Increíble pero Francho

En peor partido de la temporada, infame salvo por la jugada del gol, el Real Zaragoza se rencontró la victoria en un momento crítico para su entrenador y para el equipo. Todo su mérito se resume en apenas 8 segundos de una acción, con una arrancada de Francho de área a área y en el acompañamiento de Eguaras para dar un pase regular a Álvaro Giménez que el delantero hizo bueno con una excelente definición por encima de Alfonso Herrero. Juan Ignacio Martínez, cada vez más errático en las alineaciones y en la estrategia, lo que se reflejó en sus futbolistas durante toda la cita, sacó fruto del timorato y diminuto repertorio que tenía previsto para el partido: los pelotazos a Azón no surtieron efecto pero sí un contragolpe aislado, justo cuando el Burgos bajaba los brazos conformista con el empate que hubiera supuesto casi la defunción del conjunto aragonés. El triunfo, por lo visto en El Plantío, no marca ningún punto de inflexión, sino de una nueva reflexión sobre cómo elevar el nivel competitivo en la liga por la permanencia en la que sin lugar a dudas militará el Rel Zaragoza lo que resta de campeonato.

De este simulacro de partido sólo se puede rescatar ese momento bello que libera al conjunto aragonés de las tensiones y las necesidades inmediatas, la más acuciante relacionarse con la victoria para despegar de la zona de descenso. Se destensa esa cuerda, pero el nudo sigue ahí, estrangulando a dos manos a un Real Zaragoza lastimoso en El Plantío, pálido hasta el último suspiro, con tres centrales en el bombardeo final del Burgos y Fran Gámez evitando el décimo empate bajo palos. JIM volvió a cambiar la mitad de la alineación, con la vuelta a escena de Eguaras, Zapater y Bermejo en la medular y Azón en punta, e insistió en Francés de lateral derecho con Lluís López de central. El técnico va a la deriva y el vestuario lo sabe y lo tansmite en el campo: careció de personalidad, de carácter, de aptitud combativa cuando más lo necesitaba. El Real Zaragoza se refugió en sus miedos y la pelota se le hizo extraña para encadenar un par de pases, lo que aprovechó el Burgos, con la ley del mínimo esfuerzo, para adueñarse sin grandes adornos tampoco de un supuesto encuentro de fútbol.

La abominación se perpetuó en un tráfico indigesto de errores en los pases, en las decisiones, en los balonazos a ninguna parte o a Iván Azón, boya humana de un equipo sin más recursos ofensivos. Un malententido de Cristian, descoordinado en la salida por alto, con Lluis López estuvo a punto de colarse en la portería del argentino, y antes Juamna había hecho estallar la madera con una volea desde fuera del área. Nadie daba una a derechas en el equipo aragonés, sumergido en bloque en la ausencia absoluta de recursos individuales y colectivos. Sobrevivió casi sin querer al suicido colectivo, sin defensa, ni centro del campo ni ataque, abrumado por sus propias sombras y la posibilidad de perder. No se podía rescatar a ningún jugador de lo que parecía un seguro naufragio. Pero a punto de subirse al bote salvavidas, a Francho le salió el alma de relevista de 4×100 y protagonizó una salida espectacular para conquistar la victoria. En el vertedero, esa carrera del canterano y la dulce finalización de Álvaro Giménez se tradujeron en un diamante cuyo brillo no puede ni debe cegar la terrible realidad del Real Zaragoza, que en El Plantío exorcizó al demonio del empate, pero que sigue acompañado por una buena legión de anticristos que han poseído también a su técnico.

Increíble pero Francho. Así fue. El triunfo hay que personalizarlo en el canterano pese a que estuvo al mismo nivel que sus compañeros antes de que las musas y las piernas le inspiraran. El centrocampista no termina de recibir el reconocimiento que merece pese a ser el único que imprime físico y presencia en esa zona. Siempre generoso, siempre dispuesto pero demasiado discreto para la crítica superficial. Seguramente en su peor día, sacó lo mejor de sí mismo, su ADN permanente y entró en la sala de operaciones con el paciente abandonado a corazón abierto y el equipo médico a punto de saltar por la ventana para eludir responsabilidades. Francho cogió el bisturí, fue abriéndose paso por el pecho del enfermo y lo resucitó con la ayuda de Álvaro Giménez, quien por fin marcó un gol para un Real Zaragoza que hay que continuar vigilando porque su salud es preocupante.

 

 

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