1-4-4-2: Narváez al poder

De los ocho fichajes que ha conseguido Torrecilla desde las cavernas, el mejor con diferencia abismal es Juanjo Narváez, es decir un futbolista con contrato en vigor. Los 4 millones de euros exigidos por el club han ayudado de escudo para que los interesados en el colombiano, sobre todo el Elche, ni siquiera se plantearan un aproximación a esa cantidad, por lo que el jugador, pichichi del equipo la temporada pasada con 9 goles, permanece en un equipo donde su figura se hace imprescindible. El cafetero, en su segunda aventura en La Romareda, ha reabierto un viejo debate en tres jornadas en las que el Real Zaragoza no ha sumado un solo tanto: ¿mejor en banda, como único punta o en el papel de acompañante del delantero elegido? Salvo contra el Ibiza, encuentro en el que permaneció empantanado ese ese puesto de vigilancia en el que Juan Ignacio Martínez prefiere que haga guardia en lugar de salir de expedición hacia el área, contra Valladolid y sobre todo Cartagena, su influencia atacante creció cuando se liberó de las cadenas de la banda izquierda.

Narváez no es fácil de clasificar entre las piezas de artillería. Ni pertenece a la raza de los arietes clásicos, ni es un mediapunta con desborde por habilidad ni tampoco un goleador con cifras mareantes. Pero es un animal cuya furia y eficacia aumentan cuanto más cerca se encuentra del área, donde su apetito y su naturaleza destacan entre el paisaje por muy frondosa que sean las defensas. Centrado y con metros por delante protagoniza espectaculares contragolpes como ocurrió en Valladolid, pero según avanza millas pierde clarividencia en la decisión final. En el último partido, sin embargo, dos cabezazos suyos no acabaron dentro de la portería del Cartagena porque Marc Martínez le respondió con un par de magníficas paradas. El 1-4-1-4-1 de Juan Ignacio Martínez le tiene crucificado y no da para su mejor versión. Cuando hay que romper filas porque el marcador se vuelve amenazante y desoye la formación militar, el punta se convierte en una auténtica lanza.

La mayoría por no decir que todas las dianas de la pasada campaña las firmó ejerciendo de delantero, con llegadas por sorpresas, detalles exquisitos como el taconazo ante el Fuenlabrada o disparos secos desde al frontal. Pero el técnico lo tuvo fondeado a la izquierda mientras los bombarderos salvo Iván Azón lanzaban flores o ni siquiera alcanzaban a despegar. Álvaro Giménez y en menor medida Nano Mesa, sin descubrirse aún quién los dos puede ser más productivo, han recibido las atribuciones de los jugadores más avanzados. Uno o el otro, porque a JIM no le entusiasman las parejas en esa zona, una cuestión y estrategia que debería plantearse por dos cuestiones: el máximo aprovechamiento de las cualidades de Narváez y la necesidad de formar un centro del campo con más físico y mejor equilibrado para la genética del equipo. El doble lateral Nieto-Chavarría le dio muy buenos dividendos cuando lo utilizó en una única pero apañada línea de cuatro mediocampistas con doble pivote. En este Real Zaragoza, el ancla solitaria en la creación y el futbolista asfixiante en el otro vértice, sobre todo si es desorientado Igbekeme, han perdido sentido porque no es un bloque solidario y el rival se filtra entre los espacios que ofrece con asiduidad y facilidad.

El 1-4-4-2 daría mucho vuelo a Narváez junto a un compañero –el que mejor lo interpreta es Azón– que le permitiera jugar por delante o por detrás del 9, para correr en busca de las prolongaciones o para sumarse al remate con movimientos de ruptura que tanto se echan en falta sin renunciar a sus caídas a los costados, desde donde es el más certero pasador. Esa amplitud de campo de acción es el ecosistema auténtico del cafetero. Mientras siga atado a la vía de la banda izquierda, lo máximo que sacará serán atropellos de trenes sobre sus espaldas para provocar faltas o alguna galopada sin compañía. Un desperdicio en un Real Zaragoza con poco colmillo.