Después de la derrota del domingo decidí tomarme un par de días de descanso y cerrar mi mente a la situación del Real Zaragoza. Mantener la salud emocional es demasiado importante como para enfrentarte a un problema que tú no puedes resolver. En realidad solamente han sido martes y parte del miércoles porque el lunes tenía que enfrentarme a «Minuto 32» y elegir las palabras necesarias para certificar la crisis, nombrar a los responsables y valorar qué podría ocurrir en Navidades si las victorias seguían sin llegar y esa tendencia marcase el descenso varios meses antes de terminar la competición de Liga.
Ese día y medio me ha servido de muy poco porque el dolor continúa aunque lo intentes amortiguar con relajación, dando un largo paseo o utilizando alguna medicación tranquilizante. Pero si tienes problemas con la conexión wifi y no puedes ver una serie o un reportaje sobre los vikingos, o los animales más peligrosos de Australia el martes, te quedas tan desconectado como con la falta de internet. Y si pretendes caminar y como ayer, llueve, tan solo te queda practicar taichi para mayores en tu casa o pilates. Mi equilibrio no está para ninguna de las dos actividades y de la aflicción pasaría al daño físico, compatible con la congoja.
Tampoco es cuestión de meterte un par de pastillas opiáceas o llevarte la botella de whisky a la cama; los resultados al despertar serían angustiosos. Entonces lo más fácil es mirar el problema zaragocista desde otro punto de vista porque posiblemente la solución esté ya planeada por los propietarios. Si desciendes tienes más facilidades y tiempo para encarar la deuda arrastrada, puedes destinar más dinero a fichajes porque no existe en 1ª RFEF el límite salarial y el mensaje a directores deportivos, entrenadores y jugadores es el del ascenso inmediato. Quedaría un año de jugar en el modular y después, con la inauguración de la Nueva Romareda, la sensación sería otra y la afición volvería a engancharse.
También existe una segunda posibilidad, disolver la sociedad y crear otra diferente comprando un club aragonés en el fútbol aficionado, cambiarle de nombre aunque mantenga la palabra «Zaragoza»; eso sí, no denominarle Atlético porque entonces sería la confirmación de los dueños del garito, y tener hasta después del Mundial de Marruecos para en 2030 jugar en Primera División.
La tercera opción es también muy complicada: salvarse de manera agónica del descenso y preparar una plantilla con un proyecto de dirección deportiva y cuerpo técnico para competir por la permanencia e incluso jugar los play off. Pero si hasta ahora no han sido capaces y lo han hecho cada vez peor, ¿es real esa posibilidad?

