18 de los 22 equipos que han ascendido como primero o segundo desde 2013 han estado entre los cuatro menos goleados. El Real Zaragoza ha sido este curso el séptimo más seguro, su mejor registro de 11 años con un considerable agujero atrás
El axioma no admite debate alguno: una buena defensa es la mejor garantía para subir a Primera por la vía directa. En las once últimas temporadas, 18 de los 22 clubes que han ascendido como propietarios de las dos primeras plazas han acabado entre los cuatro menos goleados. El Real Zaragoza parece dispuesto este curso a intentar lo que hasta ahora le ha resultado imposible, volver a la élite sin someterse a la lotería de los playoffs, de los que ha salido mal parado en las tres ocasiones que los ha disputado (Las Palmas, en la final, Numancia y Elche fueron sus verdugos). En los cuatro ejercicios pasados se ha ganado la merecida fama de equipo sin gol, pero tampoco ha estado mucho más aplicado en labores de contención, un lastre que arrastra desde que descendió. En la campaña recién acabada, ha logrado el mejor registro de su dura travesía al ser el séptimo conjunto menos goleado. Nunca antes se había mostrado tan firme, pero eran tales sus desequilibrios estructurales y conceptuales que termino 15º en la clasificación, apurando la salvación casi hasta el último trago. Se le ha olvidado marcar, pero su historial defensivo está ligado a la mediocridad. Un ejemplo clarificador: en la temporada 19-20, cuando fue tercero con Víctor Fernández, encajó 53 tantos, una cantidad sólo empeorada por siete rivales. Su puntería, claro (el tercero más realizador), le permitió sostenerse la zona de privilegio antes de cruzarse con el Elche de Pacheta en la primera eliminatoria.
Por ahora, esa línea la tiene como muy baja cobertura. Francés cuenta con medio pasaporte para la élite, Jair no cuadra en los planes de Víctor Fernández y Lluís López es un secundario cumplidor y no siempre. No hay laterales derechos ni izquierdos o están en la enfermería, y en el centro del campo, se añora músculo y centímetros para las ayudas. Las miradas están puestas en conseguir futbolistas de brillo ofensivo, sin duda obligatorio, pero tan importante o más en forjar una armadura impermeable. Conseguir la armonía sería lo perfecto, si bien en caso de elegir, está claro que la preferencia en esta competición es disponer del mayor blindaje posible. El estilo del técnico zaragozano se ha definido siempre por la búsqueda del mayor protagonismo ofensivo. Sólo en su etapa en el Celta consiguió notables números defensivos. En principio, y sin fichaje oficial alguno, es muy probable que insista en la línea de juego que le seduce. El encaje de bolillos que le espera a Juan Carlos Cordero es de premio para formar una plantilla nueva y uniforme, con cabeza de león y cola de escorpión. El campeonato, duro y áspero, lo explica muy bien: lo gradado, por encima de todo, es la propia portería.
Los datos y el relato coinciden casi al cien por cien sobre cuáles son las pautas a seguir, la más recomendables. Doce de los 22 clasificados para el ascenso directo como primero o segundo lo hicieron con las mejores retaguardias (Éibar y Deportivo en 2013-2014; Sporting en 2014-2015; Alavés en 2015-2016; Levante en 2016-2017; Granada en 2018-2019; Espanyol y Mallorca en 2020-2021; Almería en 2021-2022; Granada y Las Palmas en 2022-2023 y Leganés en 2023-2024). Y seis estuvieron entre la tercera o cuarta fortalezas (Betis en 2014-2015; Leganés en 2015-2016; Huesca en 2017-2018; Osasuna en 2018-2019, Cádiz en 2019-2020 y Valladolid en 2023-2024). El 82% de los equipos que han dado el salto a Primera sin promoción de por medio en estas once temporadas pertenecen al club de los cuatro más escrupulosos en defensa. Las grandes excepciones fueron el Girona en la 2016-2017, que lo hizo con la novena peor tarjeta de goles en contra y el Rayo en 2017-2018, 13º más descuidado en la protección de su área. El Huesca en 2019-2020 fue el 5º menos sólido, y el Valladolid en 2021-2022, el 6º. Los equipos se construyen de atrás hacia delante y viceversa en un fútbol cada vez más conservador y corporativo, que impone rebajar al máximo el error, los espacios y la aportación individual con fines artísticos. Y según delatan los resultados, hoy en día vencer pasa por defender.