Yarza devora a Saturno

César Alierta confiesa en el Periódico de Aragón que tiene ganas de salir del club y que el acuerdo, sin mencionar al comprador, está casi hecho pendiente de algunos flecos. Luego explica el porqué acudió al rescate en 2014: «Me metí en el Real Zaragoza porque mi padre fue presidente y, cuando me dijeron que podía desaparecer eso era algo que mi él no habría consentido». Siete años después de haber cumplido con la memoria de su progenitor, negocia la venta de su mayoritario paquete accionarial con la mitad de la deuda que recibió resuelta pero con la institución sin capacidad para afrontar los pagos inmediatos con Hacienda y acreedores y acumulando un desprestigio deportivo sin precedentes. La herencia sentimental como argumento motivador ha caducado frente a una mayor apuesta económica personal a la que ha renunciado con la inminente entrega del testigo a unos inversores con rostros prestados. El expresidente de Telefónica aportó de su bolsillo y a través de avales 17 de los 22 millones de euros de los que se responsabilizó la Fundación a su llegada, y en julio de 2019 se hizo con el poder tras una ampliación de capital reduciendo la influencia, en teoría, de la familia Yarza, Iribarren, Forcén y los pequeños accionistas.

Su gestión, sin embargo, ha resultado un fracaso. Primero porque esa vinculación íntima que relata con el Real Zaragoza apenas ha existido y segundo por haber delegado demasiadas decisiones de calado en sus socios, la mayoría estimulados por intereses personales y empresariales y desapegados de cualquier cultura futbolística. Agotado de responder financieramente mientras el resto pilotaba el club, Alierta se marcha sin pena ni gloria, como figura representativa y principal para evitar el hundimiento de un barco pero lejos del santoral donde se le pretende incluir. Si la firma de compraventa se concreta, lo que podría ocurrir en las próximas horas, la propiedad del Real Zaragoza cambiará de manos con la promesa de fondo de una gran inyección económica que debería plasmarse con urgencia en los gastos que se echan encima. Lo de aumentar el techo salarial para confeccionar una plantilla aspirante al ascenso dejémoslo de momento en cuarentena. El tiempo y la información oficial dirán cuál es la auténtica dimensión de ese chaparrón multimillonario que supuestamente va a descargar sobre el club.

La situación produce expectación e incertidumbre a partes iguales. Y alguna que otra sospecha sobre cómo actuará el grupo inversor una vez que se haga con los mandos del club. La familia Yarza le ha buscado relevo a Alierta con la intención de que su 13% siga alimentando su capacidad de influencia en institución que les es muy golosa por diferentes motivos. Su continuidad, salvo que se produjera una improbable ampliación de capital, está asegurada con lo que ello significa, un nicho de poder suficiente para, como ha ocurrido siempre, mover ciertos y gruesos hilos a su antojo. Alierta hizo una apuesta a caballo perdedor, le dio de comer y casi nunca acudió a interesarse por su salud, sobre todo la deportiva. Los Yarza se pasearon a lomo prestado sobre un animal magnífico pero herido, y lo terrible, vistos los resultados, es que permanecerán en la montura aunque sea compartida.

La esperanza de un nuevo mundo, de un organigrama limpio de caspa provinciana y personajes tóxicos o incapacitados en los despachos, queda pendiente de esos flecos aun pendientes en la negociación, de pequeños detalles que serán fundamentales para que el Real Zaragoza respire de una vez aire puro, profesional, tecnificado en todas las áreas. Con gente cualificada para conducir al equipo entre los mejores en el menor tiempo posible. Mientras tanto, la imagen predominante es la de Yarza devorando a Saturno sin que este oponga demasiada resistencia.

02 comments on “Yarza devora a Saturno

  • Maño de Vilassar , Direct link to comment

    Los tentáculos de Henneo, Ibercaja…esas familias nobles que dicen querer al Real Zaragoza. Una triste historia esta de Alierta, que le ha cogido mayor y enfermo aunque eso no justifique su dejadez ante las maniobras de sus «amigos» socios del club

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