. Donde los jóvenes canteranos no alcanzan por veteranía, lo harán por ilusión y por cualificación para este momento puntual que les reclama y para que el que están preparados. En lugar de repasar las esquelas y llorarlas, Víctor y sus ayudantes deberían centrarse al máximo en transmitir con rotundidad su fe y su confianza en quienes se van ocupar de ayudar al equipo en una situación crítica a la que se ha llegado por el conducto de la pésima respuesta de los profesionales en todas las áreas. Estamos en la venta al por mayor de un dramatismo de garrafón, reclamando a la afición como jugador número 12 para una final cuando la hinchada siempre ha portado el dorsal 1 en importancia, compromiso, sentimiento y apoyo incondicional, especialmente en esta travesía de once campañas por Segunda que la avalan como el gran sostén emocional de la institución, muy por encima de propiedades cuyo latidos se localiza en sus propios bolsillos. No hay extremos, no hay gol, no hay fútbol, no hay sangre en los ojos… Cordero es Belcebú. El director deportivo se ha equivocado a lo grande, pero hay que admitir de una vez que a su errores han colaborado jugadores sin pudor alguno en mostrar versiones insospechadas por pobres o por desinterés.
Víctor Fernández se ha encargado de cuestionar el trabajo del ejecutivo. Cordero, sin embargo, no ha aparecido todavía en público para comentar que de los diez técnicos que han acudido al rescate de diferentes conjuntos este año y aún permanecen en el puesto, el zaragozano es el segundo que peor números presenta, tan sólo por detrás de Ferrán Costa, del Andorra. Con un porcentaje de un punto por partido le superan Alberto González (Albacete), Luis Miguel Carrión (Real Oviedo), Julián Calero (Cartagena), Manolo González (Espanyol), Felipe Miñambres (Sporting), Jandro Castro (Amorebieta), Antonio Hidalgo (Huesca) y Mehdi Nafti (Alcorcón). También están por encima Luis Miguel Ramis (Espanyol) y Julio Velázquez (Real Zaragoza). Es un dato que te invita amablemente, como mínimo, a estar callado y a dejar de desviar la atención sobre una función incumplida, sobre un fracaso en toda regla trufado además, por desconocimiento del lugar exacto al que llegabas, de promesas incumplidas con las que has empeorado la trayectoria de Fran Escribá y Julio Velázquez. Sólo falta que durante esa semana, se presente al Racing de Ferrol, como ya se ha hecho en otras rivales, como campeón de la Bundesliga. Si se comparan plantillas que no rendimientos colectivos, los gallegos tienen un tejido de 1ª RFEF en su vestuario, a años luz del de un Real Zaragoza económicamente mucho más poderoso, casi el doble. Recordar a la afición la trascendencia de este encuentro es de una insolencia suprema. Remarcar la carencia de efectivos, un clara señal de cobardía. Lucas Terrer y Vaquero pueden colaborar a la permanencia este domingo y no entrarán por la puerta de la leyenda, ese lugar que ha de alimentarse por sí mismo, no por visitarlo por miedo al olvido empuñando una vieja hacha.