La fantasía, el único asidero del zaragocismo

Son difíciles de asimilar los continuos cambios que se producen en nuestra vida especialmente cuando cruzas la frontera de una edad y te conviertes en una «persona mayor». Tú piensas que sigues en el mismo camino pero te das cuenta que es paralelo, más intrincado y que solamente saludas a los demás con la mano antes que desaparezcan porque vas más despacio. Se trata de una soledad con sonido ambiente e imágenes diferentes donde comienzas a olvidar recuerdos, rostros, momentos intrascendentes y que te sirve de alimento para no detenerte.

Algo así es lo que me ocurre también con el Real Zaragoza, ariete de mi vida profesional con el que derribé murallas y conseguí las metas que me había propuesto; hasta la perpetuación de la condena del club a Segunda División que duplicó la sentencia de Tebas que la fijó, según un antiguo comentario del Presidente de la Liga Profesional, en seis temporadas. Y en esta situación no puedes hacer nada más que seguir contando las batallas menores y la salvación de los cada vez más cercanos descensos de categoría. Sin alicientes de ningún tipo y con el aburrimiento general de la afición aprovechado por quienes han conseguido hacer suyo el Real Zaragoza, su pasado y su futuro. En el peor momento de la comunicación porque los medios no quieren periodistas con opinión propia para establecer el mensaje normalizado puesto que también están involucrados en la transformación de los clubes en algo rentable.

Decía el exiliado Francisco de Goya, al que robaron su cráneo en la tumba y cuyo paradero se desconoce, que «La fantasía abandonada por la razón produce monstruos imposibles; unida a ella es la madre de las artes y el origen de las maravillas». Su oscura caída a la desesperación en sus famosos y terribles grabados dejaba una salida a la crisis existencial que sufrió en esa época. La fantasía, que es la facultad de la mente de imaginar y crear imágenes y escenarios que no existen en la realidad, es el único asidero del zaragocismo. La primera victoria de la temporada, la aparición de futbolistas que pueden ser referentes y con los que se entusiasme la afición, pueden transformar las emociones de los seguidores blanquillos y facilitar que olviden el pasado reciente sumado a este presente tan incierto. Pero no es real, solamente es posible. Y la edad, el tiempo transcurrido desde un fútbol que apasionaba al público de la derribada Romareda, hace que se termine por asumir la realidad hasta que se decida despedir aquello que fue y que nunca más será.

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