Muy lejos de las fantasías competitivas de Torrecilla y JIM y demasiado cerca de la zona de descenso, el Real Zaragoza se mide a la Ponferradina en La Romareda (19.00) sin aclararse todavía muy bien quién es, pero con la certeza de que todo lo que no sea sumar los tres puntos le dejará el resto del campeonato atracado en las dudas y sus peligros. En esa atmósfera complaciente que comprende los defectos y exagera las virtudes, se sigue defendiendo, ahora con menos vehemencia, que el objetivo original y final es estar entre los seis primeros. Con 10 puntos, tan sólo seis goles a favor, una sola victoria ante el colista Alcorcón y sin conocer el triunfo en casa, el argumento que se expone para seguir mirando a las alturas es que el equipo no pierde. Una teoría reversible si llega una derrota e incluso el séptimo empate consecutivo, resultados que convertiría cualquier meta ambiciosa en una quimera en toda regla. Dos milagros consecutivos son demasiado para un conjunto que viene de evitar el infierno con gran parte del ejército que se dejó el alma en el intento y ocho nuevos soldados no demasiado cualificados para batallas importantes.
Para conservar la ilusión por muy lejana que sea, el Real Zaragoza está en la ineludible obligación de ganar por primera vez como local, ante una afición de fidelidad incondicional. El fútbol concede ciertas prebendas, pero hay que entregarle algo a cambio de vez en cuando. De punto en punto, con tan poco gol y un único asistente en la plantilla (Zapater en las dos ocasiones), lo más probable es que mire para otro lado, que es lo que está ocurriendo sin más lejos con la Ponferradina creciente de Jon Pérez Bolo y el inoxidable Yuri, que con cinco dianas y 39 años lleva casi los mismos tantos que todo el equipo aragonés. El cuadro de El Bierzo llega a este encuentro después de una derrota y tres empates en sus últimos cuatro compromisos, con las bajas notables de Espiau, Naranjo y Parot, pero en disposición de hacerse con el liderato si el Almería no vence a la Real Sociedad B. Ha conseguido un bloque fuerte en la continuidad de la columna vertebral, del entrenador y de fichajes más que interesantes. El Real Zaragoza tendrá que hacerlo todo bien, no sólo defender, si quiere salir de está con los nervios en sus sitio.
Juan Ignacio Martínez, que recupera a Francho, Nano Mesa y Yanis, ya ha dejado claro que no tiene pensado garabatear en su dibujo táctico, una estrategia condicionada a un solo delantero y un centro del campo lo más solidario posible para defender. No funciona demasiado porque lo achata por completo en ataque aunque a su favor hay que decir que sus futbolistas tampoco colabaran demasiado. Donde otros entrenadores fueron guillotinados con esta puntuación, JIM se mantiene intocable por dos razones: fue el salvador la temporada pasada y todavía nadie le ha ganado con holgura aun empezando la mayoría de las jornadas por detrás. El entrenador, como corrsponde, ha dicho en las últimas horas que sabe cuál es la vida de los entrenadores y que el primero en cuestionar su trabajo es él mismo. También el técnico comparte escenario principal con el equipo porque, con todo el cariño que se le profesa, no se le puede exonerar de la parte de responsabilidad que le corresponde. Le viene la Ponfe y luego, el próximo lunes, habrá que rendir visita al Girona en un choque que podría resultar dramático porque los catalanes están hundidos y abonados a la derrota.
El entrenador, en principio, tampoco parece que vaya a tocar mucho la alineación. Mas bien poco, lo que se podría traducir en el continuismo de jugadores como Bermejo, una constante incomprensible por la nula productividad y peso del centrocampista. JIM confía poco en lo que tiene en el banquillo, piezas que utiliza en su mayor parte de relleno porque, es cierto, muchos de ellos no dan la talla como para entregarles un papel más allá del secundario. El Real Zaragoza se la juega este jueves, ya sin más dilación, ni excusas, ni justificaciones. Esta vez el empate tras el que se escuda sería su despedida oficial a las ensoñaciones de director deportivo y del técnico. El equipo volvería entonces, pero más degastado, a las viejas y recientes pesadillas de la permanencia. Ganar supone la vida en todos los sentidos.