El árbitro ‘agrede’ al Real Zaragoza

El colegiado interpreta que una aparatosa torcedura de tobillo de Saidu sin ningún rival cerca no merece la detención del juego y el equipo de Ramis marca a la contra en la prórroga (0-1)

Los colegiados se saben el reglamento de carrerilla, pero cuando abren el abanico de las interpretaciones, muchos de ellos demuestran la más absoluta de las ignorancias. En este caso, la ley lo especifica bien claro y no cabe la apreciación personal: «El árbitro debe detener el partido de inmediato cuando considera que hay una lesión que puede ser grave o peligrosa. Esto está regulado en la Regla 5 y Regla 7 de las Reglas de Juego de la IFAB». Gorka Etayo, en la recta final de la prórroga y camino de la tanda de penaltis, estimó que una aparatosa torcedura de tobillo de Saidu sin ningún rival cerca, con lo que habría que descartar la simulación, no merecía frenar la contra en estampida del Burgos, que marcó con una vaselina de Mario y dio el pase al equipo de Ramis a la siguiente ronda de la Copa. El centrocampista se resbaló en zona de ataque y su articulación realizó un gesto antinatura que hizo temer lo peor por las muestras de dolor del marfileño. La acción pedía a gritos la atención sobre el lesionado, pero Etayo ha debido estudiar medicina deportiva y ordenó que siguiera el juego. El Real Zaragoza se despidió del torneo por la puñalada de quien resultó su peor enemigo, y no fue el Burgos.

Por cualquier estupidez se consienten pérdidas de tiempo. El patinazo de Saidu no entraba en ningún caso en el catálogo de la teatralización, y menos por la zona que ocupaba y con la situación controlada. El encuentro iba a resolverse desde los once metros en una noche de Copa muy equilibrada, con dos equipos que habían apostado por sus segundas unidades –en el caso del Real Zaragoza con un once completamente renovado–y que apenas tuvieron una oportunidad cada uno, una falta de Tasende que Jesús sacó con un vuelo espectacular y un mano a mano que Adrián resolvió saliendo con valentía y el cuerpo de escudo. Control de las situaciones sin riesgos, lógicas imprecisiones y pases desafinados por la batería de novedades, mucho trabajo de los aspirantes a la titularidad y respeto. En esas condiciones se llegó a la prórroga en sus dos partes. Hasta el episodio de Saidu que el árbitro utilizó para escribir un capítulo final adulterado.

Con Bakis en punta, quien parece haberse convertido en la mascota de Rubén Sellés porque su productividad sigue siendo nula y no va a evolucionar, y Dani Gómez y Samed Bazdar en el banquillo –el bosnio no disputó un segundo–, el técnico reenvió el mismo mensaje que contra el Leganés:  el delantero que más cobra de la plantilla y la gran apuesta económica de la propiedad no le sirven para su propósito de lograr la permanencia. Se veía venir y se confirmó en una alineación nueva de norte a sur, con jugadores como Tachi, Akouokou, Tasende y Cuenca que necesitaban rodaje, con componentes del equipo como Sebastián, Gomes, Pinilla y Pau Sans para que ofrecieran razones para ganarse una mayor confianza del entrenador. Y entre ellos, Adrián para dar descanso a Andrada y Moya para dirigir las operaciones como hombre de confianza entre bastidores. El Real Zaragoza mostró la marca de Sellés en el dibujo y las intenciones; también en la disposición de unos futbolistas que, aun lejos de ser protagonista habituales, entienden e interpretan la idea de defender con cinco en el repliegue, de presionar en campo contrario, de tratar el balón con el mayor respeto posible.

Buscar la brillantez en este tipo de encuentros es una pérdida de tiempo. La Copa no es un asunto prioritario para uno que lucha por la salvación y para otro que está en territorio playoff. Se utiliza como banco de pruebas y así lo establecieron Sellés y Ramis dando descanso a sus principales. El Real Zaragoza se desenvolvió con personalidad y el Burgos también en zonas tibias, sin causar peligro. La falta de ritmo castigó las piernas de Cuenca, muy activo en el arranque, de Tasende, que se fue acalambrado, y de Tachi, sustituido por Radovanovic, quien no perdió la costumbre de sumar una amarilla innecesaria. La entrada de Dani Gómez y Soberón aportó poca pólvora bajo la lluvia. Ya se encargó el colegiado de incendiar el partido mientras se firmaba el pacto de no agresión con los penaltis de fondo. Corrió en el gol del Burgos como si fuera a rematar, observando a Saidu caído en el césped. A veces los árbitros, aunque conozcan el reglamento, no saben de fútbol y de las leyes no escritas –aunque esta lo esté– que se aplican por puro sentido común. Lo que hizo Etayo fue una doble agresión.

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