Grave peligro inminente

Lo inminente ha dejado de ser la compraventa una vez confirmado que la Fundación seguirá al frente del Real Zaragoza por mucho que le pese, y le pesa como un muerto a quien resucitar para sacarle los cuartos y que, ante la imposibilidad de enriquecerse a su costa, ahora no sabe cómo devolver a la tumba. ¿Es suyo el fiambre? Por supuesto. ¿Puede hacer lo que le venga en gana? También pero menos. Esta institución no es una empresa al uso porque gran parte de su tejido está compuesto de emociones, de cientos de miles de personas que sienten el equipo como uno más de la familia. Esto no ocurría con las Matildes de Telefónica, ni sucede con el Heraldo, ni con un despacho de abogados, ni con una empresa constructora. Nadie derramará una lágrima, ni sufrirá como si le arrancaran el corazón del pecho por un penalti injusto por esos negocios honorables si un día se los lleva un tornado. Si acaso, suficiente tragedia, los trabajadores que los hacen posibles a diario. El fútbol es un universo que escapa a la comprensión y la sensibilidad de Alierta, Yarza y compañía por muy dueños que aparezcan en los registros y lo más grave es que ni siquiera se han molestado en aprender su idioma, el funcionamiento de sus mecanismos. Han actuado siempre con un soberano desdén hacia el abonado, el aficionado, el simpatizante o todo aquel que cada mañana se desayune con un suspiro blanquiazul. Por no estar no están ya ni para la Ofrenda de Flores. Faltan los fondos y la firma… Lo que no sobra es la vergüenza.

Desde hace mucho tiempo, lo inminente es que esta propiedad y todos los inútiles artefactos que lleva acoplados en diferentes puestos de responsabilidad salieran del Real Zaragoza. Lo han intentado por activa y mucho más por pasiva, invirtiendo un euro y queriendo recoger millones de un club en ruina técnica. Con riñas palaciegas en el consejo y bordeando el ridículo con un pulso de supuestos compradores mientras el zaragocista se hacía ilusiones. Aún defienden que el trato está cerrado por mucho truco que lleve implícito, que existe un acuerdo… En definitiva, continúan los mismos con el mismo equipo, idéntico techo salarial y el redescubrimiento de que por novena temporada consecutiva el conjunto aragonés es uno más como se demostró anoche frente al recién ascendido Ibiza por mucho fichaje de relleno que falte. El esfuerzo de Juan Ignacio Martínez por aislar a los futbolistas de esa desvinculación entre la cúpula y la plantilla resulta encomiable y enternecedor, pero insostenible por mucho más tiempo. Que el cuadro balear te tratara como un donnadie durante 96 minutos de un encuentro plano de ocasiones y con Francés como única y destacada pieza potable del encuentro, deja caer por completo el velo de los espejismos de una pretemporada chachi piruli. Lo mejor, además del regreso del público al estadio, fue el punto sumado puesto que no está el verano para delanteros.

Dos atacantes más, un central y un relevo para Narváez, que pareció jugar por momentos en la boca de Neruda: «Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado…» Para competir al margen del objetivo, eran necesarias al menos nueve adquisiciones que serán seis y de bajo relieve. Lo inminente, una vez que la Fundación se aferra a una venta futura y Cuartero pasea por las catacumbas del club con el arpa de Nerón, consiste en no confundir el foco de las críticas, y lo principal, que Miguel Torrecilla logre dar en la diana de los que faltan por venir no para entrar en la pomada, sino para evitar los baños de barro del curso anterior. Porque después de ver el encuentro ante el Ibiza, se entiende un poco más a Peybernes y ese proyecto que en nada le convencía para regresar a Zaragoza. Que lo diga un central matraca es para poner los pelos de punta. Así se corre el peligro de dejarse seducir por lo fácil, es decir por señalar con el dedo a los jugadores, los mismos que evitaron también el descenso con una generosidad y entrega colosal. Y si los resultados se envician, señalar a JIM, quien debería estar nominado al premio de la Paz y a la medalla al trabajo.

Lo inminente es separar el grano de la plantilla de la paja –la mayoría fruto de los orfebres de la Ciudad Deportiva-– de la directiva. El Real Zaragoza ya tenía los ojales descosidos antes de empezar el partido, pero en las salinas murcianas la brisa de las victorias frente a Elche y Valencia y el boom de los canteranos, estupendos sin paliativos, encendieron el optimismo más allá de lo recomendable. Juan Ignacio Martínez, mientras tanto, intercalaba mensajes en nada subliminales en sus felices perspectivas, siempre dirigidas a la tardanza de los refuerzos y a que el director deportivo pasaba las noches prácticamente en vela para convencer a segundas y terceras opciones. Está el zaragocismo tan desconsolado e impotente que un molino le parece Juan Seminario. De repente el Ibiza, un equipo de verdad con un entrenador, Juan Carlos Carcedo, meticuloso e inteligente, empieza a corretear por La Romareda como si fuera su casa, como si llevara décadas en Segunda, sometiendo a un Real Zaragoza sin físico alguno, al borde del colapso por el calor y por la incapacidad para trenzar una sola acción inteligible. El grave peligro inminente ha sido y será siempre la Fundación y su miopía futbolística. Hay que volver a salvarse de ella.

0 — Real Zaragoza: Cristian, Fran Gámez, Jair Amador, Frances, Chavarría, Bermejo (Borja Sainz, min.74), James (Petrovic, min.82), Eguaras (Adrián, min.70), Francho ,Azón (Puche, min.81) y Narváez

0 — Ibiza: Germán Parreño, Fran Grima, Rubén González, David Goldar, Morillas, Cifuentes (Appin, min.64), Javi Pérez (Javi Lara, min.90), Molina, Ekain (Davo, min.64), Bogusz (Miguel Villar, min.85) y Sergio Castel (Rodado, min.90)

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