Santiago Retortillo, cuando 50 años lo son todo

Santiago Retortillo vio a Los Magníficos, el equipo que situó al Real Zaragoza en el mapa sentimental de la ciudad y de la admiración nacional e internacional. Un privilegiado, un zaragocista reflexivo y con una ponderada y emocionada mirada de su equipo. Tan suyo que este viernes, en el primer acto de la conmemoración del 90ª aniversario del nacimiento de la entidad, recibirá del club, junto a otros abonados de idéntica e intachable fidelidad, la Insignia de oro por sus 50 años de lealtad como socio. Tenía 9 cuando, con carnet infantil, visitó La Romareda para quedarse. Allí abajo, en el césped, jugaban aún en su esplendor José Luis Violeta y Carlos Lapetra, el futbolista que se le quedó incrustado en su corazón de niño y todavía conserva en el altar de los ídolos. «Me deslumbraban sus cambios de juego y sus desplazamientos. Si se pudieran ver ahora sus partidos se entendería mejor lo que explico. No desentonaría en el fútbol actual», cuenta. «Él y Violeta han sido los dos mejores jugadores aragoneses que he visto con una diferencia abismal. Aquel equipo era un espectáculo en La Romareda, pero fuera… Si no, hubiesen sido campeones de Liga».

De la mano de su padre, Antonio Retortillo, un militar palentino que trabajaba en el Regimiento de Pontoneros, Santiago acudió al estadio por primera vez en 1965, a la localidad de infantil. Sus hermanos mayores, Isabel y Antonio ya eran asiduos al Municipal. «Hasta que no cumplías los 15 años no te podías hacer abonado. Al fallecer mi madre, Teresa, que era de Calanda, me trasladé a general sentado y estuve más cerca de mi padre». Hoy, cinco décadas después, se sienta en Tribuna Gol Norte lateral junto a sus hijos Santi y Teresa, su nieta Olivia, socia al mes de su nacimiento, y su sobrino Juan. Cuatro generaciones unidas por el cordón umbilical del zaragocismo cuyo primer eslabón fue el teniente Antonio. En ese santuario ha sido testigo de más de la mitad de la historia del Real Zaragoza, de la puesta en escena de una forma de entender este deporte estrechamente ligada al buen gusto y a la exigencia de una afición de paladar fino y severo en la crítica y de estos años crueles que lleva «con estoicismo. Con el anhelo de que algo cambie. El año de la pandemia fue increíble. Para mí, estuvimos más cerca de ascender que incluso en el playoff contra el Las Palmas».

Llegó en pantalón corto de vestir y las rodillas al aire justo cuando la gloria se había posado en La Romareda. Un chico con los ojos muy abiertos para no perderse lo que ocurría en el campo, un juego orquestal y exquisito. «Ibas a disfrutar. Te metían dos goles y sabías que el equipo remontaba seguro. Recuerdo un partido que ganaron Los Magníficos al Sevilla bajo un aguacero tremendo con un gol de cabeza de Villa, quien salió del campo con las medias limpias. Ese era aquel Real Zaragoza, todo elegancia, todo clase». Estuvo en la recepción de la plaza del Pilar, «cuando los futbolistas pasearon la Copa en la baca del autobús» (una foto icónica) y rescata de su memoria un hecho singular, «el del encuentro de la moneda contra el RFC Liège que decidió que el tercer partido de desempate se disputará en la Romareda». En la final, contra el Valencia, el conjunto aragonés alzaría la Copa de Ferias.

El 1 de junio de 1971 recibió por fin su carnet de abonado. Santiago conoció los sinsabores de Segunda y viajó por carreteras también de segundo orden, como el del desplazamiento a Terrassa. «Los goles de Galdós y la técnica de García Castany era lo más reseñable» de aquel equipo que ascendió rápido dejando de la mano de Rafa Iriondo y dejando en la cuneta a dos entrenadores, Rosendo Hernández y Jugo. La luz se hizo de nuevo con los Zaraguayos, con Nino Arrúa dándole al interruptor y una maravillosa generación que se quedó sin premio. Santiago Retortillo repasa nombres e instantes que le han marcado en estos 50 años de convivencia con un escudo, con un sentimiento. «Barbas era genial; Juan Señor, a quien creo que se la ha infravalorado en el club, era un futbolista muy completo. Después, cómo no, el compromiso de Cedrún y Xavi Aguado…». Destaca la labor impagable de personajes como Avelino Chaves y su sexto sentido para la captación de grandes futbolistas; la buena gestión de Ángel Aznar; el éxito de José Ángel Zalba con la Ciudad Deportiva; «la valía y honestidad de Luis Costa» como entrenador y, sobre todo, la proximidad de, para él, el mejor presidente que ha conocido, «Alfonso Solans padre». Con el técnico que más ha disfrutado fue con Leo Beenhakker. «Al igual que Boskov, ofrecía algo distinto, la modernidad y los sistemas. Una pena que no tuviera mejores mimbres».

Santiago posa con la Recopa junto a su hijo Santi y su hija Teresa.

Desde 1986 no ha faltado a una cita con los títulos. Se estrenó con la Copa ante el Barcelona y el gol de Rubén Sosa –«uno de los momentos que recuerdo con más cariño»–, y estuvo presente en las finales del Manzanares; en la de la Recopa de París y Nayim; en La Cartuja, con su hijo Santi, frente al Celta de Víctor Fernández, y en la montaña mágica de Montjuïc para vibrar con Galletti y el tanto que destronó a la Galaxia del Real Madrid el 17 de marzo de 2004. «También a la que más felices y confiados íbamos y perdimos con el Espanyol», se lamenta. Este viernes, su zaragocismo se verá recompensado con una insignia de la mina de oro a la que entró de la mano de su padre Antonio hace 50 años, el Real Zaragoza. «Para mí supone una satisfacción tremenda. Me hubiera gustado que fuera en Primera, pero la recojo con mucho orgullo y cariño igualmente». No habrá discursos, pero, al lado de sus hijos Santi, Teresa y Andrés, se acordará de su padre. Si pudiese hablar, calcaría el tuit que tiene fijado en su cuenta de la red social. «El Real Zaragoza es sentimiento, sufrimiento, pasión, alegrías, sollozos… ¡Hereditario! Por eso y más yo soy feliz siendo del Real Zaragoza». Y feliz por la firma que le estampó en una entrada Carlos Lapetra cuando se lo cruzó en una eliminatoria de la Recopa que se disputó Valencia ante el Tatran Prešov. «Yo te he visto jugar y eras el mejor» le dijo al genial extremo. Qué lujo de 50 años, don Santiago.

 

Relación de los socios que recibirán la Insignia de Oro del club:

Julio Abelló, Rufino Abenoza, Jesús Alquézar, Gregorio Arcega, Fernando Arcos, Pedro Arguedas, Manuel Aznar, Luis Blasco Lambán, Joaquín Blesa, Faustino Burgos, Dionisio Calvo, Armando Cansado, Julio Caso Orús, Enrique Caso Orús, José Luis Cebollada, Miguel Ángel Clemente, Luis Clos Grima, Juan José Del Hoyo, Gabriel Espuña, Ángel Esteso, Felipe Fernández Rudi, Ignacio García Bermejo, Antonio A. Gimeno, Miguel Gimeno Pintanel, Luis Jarauta, Domingo Ladaga Cebamanos, José Manuel Ladaga Cebamanos, Juan Ignacio Larraz, José María Lobato, Atanasio Lobera, Juan López González, Tomás Martínez Sanz, Alfonso Millera Escartín, Luis Miravete, Santiago Moreno, Mariano Navarro, Nicolás Pajares, Máximo Pérez Gascón, Luis Pueyo, Octavio Ramos, Santiago Retortillo, José Luis Romanos, Manuel Royo, Joaquín Salvador, Fernando Solanas, Manuel Tapia Benito, Pedro Tapia Ubide, Lorenzo Tarraguel y Carlos Valero.  Habrá un reconocimiento especial a Enrique Alcaide Cebrián, rebasados ya los 75 años de respaldo incondicional al equipo de sus amores, a quien se entregará la Insignia de Oro y Brillantes

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