Víctor Fernández vuelve a ser historia

El club, desposeído también de confianza, acepta su dimisión y despide sin honores al entrenador en el fin de su cuarta etapa y posiblemente de su carrera

Creer en alguien ahora mismo en el Real Zaragoza es una acto de fe entre las brasas de la incredulidad. Víctor Fernández ha ratificado su dimisión, seguramente disfrazada como tal por cuestiones económicas, después de que anoche escenificara una pataleta impropia de un profesional por mucho que se quiera presentar como un ejercicio de honesto zaragocismo. El entrenador saltó del barco mientras se hundía por su responsabilidad y la de quienes le entregaron su confianza, señalando a los futbolistas, con el vestuario demolido. Muy elegante no estuvo, la verdad, y no es la primera vez que despliega su compañía teatral en este equipo con un solo actor, del que ha salido en cuatro ocasiones y casi siempre de forma traumática o polémica. Jorge Mas, que al igual que la propiedad ofrece la mínima confianza, le despidió sin honor alguno y con puya en mano: «El escudo del club no le pertenece a nadie. Ni a Jorge Mas, ni a Víctor Fernández, ni a quien venga. Aquí lo importante es, y como voy a repetir, ganar partidos, competir para llegar a Primera y construir un club que sea de agrado a Zaragoza y a su afición. Ese es el objetivo. Ninguno de nosotros, ni en las buenas ni en las malas, no podemos convertir o pintar con el escudo del club como si somos víctimas».

El presidente, que estuvo en el palco frente al Oviedo y en la Junta General de Accionistas, entiende que se trata de «una decisión personal que aceptamos porque, como dijo, no se sentía capaz de sacar al equipo de esta racha». Poco antes de las 11.00 Víctor se personó en la Ciudad Deportiva para despedirse de la plantilla y de otros trabajadores, con el equipo en manos de David Navarro, que dirigió el entrenamiento a puerta cerrada mientras la directiva ya ha activado la maquinaria en busca de un relevo para el técnico aragonés y una primera negativa, la de Pacheta. «Cuando hay una candela ardiendo, mucha gente huye, pero yo la abrazo, porque es la única forma de apagarla», puntualizó Mas de nuevo sobre la salida de Víctor, «en el que teníamos depositada nuestra confianza» pese a la crisis sangrante que sufre el Real Zaragoza. El dirigente dio portazo al asunto hablando de que intentarán encontrar otro entrenador «que tenga los valores del club y que se un líder porque aquí hay presión». También firmó que harán todo lo posible para reforzar la plantilla en el mercado de invierno «porque seguimos pensando en el ascenso» y que Juan Carlos Cordero, el director deportivo, seguirá al frente de su cargo con todo el crédito que merece al club. Ese futuro guarda un perfecto paralelismo con un pasado y un presente trufados de fracasos y de promesas incumplidas. La incredulidad que transmite el grupo inversor es del tamaño de su potencia financiera, que utiliza con una meticulosa estrategia de gasto.

Víctor Fernández vuelve a ser historia, con la pactó un doble paréntesis en Segunda para presentarse como exclusivo paladín de la vuelta a Primera. Regresa a su impresionante montaña de partidos dirigidos, a sus títulos, a su círculo cada vez más estrecho de devotos admiradores, seguramente como cierre a su carrera en los banquillos. Le ha traicionado algo tan prosaico como los resultados y la tremenda indigestión que la ha producido. No hay más que decir. «El Real Zaragoza siempre será tu casa. Te deseamos lo mejor. Gracias por todo, Víctor», finaliza la nota con la que el club ha certificado la ruptura de relaciones de forma unilateral. Ahora se abre otra etapa, también ajena al ascenso y a los números de funambulismo histriónico, un periodo de transición por muy gallo que se ponga Mas y que tiene como objetivo prioritario no meterse en problemas en lo que resta de campeonato. ¿Tendrá fin esta pesadilla? Imposible mientras la institución acoja a rapsodas de sí mismos y a raptores de la verdad, con el zaragocismo estafado.

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