Miriam Moleón, la herencia de Sergio Pina

Sergio Pina se ha ido por una puerta que se abrió cuando le comunicaron el tipo de enfermedad que sufría. La ELA hace prisioneros para robarles la vida y si es posible la dignidad por un angosto y breve pasillo sin billete de vuelta, sin apenas interés de la Sanidad al considerarse un mal irreversible. En el caso de El Lince la muerte ha logrado lo primero pero no lo segundo. Nos ha enseñado un par de cosas para ser mejores personas. En primer lugar jamás se ha escondido en el lamento ni tras la cruel máscara del deterioro físico, y en segundo ha exhibido su veloz erosión allí donde le han reclamado para solicitar un futuro con más ayudas económicas y mayores recursos para la investigación. Lo suyo no ha sido una lucha sino un grito de rebeldía al que se han unido cientos de seres humanos que le conservarán siempre en la memoria por lo que fue antes y durante, por el hombre feliz que disfrutó del fútbol y que utilizó ese escaparate rebosante de bondad y valores para hacer llegar un mensaje universal mientras su universo se apagaba.

No tuve la oportunidad de conocerle pero sí de envidiarle desde el día que, a través de diferentes canales, fueron llegando muestras de cariño y testimonios en los diferentes homenajes que se le rindieron. Tenía y tiene una legión de amigos de carne y hueso, de los de verdad, y su figura adquirió notoriedad y admiración por cómo se presentaba su personalidad: las voces y las palabras carecían de elogios oportunistas y emitían notas de ternura, de grandilocuente sencillez. Sin embargo sí tuve el gran honor de descubrir por unos minutos a Miriam Moleón, su inseparable esposa y amiga. Su brazo armado para reconducir lo que podría haber sido un loa a la tristeza y la impotencia hacia la reivindicación firme, recta, intolerante con el desaliento. La guerra estaba perdida, pero en la última batalla fue la camarada Miriam, siempre de frente con una afilada bayoneta de amor, de sensibilidad y de compromiso para hacer que las víctimas de la ELA dejen algún día de serlo. Sergio se ha ido y deja en ella su mejor herencia.

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