La cuestión no es cambiar a JIM, sino que JIM cambie

Juan Ignacio Martínez ha ingresado en la lista universal de entrenadores con derecho a destitución en función de los resultados, lo que no significa que se encuentre en peligro inmediato de ser despedido. Los bonus acumulados la temporada pasada por su magnífica obra de reconstrucción de un Real Zaragoza en ruinas y la circunstancia de que el equipo mantenga un nivel competitivo suficiente para no perder en la creencia de que un día empezará a ganar, aseguran la continuidad de JIM a medio plazo. Si no consiguiera triunfos, si el conjunto aragonés llegase al corazón del invierno en posiciones de descenso, lo que ahora se considera una aberración entonces sumaría adeptos por todas las esquinas. Es el destino de los técnicos al margen de su cualificación o de las simpatías que hayan recogido por el camino: son profesionales de caducidad rápida, sobre todo en clubes como el Real Zaragoza, siempre al límite, siempre obligándose al ascenso con una economía menguante y unos propietarios con el único deseo de grandeza de agigantar sus fortunas sin el menor riesgo.

Su nombre, pese a todo, ya ha aparecido tímidamente en el capítulo de las críticas, lo que es la antesala de una tormenta que sólo él puede impedir o amainar si reconduce el Real Zaragoza hacia objetivos menos bizarros y, por supuesto, los futbolistas le responden. La directiva no contempla ni de lejos prescindir de sus servicios. Por una parte no procede, y por otra, con el índice de impopularidad que se han ganado en ocho años, poner ahora a JIM en la diana sería una maniobra de una gran torpeza estratégica. El técnico alicantino va a seguir al frente de esta nave insegura que flota defensivamente pero no alcanza el puerto de los triunfos. Si no atraca en las victorias lo antes posible, se irá quedando sin combustible anímico, sin víveres y el capitán, inevitablemente, colgará del palo mayor junto a otros colegas más o menos ilustres que una vez fueron idolatrados y denostados en el banquillo de La Romareda. La historia interminable. La historia sigue con el punto de dramatismo exprés que cada uno quiera poner a estos finales inevitables tarde o temprano.

Pero en este caso en particular subyace una cuestión muy delicada que añade un previsible desenlace trágico si el equipo no avanza de tres en tres en las próximas jornadas. La figura de Juan Ignacio Martínez se eleva en el zaragocismo como el faro del fin del mundo. Si fuera derribado en un paisaje tan desolador como el de la Fundación y con un vestuario que, digan lo que digan, da como mucho para un año de transición, la caída al vacío podría ser irremediable. JIM, a la espera de otros tiempos, representa todavía el equilibrio en una institución de máxima inestabilidad. Pero a su carácter positivo, a su sonrisa, que por cierto va adquiriendo un tono de cierta amargura, y a su convicción debe añadir y recuperar la sensatez que le hizo célebre y querido. Ya ha empezado a enviar mensajes menos entusiastas, sin duda tras radiografiar con detenimiento lo que de verdad tiene en el equipo, pero le falta todavía la elasticidad que caracteriza a la mayoría de los entrenadores que creen a ciegas en su método.

El Real Zaragoza necesita un entrenador que busque otras alternativas a un juego cada jornada más plano, que incida en un solo delantero y en un centro del campo poblado pero disperso. Su máxima de defender como animales es la correcta, pero en ataque, aunque disponga de pocos recursos, se empeña en un único punta y en una segunda línea que por muy adelantada que esté no aporta casi nada más allá de tres cuartos. Empatar, peligrosa frontera que delimita por igual la derrota que la victoria sin atender a sensaciones ni fortunas, empieza a resultar agotador y a generar dudas. Y a la hora de los cambios antes y durante los partidos, JIM muestra cada semana una mayor desorientación. Pese a todo, la única brújula del Real Zaragoza la tiene él, y de que elija el punto cardinal correcto no sólo depende su futuro, sino posiblemente el de una entidad cuyo el único y solitario bonus que le resta se llama Juan Ignacio Martínez como conocedor de unos jugadores y un equipo al que mudar hacia la realidad. La cuestión no es cambiar a JIM, sino que JIM cambie.

One comment on “La cuestión no es cambiar a JIM, sino que JIM cambie

  • Ángel+L , Direct link to comment

    Torrecilla es un error, que hizo el equipo del chotis este verano: sin moverse de una baldosa. No hubo scouting de ninguna clase. No hacia falta, para fichar los saldos que fichó. Torrecilla es un error y JIM es el mismo error que Torrecilla. Es una prolongación del error del salmantino

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