El Real Zaragoza defendió como los ángeles en Oviedo a costa de renunciar a la victoria que necesitaba y perdió en un partido donde la estrategia del técnico hizo más daño que los graves errores del colegiado
Un equipo que juega por el descenso y se refugia en sus miedos, está condenado a lo peor. Por mucho que se pretenda evaluar en tono positivo la labor de Gabi Fernández desde que cogió el cargo del que fue destituido Miguel Ángel Ramírez y maldecir la actuación del colegiado Óliver de la Fuente Ramos, nefasto en la mayoría de las decisiones trascedentes en la jornada de ayer, el entrenador acumula escasos méritos, reducidos a una valiosa victoria sobre el Mirandés y dos triunfos nada honrosos contra los descendidos Racing de Ferrol y Cartagena. Los tres empates que ha conseguido tampoco destilan púrpura: un gol de Soberón de penalti en el minuto 84 par evitar la derrota con el Córdoba, la remontada final de Jair y Poussin con el Éibar y el tanto con el muslo de Arriaga ante el Huesca. Pese a que sea heredero de la aberración de Juan Carlos Cordero como paladín de la propiedad y de las ínfulas de Víctor Fernández y de la deriva de Ramírez, el técnico madrileño ha puesto su granito de cemento en este plúmbeo y descorazonador destino del Real Zaragoza. Se ha empeñado en proporcionar seguridad y orden bajo pago de reducir la naturaleza ofensiva del grupo y jugar con un solo delantero, pero el conjunto aragonés ha recibido 15 tantos en los nueve partidos a su mando. De la Fuente Ramos tiene poco que ver en este asunto.
El último lo encajó ayer en el Carlos Tartiere. Su planteamiento frente al Real Oviedo sólo ha recogido alabanzas, y es cierto que aleccionó a sus futbolistas a la perfección para taponar cualquier vía de agua, incluida la de la portería de las asturianos, fuente a lo que no llegaron a beber en todo el encuentro. Pero se perdió por un nuevo error defensivo después de aguantar durante 90 minutos que Poussin había pasado sin la mínima exigencia. En un contexto de máximo peligro, el objetivo fue conquistar un punto a la espera de que Eldense cayera en Castellón, lo que no sucedió después de que hubiese adelantado en el marcador para sobresalto de los delicados marcapasos de la afición zaragocista. El Real Zaragoza guarda una distancia con el Eldense, cuatro puntos, que parece más que suficiente a falta de dos jornadas para el final. Si se confirma la permanencia, se escuchará que Gabi ha cumplido para lo que fue contratado, aunque no pasará a la historia por su gestión de un tramo de la competición marcado por la angustia y las incomprensibles apariciones, entre otras cosas, de Aketxe en la alineación. Apostó por Pau Sans por petición popular y por Adu Ares por propia decisión, con el vizcaíno ofreciendo sus mejores y únicos minutos en su última oportunidad. Por lo demás, no ha inyectado serenidad ni coraje, más bien desconfianza a manos llenas.
Francho y Tasende ni tosieron lejos de sus demarcaciones de laterales, con Pau Sans y Liso ejerciendo de abnegados escuderos. Plantarse más abierto, con mayor ambición y descaro en Oviedo suena a suicidio, pero reducir toda valentía a pasarse el balón para no perderlo es, sin duda, una manifiesta declaración de racanería, sobre todo cuando había tres puntos tan importantes de por medio. Muchos entrenadores disfrutan con las exhibiciones de disciplina, con el éxito de sus instrucciones. El mejor partido táctico a domicilio de esta etapa para que no ocurriera nada resultó un fracaso porque nunca se quiso ganar cuando más lo pedía el guion por complicado que pareciera. En ese encuentro, el árbitro protagonizó, desasistido por la sala VOR, un par de acciones de pésimo profesional que perjudicaron al Real Zaragoza, un penalti de Jair por una de esas manos que una veces se señalan y otras no y que erró Cazorla y un pisotón a Pau Sans que clamaba los once metros. De la Fuente Ramos perjudicó al Real Zaragoza, ahora bien señalarle como principal culpable de la derrota y acusarle de partidista y conspirador raya con la excusa fácil y el recurso cateto de que quienes ven premeditación contra un equipo que conspira contra sí mismo cada fin de semana. El colegiado estuvo muy desafortunado, no tanto como un Gabi Fernández arrugado tras una fortificación de papel de la que no deja salir a su equipo sea contra un descendido o frente a un aspirante a Primera.
Morir a la orilla.-
Asistí al encuentro en vivo y en directo, solo, acompañado de 20.000 camisetas de todos los colores oviedistas, allá en un fondo unos 40 zaragocistas.
Me gustó el Zaragoza la primera parte sabiendo taponar a Sibo y Cazorla , y a Hassan con las ayudas de los delanteros. Notables Adu y Pau, Soberón parecía un cadete entre los fuertes centrales carbayones.
No sé sufrió nada entre otras razones porque el Oviedo jugó andando, muy mal, y bien el Zaragoza.
En la segunda parte el Oviedo apretó un poco más y perdimos las marcas y ayudas sobre el centro del campo oviedista.
Un penalti, que desde la grada no pude ver, lo solucionó, una vez más, el buen cancerbero zaragocista.
Y otro que vi a cincuenta metros de frente, y que el colegiado también lo tuvo que ver o al menos debió de ir a ver en revisión no quiso concederlo sobre Pau Sans.
Hasta ahí bien, menos el árbitro, a partir de entonces no me pareció acertado Gabi, comenzamos a ceder faltas y corners y parecía que podría llegar un gol del Oviedo a balón parado, y llegó, con fallos de marcajes, para volver a perder como casi siempre.
Nos faltó valor para ir a por el partido ante un Oviedo con dudas y corto en fútbol, una lástima porque ayer al menos se mereció empatar y ni el arbitraje ni nuestro mister me parecieron acertados.
Y no hay más historias, la grada como el circo romano, aplaudió el gol del Eldense antes que el propio. Las aficiones como los pueblos como masas son muy peligrosas.
Ojo que el domingo el Depor vendrá a vengar su descenso por la victoria polémica del Zaragoza en Levante…
jmvioleta
De la serie¡CUÁNTO SUFRIMIENTO!