El Real Zaragoza cambia bombas por perdigones

Si algo le ha sobrado al Real Zaragoza en su arsenal histórico han sido cañoneros. En las dos últimas temporadas, sin embargo, ha disparado al aire con estrépito. Primero con tres fichajes, El Toro, Vuckic y Alegría, que le dieron un tanto, y después por su morosidad en este curso ya empezado para conseguir ni un solo punta a la espera de que se incorpore Álvaro Giménez cedido del Cádiz, un realizador casual. Sin gol no hay paraíso y los infiernos se multiplican en una morada, La Romareda, que ha disfrutado de artilleros de todos los colores en su rico abanico ofensivo. Ni fue la temporada anterior ni lo será seguramente esta: el Municipal añora aquellos futbolistas metralleta que le agujeraban el corazón con orificios de entrada y salida para la alegría y la admiración. La afición desfilaba con cánticos y un sonrisa hacia el paredón del rival porque sabía que los partidos le reservaban una exhibición de tiro de auténticos animales salvajes, depredadores de mandíbula ancha o de colmillos finos con un par de años de media de vida hasta que eran cazados por otros clubes o emprendían un rápido regreso a los que procedían.

En el últimos años la cesión ha sido la norma. El Toro, Alegría, Luis Suárez, Álvaro Vázquez, Marc Gual, Borja Iglesias, Borja Bastón, Roger… En unas horas Álvaro Giménez. Por medio, tan sólo dos en propiedad, Ángel y Hélder Postiga. Se busca un rendimiento exprés con la mínima inversión posible. Con el colombiano y los Borjas se alcanzaron, sin éxito, los tres playoffs de ascenso a Primera. Con el resto se pasaron serios apuros para conservar la categoría o se perdió en el caso de Postiga en el último descenso a Segunda. Ese tobogán, por lo general, está directamente ligado a la calidad de los atacantes, a su productividad, con excepción de Ángel, que se quedó a las puertas después de aquella vergonzante noche en Palamós.

La Recopa, ese tiempo, marca un antes y un después en la forma de entender la contración de futbolistas en general y la de delanteros centro sobresalientes en particular. El único que sobrevive más de dos temporadas en el Real Zaragoza es Diego Milito. Morientes, Esnáider (que volvería en 2001), Milosevic, Oliveira y Villa tuvieron una estancia de un par de campañas. La morfología del ariete perfecto por goles, personalidad e influencia en el juego en esta etapa mezclaría lo mejor del Príncipe, Esnáider, Milosevic y David Villa. En segunda, el cóctel recogería la esencia de Ángel, Bastón, Iglesias y Suárez, menos sutiles pero con una pegada diabólica. Todos, incluidos Morientes y Roger, con algo en común: superar siempre la cifra de 10 tantos con holgura, barrera que establece la auténtica diferencia entre los futbolistas que ocupan la posición más avanzada y que suele estar ligada a la consecución de objetivos.

La brusca ruptura con el acierto en esas piezas fundamentales trae serios problemas al Real Zaragoza. Juan Ignacio Martínez halló la fórmula para evitar el desastre al recoger al equipo en una ordenada formación defensiva pese a a que tampoco tuviera grandes expertos para ese trabajo. En su segunda experiencia en el Real Zaragoza, el técnico alicantino se enfrenta a otro reto personal: asaltar posiciones altas. Necesita ,además de muchas cosas, un bomba en ataque. Y Álvaro Giménez…

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