El Real Zaragoza ha recibido 25 goles en 25 jornadas, es decir un tanto por encuentro. Si sigue en esa dinámica y con 17 partidos por delante, acabaría la temporada con 42 en contra, la cifra más baja en las nueve temporadas que el equipo lleva de condena en Segunda división. El curso pasado, del que cubrió 24 fechas tras la destituciones de Rubén Baraja e Iván Martínez, cerró la caja con un total de 43, el mejor registro defensivo desde el descenso, afeado a última hora por el 0-5 del Leganés. No hay duda, por lo tanto, de qué tipo de entrenador se trata y hasta qué punto extrema los cuidados para salir lo más indemne posible en cada cita. El curso anterior fue reconocido y aplaudido su trabajo conservador para salvar al equipo del descenso. En este, sin embargo, le llueven las críticas. Triste trono el suyo.
Las plantilla que recogió y la que ha puesto en sus manos Torrecilla con su consentimiento y aprobación en las diferentes ventanas de los mercados que han compartido, han estado condicionadas por el fracaso sobre todo en la elección de los delanteros. Si el técnico alicantino ya se distinguía por su prudencia táctica antes de llegar a La Romareda, en este Real Zaragoza sin olfato goleador ha encontrado motivos o los ha buscado para priorizar el amurallamiento. Nunca ha escondido sus preferencias, repitiendo una y otra vez que cualquier objetivo pasa por la máxima atención en cuidar los detalles de protección. Por muchos futbolistas ofensivos que reúna en las alineaciones, jamás junta a dos delanteros de inicio. Ibiza le hizo mucho daño. Primero porque sus jugadores fueron incapaces de mantener y aumentar un 0-2 y después, tras el empate, porque echó todo el hormigón posible para no perder un punto: el Real Zaragoza acabó con cinco defensas (Ángel, Francés, Lluis López, Jair y Chavarría, y tres pivotes defensivos, Grau, Petrovic y Zapater… JIM, por mucho que diga que mira hacia arriba, está haciendo cuentas para seguir en Segunda.
Es el rey del empate con 14 igualadas que sumadas a las 7 de la pasada campaña confirman al conjunto aragonés como líder de la resistencia con el entrenador alicantino en el banquillo. Ni pierde ni gana, este año penalizado por su grave alejamiento de las victorias, cinco, un número que expresa las bajas prestaciones del equipo y los miedos del técnico, que no se decide a arriesgar. Francés, cuando no es desplazado a la celda de lateral, y Jair le mantienen en pie el chiringuito. Ahora Petrovic, muy mejorado físicamente, colabora como tanque por delante del búnker. En realidad todos tiene acoplado ese chip de supervivencia aunque se les funda en cuatro minutos como ocurrió en Can Misses. Grau viene para lo mismo, de Eugeni se espera que aporte algo de distinción en tres cuartos y a Sabin Merino se le va a pedir que convierta en goles la misma soledad de Azón y Álvaro Giménez.
Aunque la comparación resulte desigual por las diferencia sustancial de los diferentes equipos que han circulado por casi una década por Segunda, este es sin la menor duda el más complicado de batir en contraste con sus gigantescas dificultades para marcar. La campaña con peor bagaje defensivo, 58 tantos encajados, fue la de Víctor Muñoz y Popovic, que acabó con la disputa de la final del playoff ante el Las Palmas. Con Víctor Fernández también se alcanzó la promoción con otra cantidad alta, 53 goles. Muy cerca de la fortaleza que custodia JIM estuvieron los conjuntos entrenados por Popovic y Carreras y el de Natxo González, ambos con 44 tantos recibidos. En la frágil corona de JIM hay alambre de espinos y trincheras.