Enrique Martín: «El Real Zaragoza tiene la respuesta en la cantera y en liberar la mente de corsés y dudas»

El entrenador, uno de los grandes especialistas de la categoría y experto en situaciones límite como la  del equipo  aragonés, considera que apostar por los jóvenes de casa es una decisión valiente pero segura porque siempre «te dan el 300%»

A los 69 años y operado de la cadera el pasado mes de abril, Enrique Martín Monreal, dice sentirse «con la misma ilusión de siempre» pese a que no se siente en un banquillo desde hace cinco años en Córdoba. «Estoy viendo fútbol de aquí y de allá, también juveniles, y si surge alguna oportunidad de volver a entrenar, lo valoraría. Al final soy entrenador», dice una de las grandes leyendas de Osasuna como jugador y un perfecto conocedor como técnico de Segunda División (tiene el récord de continuidad con diez cursos consecutivos), el escenario al que ha dedicado la mayor parte de su carrera y donde ha asumido retos muy similares o de idéntica complejidad a los del actual Real Zaragoza, varios con éxito pese a la máxima dificultad que entrañaban. Con él escaparon de las últimas plazas el propio Osasuna en la temporada 96-97 con tan sólo cinco partidos por delante en los que consiguió cuatro victorias y un empate, o el Leganés y el Terrassa, a donde llegó con ambos en posición de colista y firmó la permanencia. Su pasión, su capacidad de desdramatizar las situaciones, el trabajo mental por encima de todo y apuestas que podrían parecer de riesgo por futbolistas jóvenes le han sido de utilidad paga ganarse una fama de experto frente al peligro.

Del Real Zaragoza ha visto partidos y sabe de su delicadísima situación, pero prefiere, por respeto y por no disponer de la información suficiente que aporta vivir la tormenta desde dentro, no profundizar en un análisis de los porqués. Prudente pero didáctico por su experiencia, Enrique Martín sí se aventura al exponer sus conocimientos y las fórmulas que a él le han dado resultado para salir de callejones que parecían tapiados. «El fútbol se ha ido igualando en todas las categorías y es complicado señalar un favorito. A medida que va pasando el tiempo, la globalización es un hecho, los clubes crecen, como ocurre también en la Champions, y el nombre ya no lo es todo. La historia ha pasado a la historia y lo vemos en equipos que suben de 1ª RFEF y compiten a un alto nivel. Ahora hay que correr igual que el rival y estar muy preparado porque las diferencias se han estrechado casi al máximo». Seis puntos en doce jornadas, seis goles a favor… Eso dice algo. «Es evidente que esos números hablan de que las cosas no están saliendo como su gente había previsto. Ver al Real Zaragoza de colista nos sorprende a todos, pero esa sorpresa es cada vez menor. Mira por ejemplo el Granada, al que se enfrente en la próxima jornada, también en posiciones de descenso. Y sin embargo el Córdobaempezó regular y ahora está a un punto del playoff. Como te descuides un poco y quieras salir, ojo, te puede costar una eternidad».

–Entre la afición hay quien aún ondea la bandera de la salvación y quien tira la toalla. Se quiere creer con más corazón que argumentos.

Nunca hay que tirar la toalla. Lo que sucede con todas las aficiones es que si no ganas vas perdiendo la fe y es normal que surjan las dudas. Pero el Real Zaragoza tiene un público tan bueno como exigente e influyente. Recuerdo que la temporada de la pandemia le hizo mucho daño las gradas vacías. Yo veía claramente que era un equipo que se iba arriba del todo con gente muy joven arropándoles desde fuera, pero el covid le perjudicó muchísimo en ese sentido. También es verdad que el cambio generacional ha traído hinchadas con chavalería muy alegre pero menos rigurosa que los seguidores veteranos…

–Se refiere a que el fútbol en general se ha teatralizado y ya no es un espectáculo tan ceñido a los sentimientos, a la pertenencia, al lugar de encuentro de todas las pasiones. Se anima, se apoya, pero se aplaude un córner.

–Así es. Yo creo mucho en el sentimiento de pertenencia y me encantan las canteras de los clubes. El año pasado me levanté un domingo por la mañana y le dije a mi mujer, ‘me voy para Zaragoza’. Jugaba el Deportivo Aragón contra el Izarra y estaban Mañas, Cuenca, Liso, a quien en cuanto vi me dije a éste me lo llevo para mi equipo. Si me pilla de entrenador lo meto ya, pensé, y la semana siguiente Víctor Fernández le hizo debutar. Como me encanta la opción de dar oportunidades a los de casa, me alegré mucho. El Real Zaragoza siempre ha tenido una cantera muy, muy interesante.

–Como está la cosa, ¿cree que es el momento de que las responsabilidades recaigan sobre hombros que pese a su talento están por pulir? Ante el Deportivo debutó Alejandro Gomes, un chico de 17 años que estuvo a un nivel más que aceptable; Saidu arrancaba como alternativa y ha sido titular en varias ocasiones, Cuenca, que estuvo a punto de salir cedido, y el nuevo entrenador le ha entregado un papel principal. Están Sebastián, Pau Sans, Francho y Raúl Guti con muchos más kilómetros, o Pinilla. ¿Contaría de verdad con todos ellos para luchar por la permanencia en la boca del volcán?

–Yo en estos momentos tan duros siempre he pensado en la gente que menos piensa, y he discrepado mucho de quienes defienden que el veterano es el que debe asumir el mayor peso. Cuando cogí a Osasuna con cinco encuentros por delante para salvarnos, tiré de los críos y de la cesión de Bolo del Athletic y se comentaba mucho que me la iba a pegar. Pero mira, sacamos 13 puntos de 15 y nos quedamos en Segunda. A veces darle demasiadas vueltas no es bueno. Fui para delante y hasta mi mujer me regañó. Los chavales te dan una ilusión y una implicación extra. Mira Cuenca lo que sentirá por jugar en el equipo que había soñado y donde está desde nene. Eso te da una fuerza que no siempre se valora porque se teoriza con que el veterano te va a sacar del barro y a veces el que lo hace es el más inconsciente, el que más se atreve a hacer cosas. Cuando todo el mundo está acojonado, el que se atreve es el chavalín que sólo piensa en la ilusión de jugar en el Real Zaragoza y muere por el escudo. Quizás en la cantera esté la respuesta del Real Zaragoza. Es mi opinión y hay otras distintas muy respetables.

Entonces lo tiene claro. Frente al abismo, los valientes.

–Soy un enamorado de la cantera aunque parezca muy atrevido o muy osado, pero a mí me ha puesto y me sigue poniendo. Eso de que es joven y no está hecho es todo mentira. Están preparados y te van a dar el 300%. Les faltará experiencia, por supuesto, pero a ver quién corre como ellos. No se trata de poner por poner. Hay filtros y especialistas que recomiendan cuándo deben dar el salto.

–Gomes, con 17 años, debutó en Copa y en Liga hace unos días y fue el mejor pese que Yeremay, un futbolista de 30 millones de euros, le puso en su sitio en una carrera.

–Pero Yeremay le hubiese ganado a cualquiera, incluso a muchos de Primera. Peso a todo, aunque parezca algo kamikaze en mi convencimiento sobre los chavales, creo que fue una apuesta acertada.

–Osasuna, Terrassa y Leganés recurrieron a usted en el mismo ecosistema de riesgos donde está el Real Zaragoza. ¿Qué vestuarios se encontró y como los gestionó?

–Más que desunión hay decepción y tristeza porque no sales, y no sales. Se genera un ambiente negativo, de dudas. Y si piensas mucho, dudas, y cuando pasas a la acción te equivocas y pierdes confianza. Así se entra en una espiral en la que no hallas la salida. Trabajar el tema mental es básico, yo diría el 70%. Somos un estado de ánimo a nivel individual y grupal, como comentó Valdano. También es cierto que la camiseta del Real Zaragoza pesa mucho.

–Simplificar lo máximo posible, como cuando perdía 2-0 contra el Sabadell en la última jornada y estaba a un paso del descenso.

–Mis amigos, por mi forma de ser, pensaban que en el descanso había metido una bronca de la leche a los jugadores de Osasuna. Sólo les expuse la realidad, como la que tiene el Real Zaragoza en este momento: ahora estamos en Segunda B, lo único que puede pasar en la segunda mitad es que nos quedemos en Segunda porque ya estamos en la ruina. Por lo tanto, al lío. Así mismo fue. No hice ninguna parafernalia táctica. Era cuestión de llegar al futbolista y que le saltará la chispa, la percepción de que era posible empatar y salvarnos como así ocurrió. Insisto en que más que una pizarra o una tablet, la llave de todo esto es la mente, en liberarla todo lo posible.

–Siendo rojillo, el Madrid vino a ficharle en 1982 y no le dejaron salir por el derecho de retención. Aquello le afectó muchísimo y fue uno de los pioneros en ponerse en manos de un psicólogo. Aquel episodio de pedir ayuda le sirvió mucho como profesional, algo que hecho extensivo en la faceta de técnico.

–Yo trabajé con un psicólogo, que en aquellos tiempos era un tema tabú. No tenía ganas de correr, la gente me pitaba. Entonces comencé a visualizar los partidos sin público. Al tercer partido, al acabar me fui al vestuario y me senté. Y no sabía si había habido gente. Me ayudó a escapar de ese bajón y me sentí fenomenal. Siempre he creído en este apartado. Es más, me saqué el título de coach paya ayudar y colaborar con los futbolistas. Mi experiencia fue impresionante y muy útil. El jugador no acude al coach o al psicólogo hasta que está jodido, y es algo que se puede entrenar. No hay nada que arreglar sino mucho que facilitar. Un granito de azúcar te puede destruir y en una conversación se puede solucionar.

–El Real Zaragoza es carne de diván. ¿No sería mejor que huyera de los fantasmas en lugar de dejar que le visiten continuamente con presión y se le haga todo más espeso con herramientas estratégicas, tácticas, sesiones de vídeo?

–Desde luego. Hay que colaborar a que cada jugador saque su talento. Esto se ha encorsetado demasiado con tanta tecnología y metodología. El futbolista tiene sus características y el que sale adelante lo hace por su calidad. A mí me gusta meterme dentro del caparazón del futbolista y enfocar la motivación por otros caminos. Empecé siendo más autoritario y no sabía lo que era escuchar y delegar, en la dinámica de los entrenadores de antes. Luego te das cuenta que entrando en la persona avanzas más que con repeticiones de vídeos y más vídeos. El tema mental es fundamental.

–¿El problema del Real Zaragoza lo resuelve el entrenador, los jugadores, al 50%?

–Es una desafío para todos, también para la afición. Hay siete puntos con la salvación. Cuando llegué a Leganés, la primera vez que salía de Pamplona, estábamos peor. Lo sacamos con mucha cabeza y con trabajo. Y huyendo de las justificaciones. Como tengas en tu plantilla al esque’ y al y sí, estás perdido. Que no. La realidad pura es está y a partir de ahí estudiamos qué podemos hacer.

–La calculadora se ha hecho protagonista en Zaragoza, y no cuenta nada bueno. ¿Es recomendable insistir en los puntos que faltan?

–Nunca sabes lo que necesitas exactamente. Se ponen los 50 puntos como frontera de la salvación, pero varía cada temporada. Vamos a cenar esta noche y ya veremos qué desayunamos mañana. Si el domingo ganamos al Granada… Y en Granada dirán lo mismo. No hay que pensar mucho en la clasificación. Seguro que cada entrenador tenemos una perspectiva diferente a la hora de hacer un planteamiento. Uno, que ha estado en el barro toda la vida, puede contar lo que le ha pasado. Ni mejor ni peor.

En ese barro, en esa forma de vivir la vida y el fútbol, el corazón le dio un aviso.

–Fue una angina de pecho. Hace años. Ya estoy estupendamente. Viendo juveniles, cadetes… Fútbol de base. Y como nuevo tras la operación de cadera, no te lo puedes imaginar. Llevaba años que no caminaba diez metros al día y ahora hago de todo, incluido deporte. Es una metáfora de lo que estamos hablando, salir del túnel, ponerle toda la actitud y te ves capaz de todo.

–No puede evitar ese amor por lo propio, por lo que sugiere o grita una cantera.

–Acuérdate de aquellos años con Francho, Francés y Azón. Lo importantes que fueron. Luego salieron Liso y Marc Aguado, que están en Primera y rindiendo muy bien. No, el Real Zaragoza no debe tirar la toalla. La clave está en que deje fluir su fútbol con naturalidad, sin cadenas mentales aunque sea lógico que ahora las arrastre.

Foto: Víctor Ruiz

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