La excelente y mala defensa del Real Zaragoza

Con sólo 10 goles en contra, el Real Zaragoza es la defensa más fuerte del campeonato junto a la del Fuenlabrada y la del Burgos. La que menos ocasiones concede y la que menos tiros a puerta permite. La pareja de centrales formada por Jair y Francés es de las más notables y Cristian Álvarez ha vivido jornadas plácidas hasta convertirse en el portero que menos tantos ha recibido y el que menos paradas realiza por encuentro (1.5). Su sistema de seguridad a lo largo de los partidos da la impresión de una impermeabilidad absoluta, pero ese blindaje muestra grietas en momentos puntuales, las suficientes para impedir que el Real Zaragoza, pese a su penitencia ofensiva, no consiga ganar encuentros. En una competición donde no sobra la pólvora, y menos en el equipo de JIM, un solo despiste atrás es una condena.

La mejor y también la peor línea de contención, colectiva e individualmente. Dice buenas cosas pero no las suficientes si no corrige esas desatenciones aisladas pero letales. Petrovic ha hablado de madurez para gestionar esos tiempos, sobre todo después del último golpe recibido en Montilivi, donde el conjunto aragonés consiguió adelantarse por primera vez este ejercicio y en el minuto 87 dejó nada menos que a Stuani solo en el área pequeña. Juan Ignacio Martínez repite por activa y por pasiva –«en nuestro campo hay que defender como animales»– que lo que realmente le preocupa no es el gol, sino que sus futbolistas estén despiertos de principio a fin en defensa. El desequilibrio es evidente entre un área y la otra, aunque, por muchos y escandalosos errores que se cometan arriba, se trabaja bastante más en el reajuste y la disciplina en labores de fortificación.

La frecuencia y la forma de los pocos pero dañinos goles recibidos no siguen una pauta concreta, si bien fraternizan en desconexiones y pésimas lecturas. Al principio y al final de los partidos como contra la Real Sociedad B y Girona; en las segundas partes pero sobre todo en las primeras; en agujeros por las bandas como en Lugo, Málaga y Montilivi; en un córner, el de Fuenlabrada, sin tensión alguna entre el enjambre de aspirantes a despejar el balón; en el tanto en propia meta frente al Cartagena; la mayoría cerca del área pequeña salvo el lanzamiento de Javi Sánchez en Valladolid. No se detectan fallos personales sino malas interpretaciones orquestales, como por ejemplo la jugada del gol de la Ponferradina después de un córner a favor, un contragolpe permitido y Eguaras como último hombre de cierre cuando llevaba una tarjeta amarilla, situación caótica de la que JIM se hizo máximo responsable en público.

Los números defensivos son estupendos, pero bajo esa fina capa interpretativa se detecta un problema muy importante condicionado, sin duda, por las dificultades para concretar las oportunidades que se generan en ataque. Si la delantera del Real Zaragoza tuviera mejor puntería para ganar, esos fallos atrás pasarían casi desapercibidos para el ojo crítico, no para el análisis y la corrección. Como no es así, la zaga está obligada a una excelencia a la que se sujeta con fuerza durante la mayor parte de los encuentros pero que deja escapar en uno o dos descuidos que penalizan con gravedad al equipo.

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