La posibilidad de que el Real Zaragoza alcance la sexta plaza que da derecho a disputar la promoción de ascenso ha salido una vez más de la madriguera. Esta ocasión, con sólo ocho jornadas para finalizar el campeonato, a siete puntos de esa posición y con diez equipos queriendo conseguir ese billete (o doce si Mirandés y Lugo también tienen derecho a soñar), más bien ha sido invitada a la sala de embarque de la utopía. La remontada del Las Palmas en El Toralín hizo feliz a un Oviedo que desplazó a los del Bierzo del último puesto del playoff y puso las calculadoras de media Liga en marcha. Unas con más disimulo que otras; la mayoría siendo conscientes de las dificultades en función de los puntos que les separa de ese objetivo. Por opciones matemáticas, el conjunto que entrena Juan Ignacio Martínez aún podría multiplicar el pan y los peces, que se traduce en ganar como mínimo seis de ocho encuentros. Oviedo, Ponferradina, Las Palmas, Burgos, Cartagena, Huesca y Leganés lo tienen más sencillo, sobre todos los tres primeros, mientras que el Ibiza está en idéntica situación. Sería como si en una gran premio de F-1, al margen de contar con mejor o peor motor, hubiese que llegar el primero teniendo ocho monoplazas por delante, algunos con dos y tres vueltas de ventaja en los últimos giros al circuito, y dos a rebufo.
Pero se ha puesto de moda apostar por el milagro, en parte para colorear otra temporada cuyo mayor éxito será la salvación de un club que va a cumplir diez años en Segunda y que se halla inmerso en un agotador proceso de compraventa porque la actual propiedad no vislumbra a corto plazo el pelotazo que esperaba. El aficionado a duras penas se cree el cuento, pero lo cierto es que el playoff se ha ganado su espacio, entre recatado y flamenco, en diferentes medios de comunicación. Debería hacerlo en sus espacios de publicidad, donde apenas se distingue la letra pequeña del producto, pero se abren programas y secciones con la cantinela para incitar a este juego perverso. Mientras hay vida hay esperanza, se lee, escucha y ve en grandes titulares. Eso sí, puntualizando, como si fuera una aspecto secundario, que la empresa entraña ciertos obstáculos. Esos impedimentos que se nombran implica coronar antes de los que van delante la cima del K2 en invierno cerrado y en mangas de camisa.
Al margen de cuestiones subjetivas –nivel de los rivales, rendimiento a lo largo del curso, capacidad goleadora y sensaciones–, los números, implacables y fríos, exigen al Real Zaragoza ganar en seis jornadas para lograr 62 puntos. Y aun así podría ser necesario que en una en la dos restantes se viera obligado a vencer o empatar según respondan sus rivales directos. Resumiendo, es muy posible que sólo pueda perder un partido de aquí al 29 de mayo en San Sebastián. Es lícito que el entrenador, los jugadores y el club se sienten a las puertas de palacio después de haber vivido un duro ejercicio en las caballerizas. No tanto que la tentación sirva para almibarar la cruda realidad y que se utilice como herramienta para ir desplazando responsabilidades más vigentes que las ensoñaciones: pésima planificación y desidia de la directiva con el equipo y los abonados en verano; cinco victorias en una Romareda donde sólo se han visto 14 goles a favor; pagos de nóminas con retrasos y superación del límite salarial con los fondos CVC de la Liga; protestas fuera y dentro del estadio contra la gestión de la Fundación y su incultura futbolística; promesas incumplidas con los canteranos, grandes artífices por segundo año consecutivo de la permanencia…
En la 14ª posición, el domingo se recibe al Girona, el mejor en la segunda vuelta. En caso de victoria, es muy probable que se enciendan panales por la ciudad para celebrar la proximidad del nuevo mundo. Nada más lejos de la veracidad porque habrá que seguir ganando a todos menos a uno de los que vayan apareciendo en el calendario. Cada vez que se nombre el playoff, sería un honesto ejercicio de deontología indicar que se trata del publirreportaje de una fantástica e ilusoria calculadora.