Situaciones como la que vive el Real Zaragoza en estos momentos te obligan a reflexionar sobre el futuro más inmediato pase lo que pase con la permanencia. Siempre digo con sorna un refrán que suelo utilizar cuando el dolor, por cualquier motivo, comienza a ser insoportable: «todo es susceptible de empeorar». El desapego del club y de las personas más próximas a él, con quienes he mantenido diferencias y criticado su forma de actuar, ha provocado que siga compartiendo mi opinión con miles de personas en las redes sociales. Estoy satisfecho de ello, como de colaborar en Príncipes de París, expresándome con un lenguaje a veces incomprensible para algunos lectores. En muchos casos consiste en volver a leer ese par de líneas para darse cuenta de su contenido y destinatario. Pero tengo que darle vueltas al futuro para asumir que ser cronista de fracasos continuados termina vinculándote a quienes los han provocado y te recuerden como testigo del naufragio.
No digo ¡valgame dios! que los culpables tengan que ser paseados desnudos por las calles de la ciudad para escarnio, vituperio y vilipendio siendo finalmente crucificados como en la antigua Roma, en absoluto. Han pasado más de dos milenios y ya hemos hecho demasiadas «barbaridades» siendo civilizaciones cultivadas (ahí está uno de los juegos de palabras a los que me refería anteriormente).
El declive que conduce a la oscuridad es tan doloroso como triste y provoca el olvido por la rabia o el recuerdo constante del sufrimiento. «El ocaso de una gran esperanza es como el ocaso del sol; con ella se extingue el esplendor de nuestra vida». Magnífica reflexión de Henry Wadsworth Longfellow, poeta de Portland que nació y murió en el siglo XIX y cuya primera obra fue «El canto de Hiawatha» sobre la épica de los indios norteamericanos y cuya lectura recomiendo. Como también que expongan su máximo corazón, ánimo y fe en los jugadores y cuerpo técnico del Real Zaragoza antes y durante el partido. Y que si se gana, si la permanencia está asegurada entonces, que sufran por vergüenza desde el palco al terreno de juego la rabia contenida hasta ahora de una afición ofendida.
Si os bajáis del carro los poquísimos periodistas que estáis denunciando la desastrosa actuación de los actuales gestores del Club…No lo hagáis, por favor. Y comparto que narrar siempre desgracias es muy duro. Igual que leerlas y saber que son verdad.
Lis que no tenemos que sufrir más somos los aficionados que son 11 años de sufrimiento y decenas y decenas de ridículos continuos, muchos en la Romareda.
El naufragio en el que esta el Real Zaragoza tiene su génesis en Agapito y en todos los que han ido pasando, sentí verguenza de las salvaciones en Levante y Getafe, ya basta de paños calientes y de pensar que los aficionados somos una manada de borregos hay que reaccionar, como dice Paco la Ley de Murphy lleva integrada en el Real Zaragoza hace años «Todo es susceptible de empeorar» y añado nuestra tostada siempre cae del lado untado de mantequilla.
La protesta y la repulsa debe ser unánime, salvarse de esta manera es un oprobio para la afición, mi idea es en el último partido, ya conocemos la manipulación al final de los choques himno a todo trapo y silenciar la protesta, en cada una de las partes en el minuto 32 pitada y pañolada a la vieja usanza para todas las instituciones del Club desde el Presidente al último de los integrantes y por favor en el Real Zaragoza no se celebra una salvación tan humillante. No abandones Paco nos dejarias huérfanos, te necesitamos.