El técnico canario, entrenador equivocado pero excelente analista de las vergüenzas del club, se ha quedado solo a la espera de que los resultados le rescaten de un breve paso por un Real Zaragoza asilvestrado
Miguel Ángel Ramírez volverá a insistir en los cinco defensas en la visita a La Rosaleda pese a que de los cuatro centrales de que dispone para utilizar tres, ninguno superaría el más mínimo control de calidad ni seguridad durante 90 minutos y la prolongación o tiempo añadido. Tampoco los carrileros, elementos fundamentales para que este sistema fluya en lo ofensivo, dan garantías suficientes. La idea es buena, como otro cualquiera, pero el material con el que cuenta es de segunda. El técnico, calificado como un hombre estudioso, meticuloso y actualizado, ha cometido un error imperdonable en su razonable intención de suturar la herida defensiva y, si es posible, acometer una presión alta para tener presencia en ataque sin necesidad de grandes transiciones. Su equivocación, desconocer por completo la realidad de esta plantilla cuando firmó por una temporada y media. Y esa realidad no es otra que este Real Zaragoza ha sido construido por y para el caos con la excusa de preservar la idiosincrasia como reclamo histórico del espectáculo. La criatura vio la luz deforme de medio cuerpo para abajo, con poca materia gris y bastante bien musculado en ataque.
Las consecuencias, después de que la fuerza concentrada arriba empezará a acusar la falta de riego sanguíneo del resto del cuerpo y de un chorreo de lesiones y recuperaciones tardías, han sido la desintegración absoluta del equipo como bloque equilibrado y competitivo. Se le ha escapado el tren del ascenso directo y para el de la promoción no hay billetes aunque todavía no haya salido de la estación. A Ramírez, seguramente porque fuese el menos exigente de los entrenadores sondeados tras la espantada de Víctor Fernández, le ha quedado un cuadro que además no está sabiendo interpretar si como objetivo egoísta pretende salvaguardar el puesto y colaborar en el futuro con sus propias ideas. En parte porque mientras la propiedad le exige meterse entre los seis primeros, ha ido descubriendo las múltiples limitaciones y las insalvables dificultades para contentar a sus superiores. El Real Zaragoza está condenado a otra temporada más o menos mediocre, por eso contradijo la proclama optimista del director general en la reunión de los 300, donde antepuso elevar primero a la élite a una institución de decrépitas infraestructuras y sin el adecuado sostén de profesionales ni tecnologías. No es un entrenador moderno, como se le acusa con tono satírico, sino un operario cualificado por sus experiencias para denunciar lo que es una obviedad silenciada desde hace décadas.
Fue valiente el martes y hoy se ha arrugado algo sobre aquellas declaraciones sinceras del amateurismo del club. Sin duda, desde el cuartel general le han llamado la atención y la opinión pública le ha censurado que se dedique a ganar partidos antes de cuestionar otras cosas. No hizo más que decir la verdad sea un perfecto conocedor de los rasgos íntimos de la entidad o, como en su caso, un recién llegado. La mirada no tiene filtros. Tampoco ha querido polemizar sobre la petición de su cabeza, que considera una reacción en nada relacionada con lo personal aunque vino propiciada por muchas de las decisiones que tomó en el encuentro. Se le nota así entre las cuerdas aun pidiendo paciencia para que su trabajo se vea reflejado. Pese a que se ha ganado la simpatías del vestuario por su naturaleza próxima y su metodología, el equipo no marcha, la prensa juega a ponerle fechas no muy lejanas de caducidad y él persiste en un formato que no va a sacar de pobre al Real Zaragoza. Quiere instaurar el orden, pero el conjunto aragonés resulta más vistoso que no más productivo en la anarquía, en los viajes de ida y vuelta, marcado tres goles aunque reciba los mismos o más.
Ramírez ha llegado con su placa para imponer la ley en el último pueblo del salvaje oeste, donde las plañideras lloran por turnos en el cementerio de la colina al viejo sheriff aunque no se encuentre en el ataúd; la cantina está regentada por el juez de paz y constructor en sus horas libres; los abrevaderos tiene más tierra que agua; la calle principal es un destello cegador de casquillos de bala con nombres de entrenadores y los habitantes sólo salen de sus hogares para rezar al espectacular templo que está levantando el legítimo dueño de las tierras y el ganado. El enterrador presiente que tendrá trabajo y toma las medidas del canario a distancia mientras mastica tabaco. Tiene dos opciones el técnico para sobrevivir: aliarse con el caos o enfrentarse a él. La segunda le lleva a la colina a las afueras, bajo cuyas lápidas yacen los bienintencionados junto a los ingenuos. Por este río no rema ni Dios por mucho que se le mencione.
Tu símil de western genial Alfonso, utilizare yo el de mi otra gran pasión junto con el Real Zaragoza, la tauromaquia.
El toricantano se presento en una plaza de primera categoría, ni siquiera había confirmado alternativa en Las Ventas, su apoderado había construido un mundo paralelo le habían hecho creer a él y los 5 miembros de su cuadrilla era una gran figura del arte de Cuchares con proyección a número 1 del escalafón, su trayectoria se había basado en plazas de tercera categoría, los cornúpetas salían al ruedo previamente afeitados y la noche anterior su mozo de espadas y apoderado en un condumio nocturno generosamente regado habían obsequiado a quien presidiría la corrida y a las fuerzas vivas de la localidad con objeto de que los máximos trofeos le fueran otorgados al lidiador y que el Alguacil efectuase la correspondiente llamada a su cuñado, que trabajaba en el diario de la provincia, para que formase parte de la portada del diario de la provincia, todo esto conjugado con una entrevista nocturna en una emisora nacional de audiencia millonaria, viejos intercambios de favores entre el responsable del programa y quien estaba financiando la carrera del proyecto del diestro lo hacían posible.
Y llego el gran día, por fin mordía su esclavina detrás de su burladero con el portón esperando la salida del burel a la arena de la plaza, la primera impresión fue mala el astado tenía un trapío al que nos estaba acostumbrado y lo peor lucía en puntas de soslayo miro a su mozo de espadas la angustia se lo comía, los primeros lances fueron deslavazados y no logro adaptar la fiereza del animal, el respetable guardo silencio, solicito a su cuadrilla llevaran hasta el caballo al indómito, aquello no gusto al respetable pero guardo silencio, tras el tercio de banderillas intento unas tafalleras y chicuelinas resultaron nada ceñidas las ejecutaba a una distancia de los pitones inapropiada, el run run comenzaba en la plaza pero el respetable seguía guardando silencio, reseñar que la concurrencia había contemplado durante décadas sobre el albero a las máximas figuras del toreo, en el último tercio solo ya en el ruedo él y su oponente quiso refugiarse en la barrera la respuesta fue la mirada hierática de su mentor nada podía hacer por él, con la derecha toreo todo el tiempo con el pico de la muleta, los primeros silbidos empezaron a aparecer, con la izquierda llego la hecatombe sin sitio fuera de cacho cayo su estoque simulado en varias ocasiones la plaza ya era un clamor aquello no era más que un becerrista de quinta categoría, cuando llego el momento supremo dejo a la res con más agujeros que un colador, el Presidente devolvió la res al corral y la concurrencia estalló la bronca era ensordecedora a su salida y la de los 5 miembros de su cuadrilla.
Ya como colofón, en la interviú con la prensa declaro, La Misercordia era una plaza vieja y cuyas instalaciones no eran favorables a su inspiración, los corrales situados en la Carretera de Valencia eran obsoletos, trasnochados y eran la causa de la fiereza del animal, su arte y destreza no habían alcanzado su máximo esplendor por todas estas circunstancias, costo varios kilos de beluga y abundante champan gabacho al día siguiente para que las criticas no fueran especialmente crueles. AUPA ZARAGOZA
Formidable