Entiendo que la presencia del presidente del Real Zaragoza Jorge Mas en la Romareda el pasado sábado es una manera de reconectar con la afición zaragocista después del fracaso de Fernando López en cuanto a la comunicación con los aficionados blanquillos. El también presidente del Inter Miami, que disfruta de la presencia en su equipo de Leo Messi y que ha alcanzado por ello una importante notoriedad en el ámbito balompédico, es un empresario de éxito en Los Estados Unidos y con una larga trayectoria comenzada por su padre desde su salida obligada de Cuba por el dictador Fidel Castro. Aunque no le conozco (y dudo mucho que jamás me conceda audiencia) da la impresión de tener todo bajo control y que la lucha por evitar el descenso al fútbol aficionado no entra en sus planes aunque haya sido un éxito político y económico la construcción del estadio portátil y la creación de la Sociedad Anónima que está al frente de la nueva Romareda. De ahí que supongo habrá exigido a sus empleados en la capital aragonesa que cambie la imagen de un club que apenas gana en su estadio y que lleva cuatro entrenadores, el último cedido hasta final de temporada por el Getafe donde ejercía como técnico su club filial, sin director deportivo para construir la plantilla de la próxima campaña.
A nadie le gusta perder y menos convertirse en el centro de las críticas aunque los medios locales de comunicación apenas tengan importancia para la masa social zaragocista que sigue la senda iniciada por los responsables de la comunicación del club: silencio, declaraciones de jugadores vinculados con el equipo, felicitaciones de cumpleaños y venta de entradas para los próximos desplazamientos. Mirar hacia otro lado y favorecer con halagos los llenos de La Romareda y los viajes de locura a los estadios visitantes; una deferencia para suavizar la relación pero que no supone en absoluto el reconocimiento de la importancia de la masa social, como dijo en su momento el exconsejero Fernando Sáinz de Varanda cuando un grupo de seguidores le increpó y les mandó «a pagar y a callar».
Lo que es ilusión y esperanza para miles de zaragocistas para mí es necesidad: si el Real Zaragoza después de un siglo XXI atroz termina cayendo finalmente en lo que antes se denominaba Segunda B, para mí terminará la actividad profesional de casi cincuenta años informando y opinando sobre la trayectoria diaria del equipo aunque lleve más de dos jubilado; decisión que tomé para no plegarme a las exigencias de la oligarquía ciudadana a la que sigo molestando diciendo mi verdad. Todo tiene un límite y prefiero cerrar mi trayectoria pese al dolor de corazón que me pueda producir la decisión. Mientras tanto seremos testigos de lo que ocurra.
Seguís haciendo falta los que nos contáis la realidad de este Club.