El Real Zaragoza, la propiedad, puede sacar una buena tajada por Adrián Liso, por quien el Getafe, con Bordalás entregado al extremo aragonés, ha ofrecido tres millones de euros por el 50% de los derechos del futbolista después de que fuera rechazada su primera propuesta de 1,5. El jugador, después de renovar hasta 2029, tiene una cláusula de 15 de millones, pero, lógicamente, es una cantidad de partida negociadora. La plusvalía para el fondo de inversión en caso de una futura venta por parte de la entidad azulona es la causa principal por la que, en estos momentos, se está estudiando muy en serio dar vía libre al traspaso.
Si el fútbol se jugara en el despacho de un economista, en realidad ya es un campo homologado donde se resuelven muchos partidos, Liso saldría hacia Madrid en el próximo AVE. Tiene 19 años, sólo ha disputado 12 encuentros, 8 de titular, y ha marcado dos goles. Lo que ha puesto el Getafe sobre la mesa resulta muy tentador si estuviéramos hablando de una promesa casual cuya progresión está todavía en estudio. Pero no es así. Pese a su escasa experiencia, Liso ha sido fundamental para la salvación del equipo en la pasada temporada con argumentos de futbolista tierno en algunos conceptos pero muy maduro en el descaro y con herramientas para crecer a una gran velocidad.
Bordalás ha descubierto en el chico lo que lleva dentro: un chico con virtudes diferenciales en este deporte, capaz de dar el salto a Primera sin complejos y que, por sus características, encaja en su método belicoso. El fútbol español está viviendo una eclosión de jugadores verticales por fuera, con regate, generosos e inteligentes. Liso pertenece a esa estirpe aun en el marco de Segunda y con un currículum tan breve al máximo nivel. Afronta con valentía todos los retos, trabaja, dribla y tiene una zurda permanente armada.
Si la multipropiedad decide desprenderse del zaragozano por lo atractivo del cheque abierto del Getafe, nadie cuestionará su movimiento financiero. Pero tiene frente así una triple cuestión muy incómoda: cómo justificar ante la afición esa venta cuando el proyecto está enfocado en el ascenso; cómo cubrir su ausencia con un futbolista de su nivel, algo imposible, y de qué manera no evidenciar que el potencial financiero del club está muy por debajo del expuesto públicamente sacando un músculo que no existe.
A Víctor Fernández, a ningún seguidor, le haría gracia desprenderse de Liso porque supondría un mal negocio deportivo. El Real Zaragoza, tras la salida de Francés hacia el Girona, recibiría un segundo golpe de gracia cuando aún no se ha repuesto del primero, el agujero abismal que se ha abierto en el eje de la defensa. Tampoco lo tiene sencillo para hallar el relevo del central aragonés. Pueden ser horas críticas en las que –no sería la primera vez– los dueños pueden decantarse por mirar más a la caja registradora que al césped. Han pedido paciencia a una afición que lleva 12 años de penitencia y ahora analizan con urgencia dejarse seducir por el Getafe.