Atasco en el frenopático

Aún estoy dándole vueltas a lo del domingo sin tener claro en qué emplear más palabras, dónde intentar ser más hondo en el análisis. El empate no sería un drama salvo porque venimos de donde venimos. El juego del Zaragoza, sobre todo el del primer tiempo, fue calamitoso. Sin duda, la versión más alejada posible de la que el míster debutante, Miguel Ángel Ramírez, había confeccionado en su cabeza. Tiene que ser duro vestirse de elegante cuello alto para dirigir a la Filarmónica de Viena y ver actuar a Manolo y sus guates. Y encima sentirse el principal responsable.

Carlos Nieto es un canterano con más de 150 partidos en el fútbol profesional. Muchos entrenadores lo han considerado titular fiable. Pero seguro que había mejores situaciones que el partido contra el Tenerife para testar sus prestaciones actuales al máximo nivel. No sé si el entrenador canario le preguntó cómo se veía para jugar. Imagino que sí. Lo demás ya lo vimos, especialmente en el primer tanto visitante.

Le ‘reprocho’ a Ramírez meterlo de primeras. Y aún más, tardar tanto en quitarlo. En un fútbol de tanto estudio y estudioso, la decisión del técnico blanquillo no hay por dónde cogerla. Dicho esto, hay que agradecerle que también cambiase cosas para bien. Movió el dibujo a un 4–2-3-1 y obtuvo un premio tan poco imaginable como el desastre del planteamiento inicial.

Porque el Zaragoza encontró el minuto de oro en la fábrica de la bisutería. Con goles de dos jugadores de casa, Clemente y Azón, pero con aportes desde la dirección técnica y de nombres concretos: por un lado Moya, que no cambia ese aire de desapego con el que pasa la vida pero tiene pies de Primera; y por otro, Arriaga, que luce aspecto de canchero de cadenita y chupa de cuero. El hondureño gana duelos, progresa con balón, juega con temple y, fundamentalmente, tiene cara de mala leche. Y eso nos viene de perlas. Que Aguado y Bare son muy aprovechables, sí, pero les miras a la cara antes de empezar el partido y parecen Hansel y Gretel de la mano por un bosquecillo alemán.

A todo esto ya vale con Aketxe, que debe ser mucho más protagonista. Diría que es un veterano sin hambre, fórmula horrible en cualquier categoría. Quien le fichó lo imaginó haciendo otras cosas en sueños de feliz despertar. No a él, a él y a todos los demás. Si alguien lo vislumbró como el faro del ascenso se equivocó de largo.

Termino con lo que quizá debí haber empezado. Hemos abierto el telediario de Turkmenistán cantando “Ramírez vete ya” en el segundo partido del nuevo técnico zaragocista y primero como local. Yo no considero que fueran más de mil o dos mil personas. Creo que empezaron seguidores de la zona de animación y se sumaron unos cientos más. Se oyó mucho porque el aficionado enmudece cuando marca el contrario. Entiendo que llevar doce años en Segunda tiene rango de desgracia para mucha gente. Sin embargo, el domingo Ramírez debió sentirse el doctor cuerdo del frenopático. Al menos, bailó con estilo por encima de la cuestión.

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