El Real Zaragoza se agarra a lo que tiene para desligarse del sufrimiento. Su victoria frente al Las Palmas ha sido su último y principal argumento para establecer una distancia estimable de siete puntos con la zona de descenso en una jornada en la que sus más inmediatos perseguidores hasta ese momento, Amorebieta y Fuenlabrada, pincharon con una derrota de los vizcaínos ante el Leganés (1-3) y el empate de los madrileños en casa con al Alcorcón (2-2) después de contar con dos tantos de ventaja. El triunfo sobre el conjunto canario le han permitido, además, escalar dos puestos en la tabla al superar a Málaga y Mirandés. Necesitaba ganar tras ocho encuentros consecutivos sin hacerlo y sin que ninguno de sus delanteros, salvo Azón en la derrota en Leganés (2-1), participara en los cinco goles logrados en ese periodo.
Se aferra a lo que surge: un buen día de Francés por lo general; le generosidad de Francho; la aportación anotadora con cuentagotas de los centrocampistas; alguna parada notable de un Cristian muy por debajo de su rendimiento habitual; ahora los pases de Eugeni… Sin embargo hay un futbolista que surca esta temporada oscura con unos números insuficientes para la posición que ocupa, pero con un gran valor para que el Real Zaragoza vaya haciendo caja en su objetivo de la permanencia. Álvaro Giménez llegó procedente en calidad de cedido del Cádiz como delantero de referencia y ha disputado 25 partidos, 17 de ellos como titular. Sus cifras goleadoras, tan sólo cinco dianas, y una presencia casi siempre fantasmagórica en el desarrollo del juego colectivo e individual, hacen que el alicantino circule por las sombras, al igual que el resto de sus compañeros.
Aun con una tarjeta de 21 partidos sin ver puerta, durante 12 de las 13 primeras jornadas del campeonato y en esas seis de esas ocho fechas anteriores a la victoria contra el Las Palmas, Álvaro ha resultado fundamental para que el Real Zaragoza respire con cierta holgura camino de la salvación. El punta está muy por debajo de lo que se esperaba de él, pero esos cinco goles que le mantienen como pichichi de un equipo sin pólvora ni mecha ni fuego ofensivo, han supuesto nada menos que 10 puntos para el conjunto aragonés, una cantidad más que considerable dadas las circunstancias. Se estrenó en El Plantío tras sustituir a Iván Azón en el minuto 72. El equipo arrastraba nueve empates consecutivos y estaba sufriendo ante el Burgos hasta que una contra de Francho y una asistencia de Eguaras le permitieron entrar en el área y, con un gesto de calidad, superar por arriba a Herrero y firmar la segunda victoria del curso. En Las Palmas, dos semanas después, hizo doblete en una eléctrica remontada (2-3), mientras que en Amorebieta recogió un rechace del poste para adelantar a su equipo, que terminaría empatando (1-1) pese a jugar con uno más durante 22 minutos.
Había entrado de nuevo en esa zona muerta donde los artilleros se sienten especialmente señalados por la grada y por sus propia frustración. En la visita del Las Palmas ocupó plaza en el banquillo para que Sabin Merino se hiciera cargo del frente de ataque. En el minuto 65 entró por el vasco y en el 69, justo después de que Hernani perdonara el 1-2, recogió un rechace procedente de la lucha en un córner y embocó con la zurda un 2-1 catártico para un Real Zaragoza sobrepasado por el estrés. Cinco goles son poca cosa para un 9, pero se pueden calificar de 10 en este contexto y por haber significado tres victorias y un empate. Y víctima del penalti del por agarrón de Cufré ante el Málaga, pena máxima que JIM le impidió lanzar en beneficio de Eugeni.