El Real Zaragoza y la esclavitud del periodismo libre

El impacto permanente de la creación de nuevas formas de comunicar, las dudas que nos plantea la Inteligencia Artificial para creer lo que vemos y escuchamos, estar envueltos en guerras que cambian los escenarios políticos, sociales y económicos en el mundo, nos hacen vivir con un exceso de basura informativa que nos ha colapsado la inteligencia. Yo fui en mi juventud un seguidor impenitente de Oriana Fallaci, periodista italiana que fue la primera mujer corresponsal de guerra y que representó a quienes defendían el periodismo por encima de los propios medios de comunicación. Según ella, fallecida en Florencia en 2006, «el periodismo es la única profesión que permite interpelar, en vivo y en directo, a los hombres y mujeres que detentan el poder. Eso le otorga a los periodistas un honor, pero también un desafío. Amo el periodismo por eso y también por eso le temo. El periodismo es un privilegio extraordinario y terrible. No es raro, ante un encuentro importante, que sienta angustia, el miedo de no tener bastantes ojos y oídos y suficiente cerebro para ver, oír y comprender».

Desconozco si alguno de mis compañeros habrán leído a esta mujer rebelde acostumbrada a vivir guerras y a entrevistar con descaro a personajes como Ghandi, Yasir Arafat, Golda Meir, Jomeini, Kissinger, Bob Kennedy, Martin Scorsese o Frank Sinatra. Desde hace tiempo se la ha soslayado porque ese tipo de periodismo profesional y libre ya no es soportado por los propietarios de los medios, por los políticos y los propios compañeros de profesión. La paga asegurada, no entrar en problemas por salirse aunque sea un poco de la línea editorial, trabajar lo menos posible y si eres encargado, jefecillo o persona de confianza, disfrutar dando órdenes verificando los contenidos antes de su publicación. Supongo que no habrán leído a mi admirada Fallaci, ni a Hemingway, ni a García Márquez, ni a Wolf, ni a Kapuscinski… ¿A qué personaje han podido entrevistar? ¿Son supervivientes de la Copa ganada al Barcelona en el Calderón en 1986? ¿Qué conocen realmente de los entresijos de la Recopa de Europa de diez años después? ¿Acaso saben por qué Soláns pactó con Marcelino Iglesias para que Agapito se hiciera cargo de la propiedad? ¿O las discrepancias de la Fundación entre los mismos miembros hasta que decidieron buscar inversores para conseguir capacidad económica de cara a la construcción de la Nueva Romareda después de los cuatro años del gobierno de Santisteve? Seguro que algunos conocerán suficientes o muchos de esos datos pero no interesa expresarlos en estos momentos de duda, donde ha quedado claro que lo único importante es la edificación del coliseo zaragocista y a lo que se pueda desarrollar en torno a los negocios de todo tipo alrededor del Ibercaja Estadio.

Mientras tanto un entrenador desconocido pero emergente y una plantilla que se repone de sus heridas morales y físicas parece que lucha por evitar un desastre asumido incluso por los dirigentes actuales; eso sí, acompañados de la fidelidad de un público que prefiere estirar la historia a interrumpirla en una sociedad abierta a la invasión y a la esclavitud aunque las cadenas sean invisibles.

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