El siglo de los malvados

El Real Zaragoza va camino de jugar en estos 25 años su 15ª temporada en Segunda como consecuencia de un puñado de personajes siniestros o incapaces, o ambas cosas. Y hay que nombrarlos por respeto a una generación perdida

Los hijos zaragocistas de este siglo, que cumple su primer cuarto, no han visto ganar título alguno al Real Zaragoza, al menos no tienen conciencia de ello. Los que nacieron en 2000 tenían 4 años cuando el equipo aragonés conquistó su último entorchado, la Supercopa al Valencia, torneo que disputó después de haberse impuesto cuatro meses antes, bajo la dirección de Víctor Muñoz, al Galáctico Real Madrid en el torneo del KO. En aquel 2004, como antes en 2001 con el triunfo en la Copa del conjunto entrenado por Luis Costa, se sufrió para evitar el descenso a Segunda, una amenaza que se sucedería en esa larga década con puntualidad hasta que llegó la siniestra hora de 2013. Una generación a la que le han negado lo que otras disfrutaron con un club de Primera, de prestigio nacional e internacional, con equipos y partidos de ensueño, con tardes y noches inflamadas de leyenda. 2025, salvo que Miguel Ángel Ramírez traiga oro, incienso y mirra, la institución va camino de cumplir con la 13ª temporada consecutiva en Segunda, una vergonzosa y dura etapa a la que hay que sumar un par de estancias más en el infierno tras los derrumbamientos de 2003 y 2009.

Alfonso Solans junior, Agapito Iglesias, la Fundación 2032 y ahora el fondo de inversión en su tercera experiencia desde que se hizo con la propiedad y con la promesa de un regreso a la élite que no se cumple son los responsables directos de esta situación antinatura, producto de personajes siniestros o incapaces, o ambas cosas, cuyas nombres y verdades se le deben a esta franja de aficionados que no han recibido la información o sólo pinceladas con brocha manipuladora. El Real Zaragoza comenzó a desfigurarse poco después de la Recopa de Paris. El fallecimiento de Alfonso Solans Serrano, que había presidido un gobierno presidencialista pero muy eficiente en lo deportivo, entregó el club por herencia a su hijo con la cláusula de que no podía venderlo antes de diez años.

En ese legado, maldito para sus sucesor por el mínimo apego que tenía al fútbol, lo acompañaron sin embargo la opción de llevarse la Liga por primera vez en la historia con Txetxu Rojo y los tres trofeos de La Cartuja, Montjuïc y Mestalla. Bajo esa capa de indudable brillo coexistía un empresario sin pasión alguna por el Real Zaragoza que contuvo el gasto y expuso al equipo a peligros que terminarían por atraparle. Cumplida la palabra por escrito al padre en 2006, Solans vendió sus acciones al socialismo del momento, con Marcelino Iglesias de ejecutor, Eduardo Bandrés de coprotagonista con sueldo y un desconocido empresario soriano de pantalla, Agapito Iglesias. La excusa a semejante simbiosis era que el club permaneciera bajo control aragonés, pero Iglesias se soltó de la correa de Plaza, su gentil suministrador, y creo un imperio propio cada vez más lejano a la intromisión política y más próximo al derroche incontrolado del nuevo rico.

La deuda se hizo insostenible desde el primer día, cuando bajo la fusión de Víctor Fernández y Pedro Herrera, entrenador repatriado para la gloria y secretario técnico que tuvieron su momento de éxito en los noventa bajo el precioso paraguas de Avelino Chaves, formaron un triunvirato letal para a tesorería de la SAD. La meta era atacar de una vez la Liga y en el eje de flotación de la notable plantilla que había dejado Víctor Muñoz, incrustaron a un Pablo Aimar en su ocaso por el que se pagaron 11 millones de euros pese al informe negativo de Manolo Villanova y a un D’Alessandro de carácter volcánico, personalidades que en un entrenamiento se encontraron a mamporrazos. El Payaso siguió otro curso más en plena decadencia y sobre su compatriota se ejecutó la opción de compra al Wolfsburgo por tres millones y medio. El Real Zaragoza logró clasificarse para la UEFA en Huelva, con un empate en el Colombino firmado entre bastidores y algún puño suelto en el vestuario zaragocista durante el descanso entre partidarios del honor y de una tregua convenida. Aquello parecía un éxito, pero era la puerta falsa hacia un fracaso de colosales dimensiones que siguen vigentes.

Víctor, Agapito y Herrera decidieron construir la plantilla más cara de la historia con la maniobra más imprudente que se recuerda. El caso Ayala, comprado a coste cero al Valencia por el Villarreal y contratado el mismo verano por seis millones al club amarillo después de que Aimar mediara con el central e Iglesias llegara a un acuerdo con Roig esquivado en el IVA de la operación, dinamitó la economía y la dignidad del equipo aragonés, expuesto a caprichos y decisiones suicidas como el fichaje de Matuzalem, quien rompió su contrato de forma unilateral con FK Shajtar Donetsk. En 2009, cuando militaba en el Lazio, la FIFA determinó que el Real Zaragoza debía indemnizar con casi 13 millones al conjunto ucraniano. Matuzalem, lesionado por el barcelonista Yayá Touré, fue vendido al final a la escuadra italiana por 6 millones. Con Luccin también hubo marejadilla de fondo: Iglesias, Porquera y el club llegaron a un acuerdo para evitar el juicio por defraudar a Hacienda cerca de 900.000 euros del traspaso del centrocampista al Racing. Aquel maremoto finalizó, pese a los 15 goles de Diego Milito y a los 18 de Oliveria, con la destitución de Víctor Fernández, los pasos fugaces por el banquillo de Ander Garitano y Javier Irureta y el cadáver sobre los hombros de Manolo Villanova. El descenso más ignominioso se consumo en una tormentosa tarde en Mallorca.

El foco, con un tope de 145 millones que forzó un concurso de acreedores, se puso en exclusiva en Agapito Iglesias, quien ya había recibido cerca de 46 del austero Alfonso Solans júnior. Manifestaciones masivas contra el propietario, descenso sin retorno, cambios en la directiva y la presidencia, el oscuro traspaso de Ander Herrera al Athletic con Gorka Arrinda de impuesto representante de última hora… El caos, el desprestigio, la ruina anunciando la desaparición, la venta con retroceso al grupo de empresarios que lideraba Mariano Casasnovas en el que figuraba Juan Forcén, actual consejero del Real Zaragoza con el fondo de inversión y de la sociedad para la construcción de la nueva Romareda previo puente aéreo en la Fundación 2032, a la que el soriano cedió sus acciones. El triste episodio de Kadir Sheikh. Luis Carlos Cuartero de director general, ya sin Jesús Villanueva, este despedido por motivos disciplinarios, ni Pedro Herrera por los pasillos oficiales; Carlos Iribarren entrometiéndose en el vestuario para cortar cabezas; Christian Lapetra de presidente de cartón piedra; César Alierta poniendo el poco dinero que se invertía y los Yarza a sus anchas en ese círculo oligarca. El pelotazo que esperaban (La Romareda) no se produjo y el expresidente de Telefónica dijo basta con Forcén presentándole al actual grupo, con sede central en el Atlético de Madrid y el nuevo estadio como niña de sus ojos.

Raúl Sanllehí, míster Nike; Miguel Torrecilla, el señor de las pomadas; otra vez Víctor Fernández y su espejo en su cuarta etapa en el banquillo con la sombra de Herrera, como siempre, a su lado, y Cuartero dejándose ver por la Ciudad Deportiva junto a ambos; Fernando López como nuevo e igual de pasmado director general que su antecesor, y el doctor Ireneo de los Mártires ejerciendo el mismo estilo embaucador que su tutor Villanueva, ambos sin titulación alguna en Medicina Deportiva y con los jugadores procurando no caer en sus manos. Este ha sido y aún es el siglo XXI para el Real Zaragoza, castigado por la reunión y sucesión de personajes funestos en su mayor parte, salvados deportiva e institucionalmente por una pandilla de chicos de la cantera que ahora interesan más bien poco a Juan Carlos Cordero, con tres mercados desperdiciados y el vigente en el aire. Qué menos que contarle la verdad a la generación de aficionados que desde 2000 viven el apagón de cualquier avance hacia la modernidad que no sea la construcción de un templo para este Real Zaragoza sindiós y decenas de herejes.

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