La fórmula extendida y aceptada de utilizar las plataformas digitales para despedirse enfría el fútbol y a sus protagonistas, creando un abismo impersonal
Desde hace un par de décadas, el fútbol vive en un congelador comunicativo. La naturalidad y la proximidad han pasado a un segundo plano. Se quiere tener todo bajo control. El qué, quién, dónde, cuándo y por qué un jugador, directivo o personaje relevante debe ser entrevistado lo eligen las jefaturas de prensa del club siguiendo el corsé de la política y alejándose cada vez más del amplio abanico de expresión que debería ofrecer el deporte. Lo triste es que se va aceptando la fórmula de utilizar las plataformas digitales como vehículo habitual para recibir o despedir a los empleados. Dani Rebollo, como antes muchos y los que restan por venir, ha redactado una carta con mucho sentimiento que, se supone, la ha escrito el portero y no otra mano. Porque hay que dar por hecho que esas palabras brotan de su corazón.
La anulación de las ruedas de prensa en estos casos decapita cualquier posibilidad de que el aficionado reciba no la información, sino el pálpito de un instante humano donde el protagonista pueda entablar incluso una conversación dónde explicar su experiencia y responder a las preguntas de los periodistas sobre momentos que pueden resultar muy interesantes sobre su corta o larga estancia en el equipo. No hay, sin embargo, sello del remitente sin cara a cara, lo que crea una sensación de impersonalidad, de huida, de desgana. Posiblemente se respete la decisión del implicado de no querer aparecer en público, sobre todo si de alguna forma has sido amablemente despedido. No obstante se debería, al igual que se hace en otras cuestiones, obligar por contrato que tanto al abrir la puerta como al cerrarla se haga con idéntica elegancia, permitiendo que el seguidor tenga acceso a la alta o baja intensidad de una despedida de carne y hueso.
Esta verano, por ejemplo, han elegido esta pauta el exdirector general, Raúl Sanllehí, con una extensa epístola en la que casi brinda por su excelente trabajo y no habla nada de que ya había realizado el embarque hacia Miami. Los futbolistas y los entrenadores, con sus respectivas historias más o menos dilatadas y ricas en el tiempo, también recurren a las redes sociales (o antisociales) cuando abandonan la entidad. Julio Velázquez ni eso. El último que incluyó en su equipaje un adiós en vivo y en directo fue Alberto Zapater dentro de una serie de actos del espectacular homenaje que se le rindió en La Romareda. Rebollo no alcanza la estela representativa del ejeano, pero seguro que hay alguien a quien le hubiera gustado saber de su propia voz cómo ha sido su experiencia en el Real Zaragoza más allá de los tópicos. Con Alejandro Francés seguro que habrá una puesta en escena mas calurosa. O no. Puede que toda una vida de zaragocismo se resuma en una circular, en un post.