Cornada mortal al Real Zaragoza de Víctor

El técnico propone un partido de cara al Racing y el equipo cántabro se la parte con una sinfonía ofensiva que rebaja el valor de esta plantilla, impotente contra once e incapaz frente a diez después de haber empatado y fallar un penalti en el último segundo (2-3)

De entrada hay que decir que la locura que se vivió en La Romareda previa al pregón de las Fiestas del Pilar tuvo a dos dementes muy distintos sobre un césped infame, un Real Zaragoza de atar que sólo tuvo cordura en su coraje al verse con uno más casi toda la segunda parte y un Racing chiflado por encantador que se vio con 0-2, con 2-2 tras quedarse con diez y que venció en inferioridad con un gol estratosférico de Aldasoro y un penalti parado de Ezkieta a Aketxe en el último segundo de la prolongación. El conjunto aragonés, por mucho que escarbe en la desgracia de esa pena máxima desperdiciada, no tiene justificación ni perdón: perdió porque su adversario, antes y después de reponerse del impacto de la igualada, se expresó con excelencia colectiva e individual y porque José Alberto tiene las ideas bastantes más claras que Víctor Fernández. También, por su puesto, porque el equipo cántabro ha reunido a artistas que trabajan sobre un plano muy bien dibujado por su arquitecto, un bloque capaz de subsistir en escenarios extremos, en libertad o dentro de una celda.

Salir de cara y a campo abierto contra la banda de José Alberto, cuyos futbolistas llevan rifles de precisión en sus pies nacarados es un suicidio anticipado. La derrota en su primera versión comenzó a tomar forma con otro error garrafal, en la conducción torpe de balón de Vital, a quien un pícaro Arana le robó la pelota para que Andrés Martín entrara al área y sirviera la asistencia a Pablo Rodríguez. Pero antes de ese instante, el minuto 32, el Racing ya había sembrado el pánico en La Romareda con su vuelo ágil y vertical, clavando puñales y navajas a la espalda de los centrocampistas y los defensas de un Real Zaragoza impotente para cortarle las alas y visiblemente afectado como para buscar la portería de Ezkieta. Lo que parecía el rejonazo definitivo no tardó en llegar con una jugada bordada con hilo de oro por la zurda de Andrés Martín, un pase larguísimo entre Kosa y Vital que Íñigo Vicente elevó por encima de Poussin. Algodón de azúcar para un Real Zaragoza atragantado. El 0-2 al borde de la primera mitad, con Arana acariciando el tercero en constantes llegadas pero sin puntería, confirmaba el bello festival visitante y anunciaba una paliza histórica. Moya y Francho acusaban la orfandad de un insensato planteamiento que los desnudó por completo, con la zaga, como consecuencia, expuesta a triangulaciones, paredes y todo tipo de toques delante de sus narices. Víctor dejó el centro del campo a la intemperie, con Aketxe sin aportar ninguna ayuda, y su equipo lo pagó muy caro.

El fútbol, sin embargo, le dio una oportunidad al Real Zaragoza, triste vagabundo por La Romareda. Manu Hernando se había cargado con una amarilla y nada más reiniciarse el encuentro decidió ganarse la segunda. El harakiri del central condujo el partido a una dimensión insospechada. Tenía José Alberto tres futbolistas amonestados y decidió quitarlos del campo para proteger el resultado. Los afectados eran nada menos que Íñigo Vicente, Andrés Martín y Pablo Rodríguez, es decir sus tres mosqueteros. Contra diez, el Real Zaragoza tuvo una reacción explosiva y en apenas cinco minutos, del 57 al 63, empató el encuentro. Un disparo lejano y magnífico de Tasende y un centro lateral del zurdo que atacó Soberón para decir la última palabra sobre su suplencia en Gijón, hicieron que el estadio, cachirulo en la mano y en el corazón, dejara de rezar por no recibir más guantazos del Racing a cantar himnos de triunfo. Antes del 2-2, Ezkieta desanudó a bocajarro una doble ocasión ante Soberón y Francho. Pero el Racing acudió al tribunal de justicia del encuentro con todas las pruebas para demostrar que la victoria le pertenecía aun en desventaja física. Una de ellas resultó irrefutable al robar Aldasoro el esférico a Moya en una lucha que el guipuzcoano, colosal  toda la noche, ganó por músculo mental, por fe. Trazó una diagonal el centrocampista y con su pierna menos buena y frente a la parálisis de toda defensa trazó una curva imposible para Poussin.

Víctor Fernández, con veinte minutos por delante, acudió al avispero habitual. Marí, Azón, Pau Sans y Luna fueron entrando, y en esa ritual simplón de los cambios se vio involucrado Soberón. De nuevo sacó el técnico al zorro del gallinero y aquello se convirtió en un acoso inútil que dejó en evidencia las capacidades actuales del técnico zaragozano y el valor auténtico de esta plantilla, muy devaluado tras este encuentro, por lo menos habitante de un planeta distinto al del Racing. Con todo, un codazo sobre Toni Moya en el ocaso del reloj fue sancionado con penalti. Allí acudió Aketxe, el infalible, para rascar al menos un punto que ninguna vergüenza hubiera disimulado. El lanzamiento del mediapunta fue adivinado por Ezkieta. Esta cornada mortal en plenas fiestas será difícil de suturar porque reveló que el Real Zaragoza tiene muy poco de lo prometido. Y que su entrenador vive en la ínsula Barataria.

Real Zaragoza 2: Poussin; Calero, Vital, Kosa, Tasende; Toni Moya, Francho Serrano; Aketxe, Soberón, Liso; y Bazdar.

Racing de Santander 3: Ezkieta; Michelín, Manu Hernando, Montero, Saúl; Vencedor, Aldasoro; Andrés Martín, Pablo Rodríguez, Íñigo Vicente; y Arana.

Goles: 0-1 minuto 33, Pablo Rodríguez. 0-2 minuto 40, Íñigo Vicente. 1-2 minuto 58, Tasende. 2-2 minuto 58, Soberón. 2-3 minuto 70, Aldasoro.

Árbitro: Miguel Sesma Espinosa. Mostró cartulina amarilla a los jugadores del Real Zaragoza Francho, Vital, y Toni Moya por parte del Real Zaragoza y a Íñigo Vicente, Pablo Rodríguez, Ezkieta y Montero y expulsó a Manu Hernando por doble amarilla.

Incidencias: Partido correspondiente a la octava jornada de la Liga Hypermotion disputado en La Romareda con la presencia de aficionados 21.341.