El 1 de febrero, es decir dentro de siete días, las persianas del mercado se cerrarán. En este tiempo, una vez confirmado el más absoluto fracaso de la ventana veraniega con ocho fichajes de relleno, el Real Zaragoza se juega la permanencia en Segunda. Es cierto que se va abaratar la cantidad de puntos necesaria para confirmar la salvación (bajará de 50) y que hay equipos como Alcorcón, Real Sociedad B y Amorebieta que tienen muy mal color. Aun así, el conjunto aragonés, con o sin dinero, debe dar en el centro de la diana con los futbolistas de vocación ofensiva que adquiera. Porque esos 17 goles a favor en 24 jornadas y la pobre o nula aportación de los delanteros y jugadores próximos al ataque no mienten: tan sólo le han dado para ganar cinco partidos y la tendencia actual, precisamente por esa sequía anotadora, es alarmante tras haber sumado seis puntos en los ocho últimos encuentros.
El último gol lo consiguió Francés, un central, el 6 de diciembre para vencer al Eibar. En los siguientes cinco compromisos, con tres derrotas y dos empates, el Real Zaragoza no ha vuelto a ver puerta ni de lejos. Está claro el diagnóstico: o Torrecilla hace pleno en los fichajes o el equipo que entrena su amigo Juan Ignacio Martínez se va a meter en la pomada de Belcebú. Detectado el mal, la única solución para atajarlo es conseguir depredadores profesionales con cierta aura y no aprendices a prueba. Porque este equipo que se defiende con mayor o menor corrección para sostenerse sobre el abismo de los cada vez menos útiles empates, ya no puede permitirse un paso más en falso. La directiva es un enjambre de negligentes preocupados sólo de la venta; el director deportivo, una moneda al aire sin vuelta, y JIM ha perdido la gracia de la temporada pasada y no controla el vestuario, desorientado por completo desde el principio por la falta de un objetivo concreto o engañado por una meta utópica, los cambios de criterio constantes del entrenador y por los resultados.
Al Real Zaragoza aún le da para competir como hizo ante el Valladolid, donde se descubrió al mejor Petrovic, pero ha menguado como vencedor. Esos cinco puntos de colchón que mantiene ahora con la zona de máximo riesgo presentan una orografía muy tramposa, al igual que el mensaje de que hay cuatro clubes peores. El curso anterior al final resolvieron el complicado jeroglífico los que estaban, sobre todo los canteranos, quienes resultaron decisivos para esquivar el descenso, esta vez el foco recaerá en quienes vengan. Si el Real Zaragoza insiste en sumar muy de vez en cuando y suponiendo que lo haga al ritmo actual, se presentará a lo sumo con 13 puntos más en la jornada final, y con 41 sería carne de cañón.
Torrecilla, si le queda algún crédito profesional, ha de gastarlo en el gol. Ha desmantelado por economía y cuestiones de orden interno un centro del campo con muy poca chicha, pero que seguramente hubiese sido suficiente para una permanencia calmada. Se ha traído a Grau, un mediocentro sin gran oropel, y de momento nada más con Giuliano Simeone, que marca mucho en Tercera RFEF, a las puertas de ser el segundo fichaje. Con 18 partidos por delante y suponiendo que crezca como sea su producción goleadora, su calendario de emergencias señala a sus rivales directos, entre los cuales solo ha ganado al Alcorcón, como puente de obligado tránsito para conservar la categoría. Con 45 o 46 puntos podría bastar… Pero hay que marcar, por eso lo que ocurre durante esta semana será vital.
El Real Zaragoza está muy cerca de los números de la temporada pasada a estas alturas del campeonato, cuando estaba metido de lleno en la lucha por la salvación. Ahora dispone de dos puntos más (28×26) y la horquilla con sus perseguidores se ha anchado. Sin embargo, su cifra anotadora (17) es idéntica (al margen del 0-3 de los despachos ante el Alcorcón) y ha encajado los mismos goles (23). Esas similitudes algo favorables a la situación actual son distintas en cuanto al escenario psicológico: entonces sabía con nitidez cuál era su batalla; hoy, se siente extraño en las trincheras. Y con pocas balas salvo que Torrecilla ponga remedio.
¡Qué tiempos cuando los nuevos fichajes generaban ilusión! Igual que ahora