Gabi, ¿ideal para el Real Zaragoza o para la propiedad?

La continuidad del entrenador en caso de permanencia pese a ponerla en riesgo con decisiones que rayan con la imprudencia y que han empeorado el equipo augura un futuro paralelo por falta de ambición al de los tres últimos y agónicos años

Gabi Fernández tiene apalabrada su continuidad en el Real Zaragoza las dos próximas temporadas en el caso de que se logre la permanencia, que aunque sigue pendiente parece cuestión de tiempo pese a que se ha hecho todo lo posible para que el equipo descendiera. El entrenador llegó del Getafe B en una situación límite, con la masa social incendiada tras la etapa de Ramírez, y ha conseguido mantener al Eldense a la suficiente distancia además de convertir la llamas de la grada en fuego patriótico. ¿Pero es Gabi el técnico ideal para el equipo o para la propiedad? Su labor, pese a que los resultados, por el momento, hablan de un trabajo correcto, ha igualado o empeorado el cometido de sus antecesores y ha puesto en riesgo la salvación con decisiones que rayan con la imprudencia.

Aunque la plantilla que ha recibido se la ha cargado el diablo, un vestuario plano de calidades y reducido a cenizas por la terrible dinámica de la temporada, el retroceso futbolístico se ha acentuado, y sólo la aparición en el calendario de dos caramelos como el Racing de Ferrol y Cartagena han endulzado lo que derivaba hacia una catástrofe histórica. La forma grotesca de esas dos victorias ante un par de descendidos, que se le atragantaron como consecuencia ya no sólo de las limitaciones sino de planteamientos cagones y de apuestas por jugadores inservibles como Aketxe, de sacrificios tácticamente más que cuestionables con Francho de lateral derecho y Calero de izquierdo, y de cambalaches en marcha para corregir alineaciones y marcadores, confirman que la calma tensa reinante se ha logrado más por la extrema debilidad de los rivales que por una superioridad si acaso localizable tan sólo en el corazón.

Gabi Fernández, todavía en proceso de aprendizaje profesional en los banquillos, ni siquiera ha tenido influencia psicológica en los futbolistas, igual de vulnerables que siempre y que si se han sentido más responsabilizados ha sido por el tremendo amparo de una afición que en otras circunstancias habría solicitado el cargo del entrenador y de sus chicos. La paz social firmada por la hinchada ha sido la clave para que, por ejemplo, con un 1-2 contra el Cartagena en el minuto 88 La Romareda no fuera un volcán desatado. La celebración del triunfo fue la de su triunfo, la de permitir que el Real Zaragoza siguiera, sin brújula y a merced de los vientos del destino, en busca de un milagro frente al colista.

Esa catarsis compartida y bailada por tres puntos fundamentales emanaron fruto de la tensión, no del orgullo. El conjunto aragonés, una vez rubricada la salvación, militará por decimotercera ocasión en Segunda y será el club más veterano de la categoría, y si no cambian las voluntades del Atlético de Madrid, Gabi será su guía. El futuro, por tanto, augura un perfecto paralelismo con las tres proyectos que ha confeccionado la multipropiedad, carentes todos ellos de ambición y de contundentes intenciones de ascenso, empresa a la que siempre han aludido para fracasar de forma constante y se podría decir que consciente. Con el porvenir por solucionar aún este curso y sin nadie el mando de manera oficial, el porvenir lleva la deforme careta del pasado más reciente.