Fran Gámez y el síndrome de Estocolmo

El fichaje de Fran Gámez por el Real Zaragoza ha invadido las redes sociales zaragocistas, principalemente alentadas por el propio club como una clara estrategia de distracción, y ha subyugado a los medios de comunicación, quien secos de noticias de la compraventa se han volcado y revolcado con la primera contratación de la pretemporada. Esta serpiente de verano repta entre el vacío de lo trascendente, que permanece en un sospechoso limbo, vestida de avispa, intentando sin conseguirlo desviar el foco del interés de la afición sobre qué es lo que realmente está ocurriendo con la operación hijos de Cándido, con un cambio accionarial que cotiza a la baja y que podría acabar con la descorazonadora continuidad de la Fundación 2032 al frente del club del que César Alierta quería y quiere salir poniendo pies en polvorosa.

El exlateral del Mallorca fue anunciado; firmó el contrato; supimos de su perfil como jugador; dijo sus primeras palabras; posó con un perro espontáneo detrás en una furtiva y lamentable presentación de la segunda equipación; se entrenó con sus compañeros; entró al estadio; se fotografió en La Romareda y en la rueda de prensa fue sugerido como un talismán para el ascenso por haberlo conseguido dos veces con el equipo balear. También pudimos disfrutar de su sonrisa. Un despliegue a la altura de una megaestrella de la que Gámez, un defensa corriente, ha sido mero instrumento de este rapto que sufre el Real Zaragoza, preso asimismo de una situación surrealista que ha ocasionado con los silencios de sus dirigentes y sus torpes maniobras de querer decir algo sin decir nada. La consecuencia es que la mayoría ha seguido el juego, víctima de un síndrome de Estocolmo de pacotilla del que solo sale indemne el curtido seguidor, intolerante frente al intento de proponer la estupidez como arma secuestradora y colaboradora.

Lo que descubre el fichaje de Gámez es lo que se viene sospechado desde que los flecos comenzaron a brotar en esa negociación demasiado fantasma de la transacción de títulos. La toma de decisiones se había paralizado a la espera de la firma de un acuerdo, pero poco a poco (destitución de Iván Martínez, regreso de Emilio Larraz, fichaje de Gámez, aparición por sorpresa de la camiseta avispa…) se va perfilando un escenario activado por la actual propiedad. La cuestión, en el caso de que se confirme que las vías interesadas en la compra se han desvanecido por exceso de capital poco transparente o por falta de músculo financiero, es si hay que ir preparándose para reencontrarse con una Fundación que quería vender a la criatura para recuperar lo invertido tras su periodo de adopción. Si fuera así, la atmósfera estaría sobrecargada de tensiones, con un panorama económico desolador y unos accionistas sin crédito personal alguno que venderían futbolistas y reforzarían lo justo la plantilla.

Aún queda la esperanza de que se confirmen las Bodas de Canaán, que los millones de euros se multipliquen para brindar por un Real Zaragoza nuevo y venturoso. Mientras, habrá que consolarse con el talismán de Fran Gámez en este zulo cada día más estrecho e irrespirable.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *